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TEMAS DE LA SEMANA

Tendencias: clubes de jazz, swing y espíritu clubber

Desde un espacio pionero mudado a San Nicolás, hasta la réplica de un bar de Palma de Mallorca.

Por Cristina Civale
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En la mítica La Cueva de los años 60 empezaron las primeras jam ses­sions, improvisaciones largas y alucinadas de los jóvenes jazzeros que en pocos años se con­vertirían en estrellas del panorama jazzístico nacional. Del Gato Bar­bieri al Mono Fontana. En los 70, en plena dictadura, abre en San Telmo un pequeño lugar, el templo del jazz porteño, Jazz & Pop, un lu­gar secreto de los hermanos Malo­setti, donde zapaban cada noche y hasta tarde figuras de nuestro país y cualquier jazzero del exterior que pasase por la ciudad. Allí im­provisaban gratis para un público fan. Jazz & Pop fue un lugar pione­ro y de resistencia en esos años de sangre y fuego. Hoy continúa pero instalado en San Nicolás, mante­niendo intacta su leyenda, fuera del circuito tradicional.
En Buenos Aires se cuentan con los dedos de la mano los ver­daderos espacios donde se toca jazz y sólo jazz. Hay muchos otros lugares que recurren a la músi­ca en vivo, mezclando tango con salsa y otros ritmos, pero de jazz puro, nobleza obliga, sólo pode­mos mencionar escasos cuatro.
Ala cabeza por buen gusto, va­riedad de programas, entradas ase­quibles y buen ambiente, se en­cuentra Thelonious, en Palermo, en Salguero al 1800. Allí en el pri­mer piso de lo que quizá haya sido un PH ahora reciclado, se erige este bar que de miércoles a sábado pre­senta programas de artistas locales e internacionales. Con una entrada que promedia los 20 pesos, tragos a precios razonables y una carta frugal -a diferencia de otros espa­cios, la cena no es obligatoria- se puede pasar un momento relajado en Thelonious, unas horas de puro disfrute donde la estrella es la mú­sica y donde el negocio, si es que existe, sólo pasa por difundir a los artistas locales y a los mejores del exterior que, como hace 40 años, tocaban en Jazz & Pop. Ahora eli­gen para terminar sus noches se­cretas el bar de Salguero.
Boris Club es en este ranking la segunda opción. Ubicado en el co­razón de Palermo Hollywood, con una escenario más bien teatral y con capacidad para 200 personas, es el único que cuenta con una banda de swing propia, la Boris Big Band, lo que es mucho decir. Los amantes del género pueden acce­der pagando una entrada de unos 50 pesos según quién esté invitado. Si bien la carta de tragos en nutri­da y alentadora, es difícil escapar a la consumición de la cena. Pensa­do más como un emprendimiento donde la música está presente pero en segundo plano, los tapeos, tra­go y cenas se llevan el primer lugar y la música aparece como una bue­na compañía para la ingesta. Con todo y muy a pesar de sus dueños, sus shows son para tener en cuen­ta ya que presentan bandas locales y es todo un acierto tener una ban­da propia que no falla.
Virasoro Bar tiene un perfil más bajo pero es también un reducto de puro jazz. Funciona en una casa art déco, reciclada por su dueño, el ar­quitecto Alejandro Virasoro. Suma a su oferta musical muestras de arte contemporáneo que van cam­biando cada tanto. De miércoles a domingos por la noche tienen lu­gar los shows y se ofrecen cervezas importadas, tapas, picadas, tragos y cenas. Es difícil, parece, escu­char jazz sin comer. Una pena que la música no esté en la delantera y que haya que redondear el negocio -no pedimos altruismo- con car­tas que se imponen casi como una consumición obligatoria. Dentro, el espacio es sencillo y si escapa­mos a la imposición del menú, Vi­rasoro tiene una variada oferta de shows, un newsletter eficiente que avisa de cada evento y un espacio en Facebook que cuenta con más de mil fans. Al lugar de Guatema­la al 4300 le perdonamos su carta por sus números locales rutilantes que también apuestan a la experi­mentación. La entrada oscila entre los 30 y 35 pesos y han rasgado sus instrumentos Paula Shocron, Rami­ro Penovi, Pablo Díaz Juan, Manuel Bayon, Norris Trío, Marcelo Gutfra­ind Trío y otros tantos.
Finalmente y algo más exclusi­vo, dentro del hotel Meliá de Reco­leta, en Posadas al 1200, se planta el Jazz Voyeur, una réplica del bar del mismo nombre ubicado en Pal­ma de Mallorca. Si bien la cena es de rigor, los números nacionales e internacionales son de lujo. No es de lo más económico que se en­cuentra en la ciudad (150 pesos una noche con cena por persona), pero vale la pena asistir al menos una vez eligiendo bien el programa. Ape­sar de estar dentro de un hotel per­tenencia, el espacio logra mantener su espíritu clubber y cierta imposta­da rebeldía. El músico Gabriel Sena­nes, líder de Senanes 3 -algo más que jazz pero sí una banda origi­nada en este ritmo-, ha tocado al menos por tres de estos lugares y afirma: «No importa tanto el espa­cio sino la sinergia que se arme con el público. No te preocupes por si comen o no. Todos los que van, lo hacen para escuchar música y no cualquier música. Como músico me siento halagado y agradecido.

DZ/LR

 

 

Fuente Redacción Z
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