«En la mente del principiante, hay muchas opciones. En la del experto, apenas dos.”
La frase de arriba es un aforismo interesante, que en rigor expresa una brutalidad experiencial notable.
Nos hace pensar que una cosa es lo que uno enseña, los pasos del camino crítico, y los protocolos de los grandes profesores y gente famosa.
En tanto, otra cosa es la realidad concreta. Y para decirlo de una manera más asequible y, tal vez, más contundente: “El mapa, no es el territorio”.
Toda esta introducción, apunta a la cotidianeidad de las consultas por problemas sexuales de diversa índole que estamos acostumbrados a recibir en hospitales y consultorios.
Sin embargo, muchos alumnos principiantes preguntan o señalan cuestiones de este tenor: “Pero doctor, ¿no le pidió que se hiciera análisis hormonales?”. O también suelen expresar: “¿Doctor, pero no los derivó a Psiquiatría o no les recomendó ir al Departamento de Psicología?”
También se suele escuchar de parte de estos alumnos: “Estoy sorprendido doctor, apenas terminó dándole un placebo, nada más”.
Estas frases y otras también sugerentes, más un largo listado de preguntas acerca del accionar médico ante diversas quejas de índole sexual, suelen surgir de boca de alumnos principiantes de medicina o de psicología, que se encuentran haciendo sus “primeras armas”.
Ninguna de estas personas, hoy felices de portar diplomas universitarios hablilitantes en distintas especialidades médicas, preguntan ansiosos cuál es el medicamento, la opinión o el diagnóstico que permite aliviar, curar o directamente prevenir.
Si preguntaran, les respondería que hacemos algo que no existe en ningún “vademecum” de ningún laboratorio de especialidades medicinales, que tampoco existe en ninguna farmacia, y mucho menos en ningún tratado de Clínica médica o de Psicológica.
Le hemos dado Tiempo, así, con mayúscula. Nos hemos quedado escuchando atentamente las quejas sexuales de los pacientes, sus modalidades de aparición y de desarrollo.
También estuvimos muy atentos a la tristeza y preocupación que se escucha “entre líneas” cuando hablan sobre sus problemas. Y además hemos estado muy atentos a lo que delatan los gestos de los portadores de quejas y preocupaciones sexuales.
Ante este panorama, hemos tomado una decisión que, en principio, no habían entendido del todo los alumnos principiantes. La decisión con esos pacientes fue, simplemente, darles Tiempo.
Así, Tiempo, con mayúscula.
DZ/sc
Fuente Redacción Z
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