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TEMAS DE LA SEMANA

Sebastián Minoli: “La explosión de insectos es muy molesta pero estacional”

Mosquitos y polillas tomaron por asalto la ciudad porque el verano fue más cálido y lluvioso que lo habitual, explica el experto. En cambio, se ven pocas
mariposas porque cada vez encuentran menos plantas con las que alimentarse.

Por Eduardo Diana
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Este verano se desata­ron sobre la ciudad versiones suaves de las plagas bíblicas. En fe­brero, fueron los mosquitos los que aparecieron en masa. Des­pués llegaron las polillas. Diario Z preguntó a un especialista qué hay detrás de esa invasión.

¿Por qué este verano se multi­plicaron tanto los insectos?

Los insectos son animales que se lla­man ectotermos. Es decir, no pue­den regular la temperatura de su cuerpo. El ser humano siempre tie­ne una temperatura de 36 grados o 36 grados y medio, aunque esté en la Antártida o en el centro del Ecuador, donde hace 45 grados. Los insectos –como muchos otros animales ectotermos, por ejemplo los reptiles– dependen de la tem­peratura ambiental. Por eso, las va­riables de las temperaturas ambien­tales son muy importantes para su distribución geográfica. Un insecto que habita en zonas de temperatu­ras bajas no puede sobrevivir en el Ecuador.

¿Cómo influyó esto en la proli­feración de insectos en la ciu­dad?

Los insectos tienen ciclos de vida muy cortos: desde el huevo has­ta que el insecto adulto pone otro huevo, puede pasar un lapso muy breve. Un caso extremo es el de la mosca de la fruta, que tal vez en una semana tiene todas las gene­raciones. Y si eso justo coincide con las variables térmicas y de humedad perfectas para su reproducción, en dos semanas se puede pasar de una población normal a una explo­sión demográfica.

¿Se aceleran los tiempos bio­lógicos?

Exacto. Los mosquitos y las poli­llas, en general, también tienen ciclos de vida cortos. Ese factor es clave para entender por qué un cambio de temperatura y de humedad, como el que se regis­tró este verano en Buenos Aires, que fue muy cálido, hizo que, por ejemplo, se multiplicara la pobla­ción de mosquitos. Además, al llover mucho, se facilitó la exis­tencia de cuerpos de agua donde los mosquitos depositan sus lar­vas. En realidad, todos los veranos ocurre lo mismo. Pero este año hubo una explosión demográfi­ca de insectos, producida casi ex­clusivamente por el aumento de la temperatura y de la humedad. De ese modo, un pequeño cam­bio con respecto a otros veranos hizo que se produjera una explo­sión demográfica más grande que las habituales.

En el caso de las polillas, ¿no hubo ningún otro factor que favoreciera la multiplicación?

En un momento se dijo que una de las causas que también había influi­do era que faltaba un predador. Es una posibilidad, porque toda la ca­dena alimenticia está regulada en­tre sí, de modo que si uno saca un eslabón genera todo un corrimien­to. Pero no creo que eso haya su­cedido en este caso. Creo que esta invasión de polillas estuvo ocasio­nada básicamente por las variables ambientales.

¿Entonces, los cambios climá­ticos pueden estar generan­do modificaciones en la pobla­ción de insectos?

En una ciudad como Buenos Aires los insectos que hay son más “ur­banos”. Las hormigas, los mosqui­tos y las cucarachas se adaptan al nuevo ambiente humano sin nin­gún problema. A la cucaracha no le molesta que no haya más selva, porque igual encuentra su hábitat en la ciudad. En cambio la polilla, salvo la de la ropa, es un insec­to más de campo, porque la lar­va necesita ambientes naturales donde haya plantas.

¿Y cómo se multiplicaron de esta manera en Buenos Aires?

Lo que ocurrió es que las mismas condiciones ambientales que acele­raron los metabolismos de las larvas para que se convirtieran en adultas en menos tiempo, también hicieron crecer más las plantas y entonces probablemente las larvas tuvieron más posibilidades de alimentarse y las hembras más lugares para de­positar los huevos. Todos esos fac­tores generaron una explosión de­mográfica de las polillas.

Nada de eso significa que haya una modificación en el ecosis­tema de los insectos.

El ecosistema es muy fuerte. Este seudodesequilibrio del ambien­te que tenemos ahora durará muy poco tiempo más. Los millones de larvas de las nuevas polillas no van a tener dentro de un mes tanto ali­mento ni sustratos para sobrevivir como tienen en este momento. Por eso, está explosión demográfica de insectos en Buenos Aires, si bien es muy molesta, es estacional. En po­cas semanas la población de polillas va a empezar a disminuir.

Los veranos cada vez más cáli­dos y húmedos, ¿pueden hacer más resistentes a los insectos?

No. Para que un insecto se haga más resistente tiene que haber un cambio genético, que vaya pasan­do a las otras generaciones. Por ejemplo, si en Buenos Aires pasá­ramos a tener marcas de 35 gra­dos y mucha humedad durante tres años seguidos, aun en invier­no, entonces al pasar varias ge­neraciones las especies más re­sistentes –por una cuestión de variabilidad genética o por una mutación– sobrevivirían, mientras que otras, acostumbradas a vivir a 25 grados, se irían muriendo. Pero eso no está ocurriendo.

Usted se dedica al estudio de la vinchuca. ¿En Buenos Aires hay estos insectos?

Sí. Hay vinchucas desde el nor­te hasta la Patagonia. En total, hay más de 130 especies de vinchucas. Y todas son capaces de transmitir la enfermedad. Hay una especie que es la que más nos interesa epidemiológicamen­te –Triatoma infestans–, porque por su genética vive muy asociada al hombre. Necesita casas con te­chos de materia vegetal o paredes con muchas grietas. En la ciudad de Buenos Aires no hay posibilida­des de trasmisión de la enfermedad porque la arquitectura que tiene no soporta una población de vinchu­cas. Pero el clima no es el impedi­mento, es una zona apta. En la pro­vincia de Buenos Aires, si bien no es común, se han encontrado vinchu­cas en algunas villas.

¿Hay nuevas especies de in­sectos en la ciudad?

Todo el tiempo hay nuevas espe­cies. No es que aparecen de un día para el otro, sino que lo hacen en plazos evolutivos largos. De hecho, conocemos alrededor del 20 por ciento de todas las especies de in­sectos. Hay algunos tan chiquitos que si un entomólogo no los em­pieza a estudiar, no nos enteramos de que existen. También, así como aparecen nuevas especies, otras se extinguen y en algunos casos ni lo advertimos. Es un proceso natural.

Este verano se empezaron a ver lagartijas –geckos- que antes sólo se veían esporádicamente cerca de espejos de agua, o en los negocios.

Lo que ocurre es que se generan condiciones aptas para algunas es­pecies. Las lagartijas también son ecotermos, con ciclos de vida cor­tos. Y son especies oportunistas de las condiciones ambientales de al­tas temperaturas y humedad. Igual que en el caso de los insectos, al ci­clo de vida corto se suma el hecho de tener tres meses de una condi­ción ambiental muy favorable, que alcanza para que se multiplique muy fuertemente la población. Pero cuando esas condiciones pa­san, la población vuelve a lograr su equilibrio. No hay forma de que se mantenga una población mayor, a menos que sigan las condiciones ambientales que antes hicieron que se multiplicara.

Usted mencionaba que mien­tras aparecen algunas espe­cies nuevas, otras se extin­guen. Hace varios años que se ven muy pocas mariposas. ¿A qué se debe?

En ese caso habría que pensar en el hábitat. Una gran ciudad como Buenos Aires, que tiene tanta su­perficie cubierta de cemento. Las larvas de estos insectos se alimen­tan de plantas y en una ciudad ése es un factor que complica su desarrollo, porque no hay tantas plantas disponibles. Ese tipo de si­tuaciones puede ir generando co­rrimientos de la línea de distribu­ción geográfica de una especie. Por ejemplo, una mariposa que ha­bitaba desde el norte de Sudamé­rica hasta el sur de Buenos Aires, cuando van cambiando las condi­ciones puede empezar a ocupar un nuevo territorio desde el norte de Sudamérica hasta Formosa. Esto sucede por los cambios en las con­diciones climáticas y tam­bién por las condiciones del hábitat en las grandes ciudades, donde cada vez hay más cemento y menos ambientes naturales. Tam­bién incide la contamina­ción. No es que estas especies mi­gran, se mueren, entonces se corre la línea de distribución geográfica hacia donde están las condiciones de clima más favorables para su desarrollo. De todos modos, estos procesos siempre son muy largos.

¿Qué perspectivas abren estos cambios climáticos? ¿Cabe es­perar cada verano la llegada masiva de otros insectos como sucedió con las polillas?

Es posible que cada verano estos fenómenos vuelvan a ocurrir. So­bre todo con los insectos que de­penden tanto de las condiciones ambientales. Pero no creo que sean fenómenos que pasen más allá de una explosión demográfi­ca estacional, como en este caso de la invasión de polillas. Todo sis­tema tiende al autoequilibrio, se regula a sí mismo.

Perfil

Sebastián Minoli (42) es biólogo, investi­gador del Conicet y trabaja en el Depar­tamento de Biodiversidad y Biología Experi­mental de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. En 1999 se graduó como Licenciado en Ciencias Biológicas y en 2004 teminó su doctorado en Biología. En 2005 se radicó en Francia junto con su esposa, tam­bién bióloga, y trabajó primero en el Instituto de Investigación sobre la biología de insectos, en la ciudad de Tours, y luego en INRA, cerca de París, en un programa de estudio de mari­posas que son plaga en los campos de algo­dón de Francia. En 2009 regresó al país por medio del programa PIDRI de repatriación de científicos. En la actualidad integra el equipo del Laboratorio de Fisiología de Insectos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. En ese laboratorio se investigan los di­ferentes aspectos de la biología sensorial de las vinchucas, los insectos que trasmiten el Mal de Chagas. Entre otros aspectos, se estudia cómo las vinchucas utilizan información del medio ambiente en diferentes contextos para alimentarse, escoger refugio y buscar pareja. También se investiga si tienen capacidad para recordar y para aprender.

DZ/rg

Fuente Redacción Z
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