El restaurante está lleno. No quedó mesa disponible y la gerencia, en prevención del aluvión de público, habilitó un salón contiguo que no se usaba hace tiempo. Se produjeron, incluso, algunos incidentes entre los que llegaron tarde, y los más fanáticos tuvieron que conformarse con formar fila en la puerta, esperando que un matrimonio mayor aparezca más temprano y se vaya rápido.
Todos esperan degustar el plato especial de la casa: Torneo Final 2013, sazonado a gusto del paladar de cada uno. Tienen camisetas variadas, se pueden contar hasta veinte y en algunos casos se repiten. Son los que simpatizan con Boca o River, que son más numerosos y parecen ser los más confiados en saborear las delicias del boliche futbolero. Es que dicen tener las ilusiones más grandes y, para avalarlo, muestran recortes de los diarios del verano con las noticias de las llegadas de Carlos Bianchi a Boca o del riojano Ramón Díaz a River.
Ellos, que han sido dueños del fútbol en buena parte de su historia, creen que pueden ser otra vez los que elijan de nuevo la comida para el futuro. Los que elaboraran el menú del nuevo restaurante. Tienen argumentos: que el Burrito Martínez, que la dupla que formará en ataque con el uruguayo Silva será una copia de la que hicieron en Vélez. Que Bianchi potenciará al chico Paredes hasta convertirlo en un nuevo Riquelme con el tiempo, que Ribair Rodríguez y el Chiqui Pérez le darán dureza y virilidad a la hora de la pelea contra los delanteros rivales, son argumentos de peso.
Los de River creen en la buena estrella de Ramón, en el aporte de un Trezeguet enchufado y en una convicción ofensiva que el cuadro no tuvo en los últimos tiempos. Por eso, los manjares pueden ser capitalizados con ellos, con postre y todo. Aunque claro, también andan rondando los comensales que tienen puesta la camiseta de Vélez, el último campeón, Racing y sus nuevos pibes, San Lorenzo y la revolución Tinelli, Lanús con un 9 que pinta para goleador como Ismael Blanco, sin dejar de lado las ilusiones de aquel que anda con la casaca albirroja de Estudiantes, el rojo furioso de Independiente y su temor a indigestarse con el plato del promedio, los soñadores eternos de Colón y Newell’s con camisetas que se diferencian apenas por el escudo y también el solitario comensal disfrazado con el azul y blanco de Godoy Cruz, esperando que Martín Palermo se convierta en el nuevo entrenador del futuro.
De hecho, todos un simple plato de milanesa con puré delante de sus ojos. Todos pueden disfrutar de un par de vasos de vino tinto o de la gaseosa que quieran. De postre hay flan y el pan alcanza para un par de rebanadas. Es lo justo y necesario, lo que tienen todos los participantes de este Torneo Final 2013 que no parece un imán especial. No hay plato especial, no hay condimentos exóticos ni postres artesanales para chuparse los dedos. No.
Apenas hay un puñado de ilusiones, una fe desmesurada y única como la que siempre sacude a los futboleros antes del comienzo de un nuevo campeonato. La mediocridad, el discreto encanto de cada plantel remite a descubrir cuál milanesa estaba en su punto justo de fritura, o qué flan tenía un poco más de caramelo. Solamente eso. Las ilusiones son peligrosas cuando son absolutamente desmesuradas. Ojalá este torneo no sea un ejemplo más de voluntarismo deportivo.
Torneo Final 2013: Lo difícil de vivir ilusionándose
Con equipos que no aportan más de lo justo y necesario, el hincha se esfuerza por seguir soñando.
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