La compulsión, en general, es un trastorno de lo más común. Puede aplicarse a varios aspectos, entre otros la vida sexual. En todos los casos tiene que ver con la ansiedad. ¿De qué modo? La ansiedad genera pensamientos intrusivos, recurrentes y persistentes que, para liberarlos, llevan a la compulsión. Así de simple y complicado a la vez. Estas características del trastorno compulsivo producen inquietud, aprensión, temor y/o preocupación. De ahí surgen las conductas repetitivas, los modos de comportarse que, finalmente, terminan siendo compulsiones y están dirigidos a reducir la ansiedad asociada.
La ciencia médica no conoce la causa exacta del origen del trastorno de compulsión. Los factores que pueden jugar un papel importante incluyen desde lesiones en la cabeza hasta infecciones y funcionamiento anormal en ciertas áreas del cerebro. Los genes y los antecedentes familiares también podrían jugar un fuerte papel. La mayoría de las personas que desarrollan algún tipo de trastorno compulsivo muestra los primeros síntomas alrededor de los 30 años.
Los pacientes con esta patología en general son de género masculino. Lo que les sucede, puntualmente, es que no pueden dejar de pensar todo el día en su objeto de compulsión. En el caso del sexo, la mente insiste con posiciones, maneras diversas de excitarse, adicción a la pornografía, creer que lo que se ve es la realidad, masturbarse varias veces al día.
Lo mejor, en estos casos, es entrar a una terapia psicológica y sostenerla durante muchos años, aun en el caso de que se perciba sólo una escasa mejoría. Un tratamiento posible es la medicación psicofarmacológica, muy útil para el control de los síntomas, pero imposible de dejar, porque siempre sobreviene una recaída.
La mayoría de las personas con un trastorno de compulsión sexual, entonces, necesitará estar en tratamiento psicológico y paralelamente medicarse. Ambas cosas por tiempo indefinido.
El antidepresivo tricíclico clomipramina suele ser útil en la mayoría de los casos. Los psicofármacos de segunda generación, que son utilizados hoy en día, se llaman inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. Estudios extensos han demostrado que estos inhibidores favorecen, al menos ligeramente, a casi el 80 por ciento de los pacientes.
Fuente Redacción Z
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