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TEMAS DE LA SEMANA

Orquestas típicas: los nietos de Aníbal Troilo

La pasión tanguera no solo arde en los millares de bailarines que pespuntean las viejas figuras del 2×4 durante el Mundial de Tango. Grupos de música en vivo tocan en milongas y también en la calle con fuerte lenguaje contemporáneo. 

Por Julián López
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La nostalgia, ese típico sentimiento tanguero, está en peligro; la queja de tu son, che, bandoneón, tiene las horas contadas: sacarle viruta al piso dejó de ser una costumbre de viejos; desde hace rato en Buenos Aires se multiplican las milongas y las milongas se llenan de percantas y de atorrantes o bacanes que van a lucirse al ritmo del dos por cuatro.
No hay barrio que no tenga su baile, que no mezcle porteños con extranjeros en una de las danzas más potentes y sensuales que nacieron un poco antes que el siglo en el que el que no lloraba no mamaba y el que no afanaba era un gil. El tango volvió a la ciudad. El Festival Internacional de Tango de Buenos Aires es una prueba irrefutable: cada temporada llegan participantes profesionales y amateurs de todo el mundo a colmar las pistas mientras el público agota las entradas con una velocidad asombrosa.
El tango está definitivamente de vuelta, y al mismo tiempo hay otro fenómeno que crece y que es digno de observar de cerca. O mejor dicho, de escuchar de cerca: después del esplendor popular en las décadas del 30 y el 40 volvieron las orquestas típicas a las milongas. Así es. Después de las clases de tango, sigue la milonga, el espacio de baile libre en el que van a despuntar los amantes del corte y la quebrada al son de la orquesta en vivo, que cada vez son más en la Ciudad.
Para saber de qué se trata hablamos con directores de orquesta, músicos y gerentes de milongas; todos coincidieron en que el origen de las típicas de aquellos años puede resumirse en una explicación que suma el fenómeno cultural de la época en que músicos y cantores eran ídolos populares a cuestiones más o menos técnicas. Ante el éxito masivo de los bailes en la década del 40, y la imposibilidad de amplificar suficientemente el sonido en los espacios enormes de los clubes, se inventó la formación que se llamó y se llama típica y consta al menos de tres bandoneones y tres violines, piano, contrabajo y cantor. Así las orquestas supernumerarias llegaron para satisfacer una demanda creciente y hacer frente a las dificultades técnicas redoblando a sus integrantes y la potencia de su impronta. La lista de directores de típicas de un pasado glorioso para el tango es inmensa: baste un puñado de nombres y estilos notables: Julio de Caro, Aníbal Troilo, Osvaldo Fresedo, Francisco Canaro, Mariano Mores, Carlos Di Sarli y Osvaldo Pugliese, entre muchos otros, marcaron tendencia y convocaron a muchísima gente. Pero desde hace unos pocos años la cuestión parece haber recobrado parte de esa vitalidad que el tiempo, y la explosión de la música industrial, la publicidad del rock y el pop de los años 50, parecieron menguar. Hoy los barrios vuelven a vibrar con fueyes, pianos y violines de la mano de agrupaciones musicales integradas casi exclusivamente por jóvenes profesionales de la música.
Una de las formaciones más antiguas y convocantes de esta nueva ola es, sin dudas, La Orquesta Típica Fernández Fierro, que comenzó a tocar a finales de los 90, aunque al decir de ‘El Ministro’ -así se presenta uno de sus integrantes que se encarga de hablar con la prensa- “nunca nos involucramos con el universo de las milongas, siempre nos concentramos en un show al estilo rockero”. El éxito de la Fernández Fierro fue tal que tuvieron que conseguirse lugar propio, el Club Atlético Fernández Fierro, en el Abasto, que albergue a la creciente cantidad de seguidores.
Pablo Bernaba es el director y primer bandoneón del Quinteto Negro La Boca, una agrupación en la que el promedio de edad de sus integrantes es de 26 años y que, si bien no es exactamente una típica, despliega una actividad muy intensa alrededor del tango en la zona sur de Buenos Aires. “El grupo empezó en 2008, tenemos dos discos rodando y un promedio de 70 presentaciones por año. Nos interesa tocar y tocar, pero más allá de eso nuestro quinteto es un colectivo cultural que organiza diferentes eventos en esta nueva movida: milongas, ciclos, festivales como el de La Boca y Barracas y la escuela de tango, apadrinada por Osvaldo Bayer y Leopoldo Federico”, cuenta y agrega: “Nosotros buscamos revalorizar el tango en la zona Sur de la capital; Almagro está lleno de milongas, pero en La Boca y en el puerto hay una historia cultural y tanguera única, un patrimonio que hay que rescatar”.
Bernaba declara que su referente histórico es nada menos que Aníbal Troilo, el gordo Pichuco, un bandoneonista de culto, seguido por una diversidad de músicos que van desde lo más popular hasta lo más sofisticado: Astor Piazzolla fue uno de sus más entusiastas admiradores. Otro fan de Pichuco es un joven napolitano que abandonó su vida como músico de jazz cuando visitó Buenos Aires en el 2006. ”Cuando llegué no sabía nada –cuenta Luiggi Coviello, 34 años, violinista y director de la Orquesta Típica Andariega-, no tenía ni idea de quién era Pugliese, pero mis amigos me llevaron a una milonga y cuando escuché eso inmediatamente decidí dejar el jazz; lo mío era el tango”.
En un casi perfecto porteño, con acento italiano, Coviello asegura que “en Buenos Aires se respira tango, en las calles, en todas partes, ustedes no se dan cuenta pero arquitectónicamente está el tango, ustedes hablan y se escucha tango.” La Andariega es una formación de nueve músicos que ya giró dos veces por Europa –un dato que se repite en general en las típicas jóvenes- y toca todos los domingos a las 14 en la esquina de Defensa y San Juan, en San Telmo, y a la noche en un local del mismo barrio. Preguntado acerca de las características del público que va a escucharlos confiesa orgulloso: “A los bailarines les gusta mucho bailar con la típica en vivo; vienen jóvenes que recién empiezan y grandes que gastan las pistas desde hace años, la gente del barrio, los extranjeros. Es un logro de todos que vuelvan a sonar las típicas”. Coviello conversa con nosotros en los camarines de Buenos Aires Club, el local donde ya se empiezan a escuchar los compases de la clase de un domingo que multiplicará el tango en todas las versiones. En el mismo lugar, en Perú 571, todas los martes funciona Tango Queer, creado en 2005 por la escritora Mariana Docampo en el que se repiten los mismos ritos, el mismo placer y la misma pasión pero las parejas se forman entre hombre y hombre -tal como se lo bailaba al principio en los arrabales – y mujer y mujer. El universo tanguero es vasto, lo único que exige es un poco de destreza.
Si bien es notable la pasión de mujeres y varones jóvenes que se juntan para ensayar, tocar y recorrer el país y el exterior con sus formaciones. También hay artistas consagrados que honran el legado de las orquestas de los años 40. El bandoneonista y profesor Rodolfo Mederos dirige su típica de cuatro bandoneones, cuatro violines, viola, violoncello, contrabajo y piano, con el agregado de una guitarra eléctrica. Pero más allá de este interesante intercambio generacional, la urgencia, y tal vez ése sea el secreto de su vitalidad, es otra de las características que comparten los músicos ‘nuevos’ de esta música ‘vieja’. “Al mes de ensayar empezamos a salir a tocar; ése fue nuestro objetivo, juntarnos y salir a la calle, sobre Humberto 1º, frente a la iglesia San Pedro Telmo, donde seguimos tocando todos los domingos”, dice Lucas, uno de los tres violines de la Orquesta Típica El afronte, que en 2013 cumple 9 años de estar sonando. “Pero también organizamos milongas para tocar y juntarnos con los colegas –y cita el espacio de la calle Perú al 500–, así empezamos hace seis años con la Maldita milonga los miércoles y la Bendita milonga los lunes”.
Hijos de padres rockeros, la nueva guardia tanguera se planta con fuerza, como el violinista de El Afronte, que acusa sólo 25 abriles y hace tango desde los 18: “En mi casa no se escuchaba tango. Fue una curiosidad mía: el tango me es propio, una música muy parecida a la forma de hablar que tenemos los porteños”.
Y concluye: “El tango es el lenguaje de mi día a día.”

DZ/rg

Fuente Redacción Z
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