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Shakespeare digital

Se suele decir que toda traducción es una traición a la lengua original. ¿Qué pasa cuando el traductor es Google? 

Por Paula Sabates
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Bueno señor, si lo vi cuando estaba viviendo en un color claro esta noche, voy a ir contigo al artículo en devolución”. Al oír esa frase, nadie pensaría que se trata de un pasaje de Hamlet, pieza magistral del emblemático William Shakespeare. Pero así es. ¿Cómo? Luego de que el texto original pasara por el siempre tan poco fiel traductor de Google. El artista argentino Mookie Tenembaum, también abogado e “inventor especializado en la web”, decidió desarrollar algunas de sus ideas sobre el lenguaje del arte en relación con las nuevas tecnologías y así llevó a cabo en Buenos Aires la performance audiovisual “Shakespeare by Google”. En ella tradujo esta y otras memorables frases del dramaturgo inglés a través de herramientas provistas por el programa online del buscador más famoso del mundo.
El espectáculo, que fue más bien un “experimento” que un show de entretenimiento, tuvo lugar el pasado fin de semana con una función el sábado y otra el domingo, ambas en el Centro Cultural Recoleta (para este año no hay más funciones programadas). Allí, en la sala del microcine, el cineasta Enrique Piñeyro, el arquitecto y escritor Gustavo Nielsen, el mago e ilusionista Fabián Stratas y el propio Tenembaum se turnaron para leerle al público conocidos monólogos de las obras Hamlet, Romeo y Julieta, El mercader de Venecia y Enrique VIII traducidos por Google. A la vez que recitaban los graciosos resultados, el público pudo leer, proyectados en la pared que los intérpretes tenían a sus espaldas, los verdaderos versos del famoso autor en sus versiones más aceptadas en español.
Resultó difícil para los espectadores prestar atención a lo proyectado y al mismo tiempo oír a los recitadores con atención. Pero no fue necesaria mucha concentración para darse cuenta de que se trataba de oraciones completamente distintas, con palabras, sujetos, acepciones y hasta sentidos completamente opuestos. Esto último fue más evidente cuando los cuatro performers leyeron juntos una escena de Hamlet, en la que ningún diálogo parecía tener sentido. También cuando se dividieron las oraciones del parlamento de un coro, lectura que cerró el espectáculo de un poco más de media hora de duración.
El objetivo de Tenenbaum no sólo fue demostrar el desfase que se produce entre un texto original y aquel que resulta de un programa que mecánicamente traduce palabra por palabra sin captar el significado global, sino también mostrar cómo ese mismo programa puede luego “traicionarse” a sí mismo. Y es que mientras los intérpretes leían los pasajes de Shakespeare, un sistema de fonetización trascribía lo que ellos decían y lo pasaba a texto. Al final del espectáculo, cada espectador pudo llevarse una hoja impresa con el resultado de esa transcripción. Lo curioso fue que no coincidía con lo que el mismo Google había traducido en una primera instancia.

 

 

Fuente Redacción Z
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