Noche de paz, noche de amor…”, reza el villancico navideño, pero no siempre es así. Muchas veces las fiestas de navidad y año nuevo desatan estrés. En no pocas oportunidades, dan lugar incluso a confrontaciones y disgustos. Ocurre en las fiestas de fin de año, pero también en otros tipos de reuniones familiares en las que –por aquello de que ´la familia no se elige´– algunas personas sienten que se encuentran en un contexto más obligado que elegido. Como los días 24 y 31 de diciembre ocupan para todos el mismo casillero en el calendario –y el mandato cultural nos dicta que hay que pasarlos ´en familia´– es más probable percibir en estos días ese estado de ánimo un poco angustioso entre gente cercana a nosotros o en nosotros mismos.
¿Cómo sobrellevarlo, o superarlo, para no vivirlo repetidamente cada fin de año? Diario Z conversó con el psicoanalista Michel Sauval, que reconoce que entre diciembre y febrero aumentan las consultas por lo que él llama ´sorpresas´, generalmente vinculadas a las fiestas.
“Me refiero por ´sorpresa´ a un malestar, que puede ser una sensación o algo desatado por una pelea, un exceso o un disgusto, que marca una diferencia. Apartir de ahí, se va hilvanando una historia que revela que ´había algo más´, que la pregunta ´¿por qué estoy en un lugar donde no quiero estar?´ ya estaba presente desde antes”, dice Sauval, también director del sitio web especializado www.psicomundo.com. La entrevista se desarrolla en su consultorio, en el piso 21 de una torre con hermosa vista al barrio de Almagro.
“Lo que ocurre es que, en esas reuniones familiares, la gente se ve confrontada con problemas que nunca terminó de entender, tanto de su historia familiar como de sus elecciones”, y entonces es más común que se produzca el clic´que la acerque al diván. Esto se conjuga además con que el fin de año es, para muchos, la oportunidad de hacer un balance personal y que coincide con un pico de desgaste.
“No estamos hablando de situaciones donde prime el odio, sino que hay una mezcla de sentimientos. No todos los miembros de una familia se quieren por igual. En estos eventos, se agudiza lo que ya había, para bien o para mal”. Según Sauval, “de un modo u otro, todos nos representamos con qué nos vamos a encontrar, y son situaciones en las que nos vemos obligados a elegir. Aclaro: no elegir también es una elección”.
“Nuestras elecciones no las hacemos tampoco tan libremente, sino bajo determinadas condiciones. Ayuda mucho interrogarnos acerca de con quiénes queremos estar y con quiénes no, y además en qué contexto. Entonces, a partir de eso, se abre muchas veces una negociación con la pareja, los padres, los hijos, los hermanos o con quien corresponda, de acuerdo a cómo esté configurado nuestro entorno. El asunto es qué resignamos y qué no, y asumir lo que sería el costo que implican nuestras elecciones.”
No albergar esperanzas de que todo vaya a cambiar mágicamente en nuestras relaciones, dice Sauval, “introduce una racionalidad. La persona comprende entonces que hay una cuota de problemas y se prepara para sobrellevarlo”. Y recurre a la metáfora de evitar el mal enganche´ “Uno solamente puede cambiarse a sí mismo, y sólo por añadidura, a los otros. No se puede cambiar a los demás, eso sería engañarse. El elemento de cambio es uno mismo”, nos dice Sauval al final de la entrevista.
Indagar en nuestro interior, dialogar con los demás, comprender las diferencias… y ´tengamos las fiestas en paz´.
Cinco consejos
Identificar lo que nos motiva estrés, angustia o preocupación.
Elegir: con quienes queremos estar y con quienes no, y en que contextos.
Negociar: no podemos cumplir con las expectativas de todos ni tenemos por qué aceptar exigencias exageradas.
Si sabemos que hay una cuota de problemas, racionalicémoslos y vayamos preparados para sobrellevarlos y evitar el mal enganche.
No podemos cambiar a los demás pero podemos cambiar nosotros. El sujeto de cambio de nuestras relaciones somos nosotros mismos.
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