No importa cuán prevenido llegue el visitante: apenas ingresa en la sala y, acto reflejo, echa un vistazo panorámico de lo que lo rodea, al encontrarse con la mirada de la “Medusa”, el mito se hace realidad por un instante. Es prácticamente imposible –sin importar lo leído, escuchado o aprendido– no quedar petrificado, aunque sea por una fracción de segundo que parece eterna, ante sus cabellos de serpientes y su mirada torva, el ceño fruncido y la boca desencajada de su cabeza decapitada. Allí, desde el fondo del salón, la cabeza de “Medusa”, encapsulada dentro de una... seguir leyendo