Este verano se desataron sobre la ciudad versiones suaves de las plagas bíblicas. En febrero, fueron los mosquitos los que aparecieron en masa. Después llegaron las polillas. Diario Z preguntó a un especialista qué hay detrás de esa invasión.
¿Por qué este verano se multiplicaron tanto los insectos?
Los insectos son animales que se llaman ectotermos. Es decir, no pueden regular la temperatura de su cuerpo. El ser humano siempre tiene una temperatura de 36 grados o 36 grados y medio, aunque esté en la Antártida o en el centro del Ecuador, donde hace 45 grados. Los insectos –como muchos otros animales ectotermos, por ejemplo los reptiles– dependen de la temperatura ambiental. Por eso, las variables de las temperaturas ambientales son muy importantes para su distribución geográfica. Un insecto que habita en zonas de temperaturas bajas no puede sobrevivir en el Ecuador.
¿Cómo influyó esto en la proliferación de insectos en la ciudad?
Los insectos tienen ciclos de vida muy cortos: desde el huevo hasta que el insecto adulto pone otro huevo, puede pasar un lapso muy breve. Un caso extremo es el de la mosca de la fruta, que tal vez en una semana tiene todas las generaciones. Y si eso justo coincide con las variables térmicas y de humedad perfectas para su reproducción, en dos semanas se puede pasar de una población normal a una explosión demográfica.
¿Se aceleran los tiempos biológicos?
Exacto. Los mosquitos y las polillas, en general, también tienen ciclos de vida cortos. Ese factor es clave para entender por qué un cambio de temperatura y de humedad, como el que se registró este verano en Buenos Aires, que fue muy cálido, hizo que, por ejemplo, se multiplicara la población de mosquitos. Además, al llover mucho, se facilitó la existencia de cuerpos de agua donde los mosquitos depositan sus larvas. En realidad, todos los veranos ocurre lo mismo. Pero este año hubo una explosión demográfica de insectos, producida casi exclusivamente por el aumento de la temperatura y de la humedad. De ese modo, un pequeño cambio con respecto a otros veranos hizo que se produjera una explosión demográfica más grande que las habituales.
En el caso de las polillas, ¿no hubo ningún otro factor que favoreciera la multiplicación?
En un momento se dijo que una de las causas que también había influido era que faltaba un predador. Es una posibilidad, porque toda la cadena alimenticia está regulada entre sí, de modo que si uno saca un eslabón genera todo un corrimiento. Pero no creo que eso haya sucedido en este caso. Creo que esta invasión de polillas estuvo ocasionada básicamente por las variables ambientales.
¿Entonces, los cambios climáticos pueden estar generando modificaciones en la población de insectos?
En una ciudad como Buenos Aires los insectos que hay son más “urbanos”. Las hormigas, los mosquitos y las cucarachas se adaptan al nuevo ambiente humano sin ningún problema. A la cucaracha no le molesta que no haya más selva, porque igual encuentra su hábitat en la ciudad. En cambio la polilla, salvo la de la ropa, es un insecto más de campo, porque la larva necesita ambientes naturales donde haya plantas.
¿Y cómo se multiplicaron de esta manera en Buenos Aires?
Lo que ocurrió es que las mismas condiciones ambientales que aceleraron los metabolismos de las larvas para que se convirtieran en adultas en menos tiempo, también hicieron crecer más las plantas y entonces probablemente las larvas tuvieron más posibilidades de alimentarse y las hembras más lugares para depositar los huevos. Todos esos factores generaron una explosión demográfica de las polillas.
Nada de eso significa que haya una modificación en el ecosistema de los insectos.
El ecosistema es muy fuerte. Este seudodesequilibrio del ambiente que tenemos ahora durará muy poco tiempo más. Los millones de larvas de las nuevas polillas no van a tener dentro de un mes tanto alimento ni sustratos para sobrevivir como tienen en este momento. Por eso, está explosión demográfica de insectos en Buenos Aires, si bien es muy molesta, es estacional. En pocas semanas la población de polillas va a empezar a disminuir.
Los veranos cada vez más cálidos y húmedos, ¿pueden hacer más resistentes a los insectos?
No. Para que un insecto se haga más resistente tiene que haber un cambio genético, que vaya pasando a las otras generaciones. Por ejemplo, si en Buenos Aires pasáramos a tener marcas de 35 grados y mucha humedad durante tres años seguidos, aun en invierno, entonces al pasar varias generaciones las especies más resistentes –por una cuestión de variabilidad genética o por una mutación– sobrevivirían, mientras que otras, acostumbradas a vivir a 25 grados, se irían muriendo. Pero eso no está ocurriendo.
Usted se dedica al estudio de la vinchuca. ¿En Buenos Aires hay estos insectos?
Sí. Hay vinchucas desde el norte hasta la Patagonia. En total, hay más de 130 especies de vinchucas. Y todas son capaces de transmitir la enfermedad. Hay una especie que es la que más nos interesa epidemiológicamente –Triatoma infestans–, porque por su genética vive muy asociada al hombre. Necesita casas con techos de materia vegetal o paredes con muchas grietas. En la ciudad de Buenos Aires no hay posibilidades de trasmisión de la enfermedad porque la arquitectura que tiene no soporta una población de vinchucas. Pero el clima no es el impedimento, es una zona apta. En la provincia de Buenos Aires, si bien no es común, se han encontrado vinchucas en algunas villas.
¿Hay nuevas especies de insectos en la ciudad?
Todo el tiempo hay nuevas especies. No es que aparecen de un día para el otro, sino que lo hacen en plazos evolutivos largos. De hecho, conocemos alrededor del 20 por ciento de todas las especies de insectos. Hay algunos tan chiquitos que si un entomólogo no los empieza a estudiar, no nos enteramos de que existen. También, así como aparecen nuevas especies, otras se extinguen y en algunos casos ni lo advertimos. Es un proceso natural.
Este verano se empezaron a ver lagartijas –geckos- que antes sólo se veían esporádicamente cerca de espejos de agua, o en los negocios.
Lo que ocurre es que se generan condiciones aptas para algunas especies. Las lagartijas también son ecotermos, con ciclos de vida cortos. Y son especies oportunistas de las condiciones ambientales de altas temperaturas y humedad. Igual que en el caso de los insectos, al ciclo de vida corto se suma el hecho de tener tres meses de una condición ambiental muy favorable, que alcanza para que se multiplique muy fuertemente la población. Pero cuando esas condiciones pasan, la población vuelve a lograr su equilibrio. No hay forma de que se mantenga una población mayor, a menos que sigan las condiciones ambientales que antes hicieron que se multiplicara.
Usted mencionaba que mientras aparecen algunas especies nuevas, otras se extinguen. Hace varios años que se ven muy pocas mariposas. ¿A qué se debe?
En ese caso habría que pensar en el hábitat. Una gran ciudad como Buenos Aires, que tiene tanta superficie cubierta de cemento. Las larvas de estos insectos se alimentan de plantas y en una ciudad ése es un factor que complica su desarrollo, porque no hay tantas plantas disponibles. Ese tipo de situaciones puede ir generando corrimientos de la línea de distribución geográfica de una especie. Por ejemplo, una mariposa que habitaba desde el norte de Sudamérica hasta el sur de Buenos Aires, cuando van cambiando las condiciones puede empezar a ocupar un nuevo territorio desde el norte de Sudamérica hasta Formosa. Esto sucede por los cambios en las condiciones climáticas y también por las condiciones del hábitat en las grandes ciudades, donde cada vez hay más cemento y menos ambientes naturales. También incide la contaminación. No es que estas especies migran, se mueren, entonces se corre la línea de distribución geográfica hacia donde están las condiciones de clima más favorables para su desarrollo. De todos modos, estos procesos siempre son muy largos.
¿Qué perspectivas abren estos cambios climáticos? ¿Cabe esperar cada verano la llegada masiva de otros insectos como sucedió con las polillas?
Es posible que cada verano estos fenómenos vuelvan a ocurrir. Sobre todo con los insectos que dependen tanto de las condiciones ambientales. Pero no creo que sean fenómenos que pasen más allá de una explosión demográfica estacional, como en este caso de la invasión de polillas. Todo sistema tiende al autoequilibrio, se regula a sí mismo.
Perfil
Sebastián Minoli (42) es biólogo, investigador del Conicet y trabaja en el Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. En 1999 se graduó como Licenciado en Ciencias Biológicas y en 2004 teminó su doctorado en Biología. En 2005 se radicó en Francia junto con su esposa, también bióloga, y trabajó primero en el Instituto de Investigación sobre la biología de insectos, en la ciudad de Tours, y luego en INRA, cerca de París, en un programa de estudio de mariposas que son plaga en los campos de algodón de Francia. En 2009 regresó al país por medio del programa PIDRI de repatriación de científicos. En la actualidad integra el equipo del Laboratorio de Fisiología de Insectos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. En ese laboratorio se investigan los diferentes aspectos de la biología sensorial de las vinchucas, los insectos que trasmiten el Mal de Chagas. Entre otros aspectos, se estudia cómo las vinchucas utilizan información del medio ambiente en diferentes contextos para alimentarse, escoger refugio y buscar pareja. También se investiga si tienen capacidad para recordar y para aprender.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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