Todavía corrían los tiempos de la colonia pero faltaba poco para la emancipación. Un 16 de julio de 1804, casualidad o causalidad mediante, justo doce años antes de alcanzar la ansiada independencia, abrió sus puertas el primer teatro Coliseo que supo tener la ciudad. Se dice que allí recibió el virrey Sobremonte el parte del jefe militar Santiago de Liniers que le informaba sobre las invasiones inglesas.
En ese lugar fue, según cuenta la historia, donde Vicente López y Planes se imaginó la letra del Himno Nacional, al escuchar la música de Blas Parera. En 1871, la demolición del Coliseo se llevó consigo el escenario de estos relatos. Pero agrandó los mitos.
La historia del Coliseo siguió su curso. En 1905 abrió sus puertas frente a la plaza Libertad, donde se ubica actualmente. Un payaso de los Estados Unidos, Frank Brown, dejó inaugurada la sala, entonces convertida en circo. La terraza, un 27 de agosto de 1920, fue el lugar de nacimiento de la radiofonía en la Argentina. Enrique Telémaco Susini junto a Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero Carranza quedaron en la historia por transmitir la obra Parsifal, de Richard Wagner. Desde entonces fueron los «locos de la azotea».
Sus paredes recicladas dieron muestra de gran versatilidad, al cobijar los primeros momentos del rock nacional. Almendra presentó su tema «Muchacha ojos de papel» en 1969. Hoy, las marquesinas del teatro anuncian al payaso cordobés del siglo XXI, Piñón Fijo.
En 1857, en la esquina de Reconquista y Rivadavia, un 25 de abril quedó oficialmente inaugurado el primitivo Teatro Colón con la representación de la ópera Traviata, interpretada por el gran Enrique Tamberlick. El gobierno nacional decidió darle otra ubicación: le pagó a la Municipalidad una suma cercana al millón de pesos para llevar a cabo la nueva edificación. A fines de 1887, las paredes del viejo teatro dejaron de vibrar.
Otro teatro fue inaugurado tres veces. El Teatro de la Ópera nació con la representación de El trovador de Giuseppe Verdi, en los festejos del 62º aniversario de la Revolución de Mayo, en 1872. Volvió a inaugurarse en 1889, casi totalmente dedicado a las representaciones líricas y fue el primero en contar con luz eléctrica. La avasallante competencia del Teatro Colón lo obligó a cambiar de repertorio.
La decisión de ensanchar la calle Corrientes determinó su demolición, pero, un año después, en agosto de 1936, volvió a abrir sus puertas en el mismo lugar, ideado esta vez por el arquitecto belga Alberto Bourdon. Su estructura es un claro ejemplo de art déco. Esta vez la sala estuvo dedicada al teatro y también a las proyecciones cinematográficas. Tiempos modernos, del gran Charles Chaplin, ocupó la pantalla grande del Ópera.
Para 1999 el Ópera fue comprado por una firma extranjera que lo transformó en un escenario que daría lugar a puestas musicales de relieve internacional. La bella y la bestia fue el primer musical de Broadway que allí se realizó. Luis es acomodador. Hace dieciséis años que trabaja en el Ópera. Desde que está pasaron tres empresas distintas, la última cambió el nombre al teatro, lo que causó un gran resquemor: «Cuando le cambiaron el nombre sentí una gran vergüenza ¡cómo le van a cambiar la identidad a un monumento de la ciudad!».
El teatro «más antiguo» es el Liceo, en Rivadavia y Paraná. En 1876 quedó inaugurado con el nombre de El Dorado, luego se llamó Goldoni porque en él se representaban obras italianas, hasta que en 1918 obtuvo su actual identidad. Aún hoy conserva su estructura y arquitectura original y su sala acopia más de una historia. En el papel de Emilia de la obra Caín salió por primera vez a escena una de las figuras de la escena nacional: Blanca Podestá. Asimismo, Las del Barranco de Gregorio de Laferrère alcanzó el récord de ciento cuarenta y seis representaciones a sala llena, en 1908.
Pero todavía falta lo mejor. Corría noviembre de 1937 cuando una joven flaquita y medio tímida interpretó por primera vez, en la sala del teatro Liceo, a Dorita en la obra No hay suegra como la mía, de Marcos Bronemberg. Era la mismísima Eva Duarte con tan sólo dieciocho años, antes de ser Evita. La obra fue un éxito rotundo y permaneció en cartelera por más de cuatro meses. «Es el orgu17llo más grande saber que en nuestro escenario estuvo Evita», comenta Juan, uno de los empleados más antiguos que, sin embargo, sólo hace seis años que trabaja allí. «En el Liceo, por ser un teatro privado, no han quedado trabajadores con mucha antigüedad. Hemos perdido con ellos mucho de la historia de este lugar», opina el acomodador.
Salas con fantasmas
La Avenida de Mayo también tiene su gran teatro, el Avenida, que abrió las puertas con la obra El castigo sin venganza, de Lope de Vega, en 1908. Pero muy pronto se dedicó a las zarzuelas y operetas, hasta que, durante la década de 1960, estos géneros fueron reemplazados por comedias musicales. Este teatro guarda una estrecha relación con la arquitectura hispánica, al igual que muchos edificios de esa avenida. En 1979 se incendió, el fuego avanzó lo suficiente como para causar graves daños en su estructura. Quince años después de aquel episodio, Plácido Domingo realizó la función de reapertura de la sala.
Oscar trabaja, de martes a domingo, en la boletería del Avenida desde que se reinauguró, en 1994. «Ésta es mi segunda casa», cuenta emocionado. Por el teatro pasaron figuras muy populares, como Rafael, Isabel Pantoja y Alberto Cortés y hoy está dedicado al ballet, la ópera y el concierto «es como si fuera el Colón en chiquitito», comenta Oscar.
También aparecen, más seguido de lo que pretenden sus empleados, otro tipo de figuras: «Fantasmas hay en todos los teatros. Y acá también. Yo no lo vi pero los acomodadores lo ven seguido. Cuando hay función, aparece. Tiene la forma de un hombre con galera y siempre está en el palco tertulia. Se mezcla entre la gente».
Esmeralda 445. El terreno estaba predestinado, ya que en el lugar donde hoy se encuentra el teatro Maipo hubo, desde los tiempos del virreinato, un teatro. En 1892, había un salón que se utilizaba para representar diversos espectáculos. Finalmente en 1908 se inauguró el teatro Scala. Ya desde entonces el lugar anunciaba la revista. Sus cuadros eran interpretados íntegramente en francés, tenían un tono más que picaresco. Sólo la juventud de gran poder adquisitivo podía acceder a esta sala. A partir de octubre de 1915, el teatro cambió de nombre y adquirió el de la calle donde estaba emplazado, Teatro Esmeralda. En su lujoso escenario Carlos Gardel le dio voz, por primera vez, a un tango que quedó tatuado en la memoria popular: «Lita», más conocido como «Mi noche triste».
En 1922, el Esmeralda cambió nuevamente de nombre; esta vez definitivamente: Maipo. La sala también se incendió y no sólo una vez, sino dos. La primera en noviembre de 1928. Los decorados ardieron producto del recalentamiento de una lámpara. Una batahola importante se produjo cuando, producto del incendio, las chicas de la revista corrían ligeras de ropa por la calle Esmeralda. Unos meses después, en abril del 1929, el teatro reabrió sus puertas.
El Maipo tiene el honor de haber sido el escenario en el que debutó en 1933 Lola Membrives, considerada una de las actrices más destacadas de habla hispana en la primera mitad del siglo XX. Otro incendio, en septiembre de 1943, obligó a cerrarlo por dos meses, pero volvió renovado y con la distinción de ser el único teatro de Buenos Aires con refrigeración.
Los teatros porteños encierran mil historias. Y cuando cae el telón, los mitos crecen.
Fuente Redacción Z
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