Si clasificamos a las personas de acuerdo con su manera de expresarse en la cama, podemos distinguir cuatro tipos básicos:
1) La mudita o el mudito
Sabemos que está arriba de nosotros porque nos pesa. Suelen ser personas que compartieron o comparten espacios pequeños con familiares o hijos. Con las paredes «de papel» hay que acostumbrarse, no queda otra. Generalmente cuando están en un hotel son más expresivos, a menos que se hayan acostumbrado demasiado. Están también los que dicen «te estoy sintiendo, no necesito decir nada» o «te tenés que dar cuenta de lo que me pasa, ¿no me oís suspirar antes de terminar?», lo que nos obliga a verificar los cambios de respiración para ver por dónde andan.
Algunos gemidos o signos de placer, definitivamente, ¡no vienen mal!
2) La romántica o el romántico
Son los que «hacen el amor», los que ponen velas y música suave, los que hablan de tus senos, de «las chicas», de «dale un besito al amigo». Los que te acarician suavemente y pueden estar horas rozándote apenitas el codo, los que te miran a los ojos. Son maravillosos porque te hacen sentir que les importás, que les gustás, y te dicen cosas preciosas.
Pero que a veces se equivocan y son los que solamente «hacen el amor» y, entonces, te la están metiendo por atrás a lo bestia y te dicen «qué linda que sos» (en un tono que no se condice con el acto). O te están partiendo contra una pared y te dicen «te amo». O estás ya a punto de tener el orgasmo, sentada arriba de ellos moviéndote a tu ritmo y te pasan el dorso de la mano por la cara con cara de perro apaleado y caída de ojos y vos pensás: «¡No, ternura no! ¡Ahora no!».
3) La guarra o el guarro
Un clásico «chupame la…», «vení que te parto el….» o «sos mi p….». Dentro de ésos hay para todos los gustos, están los que suman y están los que se van de mambo. Están los que se mandan de una con las groserías desde el primer día sin medir con quien están o qué le gusta a la otra persona y están los que aprecian una palabra bien puesta en el momento justo.
4) La contadora y el contador de historias
Ahí la sexualidad cambia completamente. Empieza a trabajar el cerebro y el cuerpo es sólo una herramienta. Esas historias o fantasías enriquecen el sexo y hacen que la unión sea más fuerte, siempre y cuando estén ambos «en la misma frecuencia». En este rubro entran también aquellos a quienes les gusta que les cuesten historias.
Todas estas formas son combinables entre sí según el momento y la situación, aunque a veces (como me ha pasado) cueste entender cómo se puede estar «haciendo el amor» mientras se está teniendo sexo salvaje y apasionado y fantaseando con cosas picantes.
EL VALOR DE LAS PALABRAS
Las palabras tienen un valor especial, dichas en la cama o en ciertas condiciones previas al juego erótico o al acto sexual. Pueden erotizarnos o sacarnos de clima, de acuerdo con el contenido, el tono y el momento.
Buscá las palabras que te eroticen, que te calienten. Y aprendé a reconocer las que no. Buscá esas palabras que te gustan y activan en vos un calor especial. Conocer qué te calienta es conocerte un poco más y saber pedir en el momento adecuado lo que querés.
Ninguna palabra o frase va a estar mal, siempre que los estimule a ambos. Algunas frases o palabras van a sonar bien en tu oído y otras te parecerán fuera de lugar o dichas en el momento equivocado. Pero cuando compartís con tu pareja un lenguaje similar, que les guste a los dos se siente como si descubrieras un mundo nuevo, ¡porque empezás a estimular el cerebro! Y el cerebro es, precisamente, el órgano sexual más importante.
Y así, como es muy molesto que el señor en cuestión se la pase preguntando todo el tiempo: «¿Te gusta? ¿Así está bien? ¿Seguro? Mirá que si no cambio», un hombre gentil o una mujer que manejen las sutilezas del lenguaje serán sin duda muy bien recordados.
DZ/LR
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