La noche porteña ya no será la misma: la luz amarillenta que da color a la Ciudad será reemplazada por una luz blanca potente que cambiará el paisaje nocturno. Luego de que el Gobierno de la Ciudad culmine con el recambio de unas 91 mil luminarias de sodio (72 por ciento del total) por faroles LED, Buenos Aires se convertirá –según el Ministerio de Ambiente y Espacio Público– en una de las “ciudades del mundo con mayor cantidad de lámparas LEDintroducidas en la red de alumbrado público”.
¿Eso es bueno o es malo? En principio, se trata de una inversión de 291 millones de pesos en tres años. El Gobierno justificó esta decisión en dos aspectos: el económico y el ecológico. Según información oficial, la Ciudad paga actualmente 100 millones de pesos de electricidad por alumbrado y 70 millones de pesos por mantenimiento. “Se espera reducir el consumo de electricidad entre un 45/50 por ciento y el de mantenimiento en un 25/30 por ciento”, explican. Y agregan que el LEDasegura “mayor eficiencia: mayor vida útil, menor consumo, bajo costo de mantenimiento, mayor poder lumínico. Con esto, nos acercamos a nuestra meta de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y también a bajar costos operativos”, señaló el ministro Diego Santilli.
Cuando Diario Z le pidió al ministerio de Ambiente los informes técnicos que dieron sustento a la decisión de cambiar radicalmente en la iluminación urbana, el Ministerio no respondió la pregunta: se limitó a enumerar potenciales ventajas de esa tecnología sin especificar en qué se basaba. Además, ofrecieron una lista de ciudades que ya encararon esta conversión tecnológica: Los Ángeles y Boston (EE.UU.), Sídney (Australia) y Hsinchu (Taiwán), entre otras.
En verdad, no existen estudios concluyentes sobre la tecnología LED aplicada a la iluminación de exteriores y hay voces encontradas respecto de sus efectos en la visión humana y sobre sus virtudes ecológicas. Tampoco hay consenso sobre las ventajas económicas que acarrearía.
NI SALUD
Diario Z consultó especialistas de dos universidades –la Nacional de Tucumán y la de Valencia– y accedió a informes de la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de Francia (Anses) y la ong norteamericana que se ocupa de la polución lumínica International Dark-Sky Association (IDSA). También consultó a dos oftalmólogos argentinos, quienes a su vez facilitaron estudios de Japón, España, Francia y los Estados Unidos.
El objetivo de estas investigaciones fue evaluar el impacto de la luz blanca emitida por el LED. La agencia francesa determinó en 2011 que los nuevos dispositivos LED “utilizan diodos electroluminosos que tienen efectos negativos sobre la vista. Los LED de luz blanca utilizan una alta proporción de luz azul, cuya luminosidad es muy alta, produciendo deslumbramiento y estrés tóxico para la retina”. Y agrega: “En estos sistemas de iluminación la intensidad lumínica puede llegar a ser hasta mil veces mayor que en los sistemas tradicionales y los niños son especialmente sensibles a este riesgo ya que su cristalino está todavía en desarrollo y es incapaz de filtrar la luz de manera eficiente”. Otro grupo de riesgo, según Anses, son las personas operadas de cataratas y quienes tienen fotosensibilidad.
Luciano Berretta es especialista en retina y vítreo, e integrante de Sociedad Argentina de Oftalmología (SAO). Coincide en que “la exposición al LED puede resultar peligrosa en niños”, pero advirtió que “no existen estudios de este tipo en la Argentina y muy pocos a nivel mundial”. Y fue cauto a la hora de dar su veredicto sobre el impacto de estas luminarias instaladas en la calle: “Todo va a depender de la calidad de los focos y de que sean instalados por personal calificado porque el mal uso o el uso indiscriminado, la alta exposición, puede generar daños oculares”.
En tanto, Nicolás Levaggi –médico del Hospital Oftalmológico Lagleyze– señaló que “la exposición al LED de pacientes predispuestos puede generar maculopatía, una enfermedad irreversible que afecta a la parte central de la retina”. Levaggi considera que es necesario estudiar a las poblaciones que se exponen a este tipo de luz para cuantificar el riesgo real.
ISDA, una organización norteamericana que desde 1988 se dedica a “advertir los peligros de la contaminación lumínica”, también desaconseja el uso de LED: según informa, “el reemplazo de las luces exteriores existentes (principalmente de sodio a presión) con recursos que emiten luz blanca y azul (tecnología LED) no es prudente dado el impacto negativo ambiental y humano que puede resultar”.
La ong critica a los fabricantes que promueven la iluminación urbana con LED y señala que su poder de lobby es suficiente como para haber logrado que en 2009 la Unión Europea (UE) ordenara reemplazar las luminarias por nuevos faroles LED. En total, se calcula que en Europa serían sustituidas unos 8 mil millones de bombillas.
Según estimaciones del mercado, la nueva vedette de la industria eléctrica actualmente representa casi el 30 por ciento de la facturación total del sector, pero se proyecta que pronto llegará al 50 por ciento. En el 2020, estiman, representará un 60 por ciento de los ingresos de esa industria.
Acatando la recomendación de la Unión Europea, a fines de 2012, 211 de los 266 ayuntamientos de la provincia de Valencia resolvieron cumplir con el recambio tecnológico. Se proyectó una inversión de 30 millones de euros para comprar alrededor de 150 mil bombillas LED.
La Universidad de Valencia encaró entonces un estudio (“La contaminación lumínica generada por LED blancos”) que descubrió algunos problemas reforzando el viejo refrán de que no todo lo que brilla es oro. El coordinador de ese informe, el catedrático Enric Marco Soler, dialogó vía mail con Diario Z y subrayó la ausencia de estudios sobre el costo/beneficio de la tecnología LED.
“No se ha hecho ninguno”, explicó Marco, quien además se explayó sobre las desventajas para los seres humanos: “El cuerpo se adapta a los ciclos día/noche a través de un mecanismo que se encuentra en la glándula pineal. El transmisor de la información es la hormona melatonina que sólo se segrega en horas nocturnas. Sin embargo, si se detecta alguna luz blanca o azul durante la noche, se inhibe la producción de melatonina ya que se interpreta que es de día y, por ello, en vigilia. El efecto de esta cronodisrupción sobre la salud es el envejecimiento prematuro, problemas cardíacos, alteración del sueño, deterioro cognitivo, trastornos afectivos. Además, niveles bajos de melatonina en sangre pueden inducir el crecimiento de algunos tipos de cáncer”.
También puso en duda los beneficios ecológicos: “Lo del impacto ambiental positivo no lo entiendo. ¿Se refiere a que, como duran más, su construcción y uso implica un impacto menor en la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera? Esto es la historia de siempre. Todavía no he visto un estudio serio sobre esa afirmación”.
NI DINERO
Si las dudas arrecian sobre el impacto en la salud humana, las referidas al aspecto económico no se quedan atrás. El Gobierno de la Ciudad es categórico: se reducirá a la mitad el gasto de energía. Además, el ministro Santilli afirma que se bajarán costos operativos en el mantenimiento. La Ciudad contará con un centro de Telegestión (se ocupará del monitoreo digital desde un espacio unificado) que ayudará a reducir el costo -que hoy le insumen unos 70 millones de pesos a las arcas porteñas- en un 30 por ciento. Las dudas sobre el costo beneficio planteadas por la Universidad de Valencia fueron reforzadas por un estudio realizado por el jefe del Departamento de Luminotecnia Luz y Visión de la Universidad Nacional de Tucumán, Eduardo Manzano. Este último presentó un informe durante el Congreso Internacional Lux América realizado en Cartagena de Indias (Colombia) el año pasado. “La decisión de reemplazar luminarias eficientes de sodio o mercurio halógeno cerámico por LED, no es una alternativa económicamente conveniente. Su reemplazo es una decisión política sin respaldo técnico hoy por hoy”, dijo a DIARIO Z el investigador tucumano.
Manzano comparó ventajas y desventajas económicas de distintas alternativas de sistemas de iluminación urbana: luminarias con lámparas de sodio de alta presión (luz amarillenta tradicional del alumbrado vial), luminarias con lámparas de mercurio halógeno con quemador cerámico (luz blanca cálida neutra o fría), luminarias con lámparas de inducción (luz blanca también), luminarias con lámparas de plasma (luz blanca) y luminarias LED (luz blanca).
Las instalaciones de estas diversas tecnologías debían satisfacer los requerimientos luminotécnicos de las normas IRAM-AADL Argentina en cuatro tipos de vías de tránsito: autopistas, rutas, calles secundarias y calles residenciales. Salvo la luminaria de sodio de alta presión, todas las demás producen luz blanca.
El resultado fue que “la tecnología LED, desde el punto de vista de eficiencia energética, ha igualado a las luminarias de sodio de alta presión, mercurio halógeno y plasma, pero los costos no justifican todavía su implantación, pues no hay beneficio para amortizar la gran inversión que requieren, aún en el supuesto que no fallaran y sobrevivieran más de veinticinco años”.
Manzano también cuestionó que las LED pueden tener una vida útil de entre 50 mil y 100 mil horas o más, como afirma el gobierno porteño. “Son afirmaciones de fabricantes inescrupulosos”, señaló Manzano e indicó que “los más serios le reconocen una vida útil de 25 mil horas”.
Fuente Redacción Z
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