Baldosas lustradas por generaciones de pibes, un escenario que guarda el recuerdo de las grandes orquestas en los carnavales de antaño y un buffet donde nunca falta el “quiero retruco” conforman, de a pedacitos, uno de los espacios más entrañables de sociabilidad de los porteños: el club social y deportivo.
El Gobierno de la Ciudad tiene relevados 333 clubes aunque solamente 161 se encuentran inscriptos en el Registro Único de Instituciones Deportivas (RUID), en condiciones de recibir un subsidio que les permita sostenerse y crecer. La legislación porteña define los clubes de barrio como “asociaciones civiles sin ánimo de lucro que posean como objeto social la práctica y fomento de actividades deportivas, y cuya facturación anual no exceda el monto de un millón de pesos”.
La mayoría de estos clubes nacieron de grupos de jóvenes apasionados por el fútbol que comenzaron persiguiendo el sueño de convertirse en goleadores en el potrero. Con el tiempo los muchachos se animaron a más y alquilaron una casa para armar la primera sede social. En un segundo esfuerzo, el dinero de los socios alcanzó para comprar la sede definitiva y comenzar la historia del club social y deportivo. Casi todos los clubes barriales que siguieron este camino tienen fecha de fundación entre 1910 y 1945.
En ese espíritu crecieron los que hoy pisan fuerte en el fútbol infantil, entre ellos, Sunderland y Río de la Plata y Pinocho de Villa Urquiza, Villa General Lamadrid de Mataderos, Lomas, Pampero y Jóvenes Deportistas de Villa Lugano, Eros de Palermo, Brisas del Sud de Mataderos, Jorge Newbery de Villa Real y Parque, de Villa del Parque. Algunos de ellos compiten en la liga FAFI (Federación Amistad Fútbol Infantil) y otros en FEFI (Federación Escolar de Fútbol Infantil).
Aunque en algunos barrios no todo es fútbol. El Villa Mitre, el Echagüe de Flores, el José Hernández de Mataderos, el Colegiales, el Estrella de Boedo y el Fulgor de Villa Crespo son bastiones del básquet en la ciudad. León Najnudel, campeón sudamericano e impulsor de la Liga Nacional de Básquet de la Argentina, comenzó su carrera en el Fulgor. Los equipos femeninos de básquet tienen papel protagónico en El Talar de Villa Devoto, mientras que el California de Villa Urquiza es la catedral del vóley femenino y Estrella de Boedo, la del handball de mujeres.
En el Manuel Belgrano de Saavedra los niños aprenden desde muy pequeños las reglas del rugby. El Darling Tennis Club, en Catalinas Sur (La Boca), Barracas Juniors y Ateneo Félix Marino de Villa Devoto se salen de la regla de los deportes de equipo y privilegian la raqueta. La pelota paleta es el fuerte de Gimnasia y Esgrima de Villa Devoto. En el Río de la Plata de Villa Urquiza y en Franja de Oro de Nueva Pompeya manda el boxeo. El Colegiales participa en el torneo de la Federación Bonaerense de billar; también es fuerte en taekwondo. Tres de sus chicos participaron en los últimos Juegos Sudamericanos. En karate se destaca Santa Lucía de Barracas. El Club Francés, en Recoleta, es decano en esgrima desde 1866.
El club más curioso está en Almagro. En Agrupación Sudatlántica de Expediciones Submarinas enseñan buceo. Pero no tienen pileta. Para las prácticas alquilan la de Imperio Juniors, de Villa del Parque.
No tan cerca de la redonda o de las cuerdas del ring, algunos clubes de barrio nacieron como bibliotecas populares y sociedades de fomento en la década de 1920 y decidieron agregar actividades deportivas para atraer a los más jóvenes. Villa Mitre, el José Hernández de Mataderos, el Saber de Parque Chas y el Santiaguito de Liniers conservan bibliotecas como en los años de oro.
Otras entidades surgieron de vecinos que se jugaban la vida en la cancha de bochas y en los torneos de barajas. Uno de los pocos que conservan la cancha de bochas como en las mejores épocas es Juventud de Núñez. Entre los clubes que reservan un espacio a los adultos mayores, se destacan el Morán de Agronomía, Barracas Juniors y el Alberdi de Parque Avellaneda.
No todo es pasión
Las ganas de reunirse siempre están, pero a menudo los billetes son esquivos. El gran problema de los clubes de barrio siempre fue conseguir el dinero para sostenerse, la cuota social no siempre alcanza para los gastos. Por ese motivo, las comisiones directivas buscan generar otras actividades: bailes, fiestas, asados, talleres y deportes arancelados, y en algunos casos, ceder en concesión las instalaciones. Pero desde 2005, los clubes de barrio cuentan con otra posibilidad para conseguir fondos: a partir de la sanción de la ley 1.807 de Fomento y Promoción de Instituciones Deportivas de la Ciudad, los clubes cuya facturación anual no exceda el millón de pesos pueden acceder a los subsidios que otorga la Subsecretaría de Deportes. Para eso es necesario que se inscriban en el RUID. Para lograr la inscripción, deben presentar un estatuto, los balances de cada año y el acta de autoridades. No todos los clubes tienen estos papeles en regla, algunos porque no fueron meticulosos con los balances, otros porque padecen los conflictos entre socios por la conducción de la entidad.
Otro problema es la habilitación. Luego del incendio de Cromañón, muchos clubes sufrieron clausuras por no tener salida de emergencia o sistema de hidrantes, algo imposible de cumplir en la mayoría, por problemas de estructura edilicia y por falta de dinero. Teniendo en cuenta estas dificultades, el Gobierno de la Ciudad dictó el decreto 492/10 que establece las condiciones mínimas de habilitación para los clubes barriales. Sólo aquellos que tengan una superficie mayor a 600 metros cuadrados están obligados a contar con un sistema de hidrantes. Pero a todos se les exige que las puertas abran hacia fuera y las salidas no estén obstruidas con mesas, sillas u otros elementos. Si cumple con estas condiciones, además de contar con ventilación en buen estado, sistema de gas empotrado, matafuegos suficientes y servicio de buffet con agua fría y caliente y conectado a la red de agua corriente, el club puede mantenerse con habilitación provisoria.
Otra buena noticia es que el decreto 492 los autoriza a realizar 24 fiestas o espectáculos de carácter público por año (antes sólo podían hacer cinco). Estas fiestas son una importante fuente de recursos.
Gracias a este nuevo esquema, los milongueros se congregan al menos una vez por mes en el Echagüe de Flores, el Fulgor y el Villa Malcolm de Villa Crespo, el Apolo Machaín de Saavedra, el Sunderland de Villa Urquiza y el Palermo. El Pial de Flores, el Premier de Caballito, el Social y Deportivo del Once, el Independencia de San Cristóbal y el Alberdi de Parque Avellaneda también se reservan un espacio para el folklore. Y en el Premier se reúnen bandas a tocar blues.
Mientras se siente el aroma del asadito en las instalaciones de Brisas de Liniers, del José Hernández de Mataderos y del Pedro Lozano de Villa Devoto reviven en la memoria de los viejos socios los antiguos bailes de carnaval. Alberto Castillo era número fijo en El Ideal de Villa Riachuelo y en Brisas de Liniers. El ritmo picante de los muchachos de Juan D’Arienzo fue varias veces el plato fuerte en el Morán de Agronomía y el Eros de Palermo. En el Glorias Argentinas de Mataderos tocó la orquesta de Ástor Piazzolla.
La guitarra de Oscar Alemán –una de las cinco violas jazzeras más importantes del mundo– arrastraba a sus fans hasta Juventud de Saavedra, mientras en Mataderos los nuevaoleros copaban la parada e invitaban a cantar a Sandro, Violeta Rivas, Palito Ortega, o habilitaban la genuina cumbia del Cuarteto Imperial. En Floresta la mano siempre vino más rockera: Los Gatos y Alma y Vida tocaron en el Iguazú.
Más tradicionales, la orquesta de Osvaldo Pugliese inauguró las veladas de tango en el Fulgor. Aún hoy, su hija Beba Pugliese mantiene viva la tradición en la milonga del club de Villa Crespo.
Curiosidades
• En la década de 1920 la Selección argentina disputaba los partidos oficiales en el estadio de Sportivo Barracas.
• En el ring de El Ideal de Villa Riachuelo pelearon el Mono Gatica, Alfredo Prada y Pascual Pérez.
• La melodía de la marcha peronista fue tomada de la marcha del club Barracas Juniors, compuesta en la década de 1930. La letra decía: “Los muchachos de Barracas todos juntos cantaremos y al mismo tiempo daremos un hurra de corazón”.
• El Polaco Goyeneche debutó con la orquesta de Horacio Salgán en el Apolo Machaín Saavedra.
• La milonga del Sunderland de Villa Urquiza es conocida como “La Milonga del Mundo”. Pasaron por allí Robert Duvall, Liza Minelli, Joan Manuel Serrat, Raúl Alfonsín, Roberto Goyeneche, Osvaldo Pugliese y Juan Carlos Copes.
• El Río de la Plata de Villa Urquiza tiene ring para boxeo profesional. En el club se grabaron las tiras Campeones, Sin código y Sos mi hombre.
Fuente Redacción Z
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