Gracias a Mauricio Macri, a los problemas del subte se les sumó el cierre de la Línea A por dos meses y el nuevo tarifazo a 3,50 pesos. El cierre es innecesario y al tarifazo hay que enfrentarlo con movilización social. Pero el debate de fondo es otro.
Si las privatizaciones del menemismo resultaron un fracaso, el transporte es el mejor ejemplo, tanto en los ferrocarriles como en el subterráneo. El subte porteño arrancó en 1913, hace casi un siglo. Nació y avanzó como un servicio público y estatal. ¿Funcionó como corresponde? No siempre. ¿Creció lo necesario? Evidentemente, no. Pero lo que es indiscutible es que a partir de la privatización de 1994 el subte se ha venido deteriorando sin pausa.
Con la nueva ley de Macri, que además del PRO lamentablemente la aprobaron también otros bloques opositores, no habrá ninguna mejora efectiva en ampliación de las líneas, frecuencias, horarios ni seguridad. Eso sí: desde marzo, el subte será más caro. A lo que ya pagamos mediante la suba del ABL, los peajes y las patentes habrá que sumarle el mayor precio del boleto.
Es que la lógica capitalista siempre privilegia el negocio privado, no el servicio público. Por eso los subsidios estatales recibidos año tras año no fueron a parar a mejorar el servicio, sino al bolsillo de la concesionaria Metrovías, del poderoso Grupo Roggio. Si hubiera una auditoría seria, la privada debería devolvernos plata.
¿Es posible otro modelo, que priorice la función social del subte y nos permita viajar mejor? Sin duda. Por eso en marzo, apenas se reabra la Legislatura, volveré a presentar mi proyecto de ley de reestatización con control social. Y no es una cuestión ideológica, sino concreta. La Ciudad tiene su empresa estatal, Sbase, que en vez de concesionarle el subte a un privado puede operarlo directamente. Las inversiones irían a ampliar y mejorar la red. Y para evitar que desde dentro de la empresa estatal se favorezca algún curro privado, como solía pasar, habría una comisión de control integrada por pasajeros y trabajadores.
En París, Madrid, Barcelona, Nueva York, San Pablo, Moscú, Pekín y muchas otras capitales del mundo el subterráneo es estatal. En París, cuyo subte es uno de los mejores del mundo y en su directorio hay representantes de los usuarios y los trabajadores. También son estatales los trenes y los colectivos, integrados en una misma red. Si de verdad queremos romper con la lógica privatista de los 90 hay que avanzar hacia un subte estatal con control social.
Fuente Especial para Diario Z
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