Cuando cada uno levante la copa este jueves, y abrace a los que quiere porque llega un nuevo año y se renuevan las esperanzas, probablemente en cada balance titilen cuestiones personales, pero también algunas que compartimos con los habitantes de esta entrañable, diversa, indócil y muchas veces tan difícil Reina del Plata.
Si volvemos la mirada a 2015 fue, sin duda, el año en que votamos más que nunca: seis veces pasamos los porteños por el cuarto oscuro para elegir a quienes nos gobiernan. La campaña electoral interminable reforzó tensiones en una ciudad siempre politizada y la llenó de discusiones en la mesa familiar, en el trabajo, en los colectivos, los taxis y en el mercado. Discutimos, argumentamos, nos ofendimos, nos amigamos. Y entramos en el cuarto oscuro estrenando voto electrónico: unos botones que nos hicieron sentir precisos y modernos. Por un rato.
Un sello de la ciudad es su fervor por la cultura y la educación. Nos gusta pensarlas como valores universales y la vía legítima del ascenso social. Tal vez por eso la Feria del Libro sea una cita de honor, y las escuelas y las familias entrenan a los más chicos en la práctica saludable de mirar –y hasta comprar– libros. Multitudes pululan la Noche de los Museos. Y es una patriada conseguir entradas para el Bafici o el Festival de Teatro.
Este año una estadística confirmó que somos como nos gusta ser: la ciudad del país con más librerías por habitante. También somos la ciudad donde se inauguró el CCK, el centro cultural gratuito más grande de Latinoamérica. Que esperamos lo siga siendo. Incluso los que no frecuentamos la música clásica nos emocionamos con los pianos de Martha Argerich y Daniel Barenboim.
Otra de las pasiones locales, el fútbol, también se extendió durante todo el año, primero a través del llamado Torneo Largo y además con la Copa Argentina y la Libertadores. Con cierta justicia poética, Boca ganó la Copa Argentina y el torneo local, y River la Libertadores. Tutti contenti.
Si a veces nos tocó aplaudir, otras veces nos tocó llorar: en abril, dos hermanitos murieron en un incendio en el sótano de un taller clandestino de Flores. El ingreso al lugar estaba tapiado y los bomberos los encontraron abrazados en la misma minúscula cama. Un barrio con talleres de obreros esclavos que ninguna autoridad parece ver.
En junio, el año se partió en dos. No por el almanaque sino porque miles y miles y miles se unieron en la Plaza de los Dos Congresos para decir Ni una Menos, basta de asesinar mujeres, basta de asesinar hijos para castigar madres. Y sentimos que habíamos puesto nuestro granito de arena para que el mundo fuera mejor.
Pero en julio lloramos de nuevo, el padrastro asesinó a Agustín, de cuatro años. Insólitamente, el Ministerio desplazó a la directora y a la maestra del jardín por razones administrativas. Los docentes, indignados, le plantaron al ministro un parazo en solidaridad como hacía décadas no se veía. Otra huelga sorprendente, en septiembre, fue la de trabajadores del Zoológico en defensa propia y de los animales, única desde el siglo XIX.
Devotos de los espacios públicos, los vecinos los ocuparon de a miles para mirar la luna roja. Y también para dar su batalla contra el enrejado del Parque Lezama. La siguen dando para que no llenen de bares cool algunas plazas.
En julio, Horacio Rodríguez Larreta se convirtió en el nuevo jefe de Gobierno. Le ganó a Martín Lousteau por tres puntos en la segunda vuelta. En diciembre comenzó un tercer ciclo del PRO en la Ciudad.
También en diciembre se fue Cristina Fernández, abrazada por una plaza llena. Y subió Mauricio Macri, con la confianza de buena parte del electorado y un sorprendente ramillete de decretos de necesidad y urgencia como método estival de gobierno.
Termina el año: calorón y cortes de luz capaces de arruinar el festejo al más animoso. No lo permitiremos. Feliz Año. Salud.
Fuente Redacción Z
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