A lo largo de estos últimos años, la solidaridad fue creciendo cada vez que una nueva voluntad de participación aparecía. Cientos de voluntarios y amigos fueron acercándose, conociéndose, aprendiendo de cada experiencia relativa a la realidad que enfrentaban.
Si había chicos perdidos; si en algún lugar de la Argentina alguien necesitaba un trasplante, si existían infinidad de necesidades en comunidades de pueblos originarios; si había que enfrentar conflictos ecológicos o resolver la situación de quienes estaban viviendo en la calle, ahora también existía un grupo enorme de gente dispuesta a hacer lo imposible para resolverlo.
Frente a cada uno de estos conflictos aparecían nuevas ideas, herramientas y soluciones. Esa era la prueba de que era finalmente posible: bastaba ese primer paso, bastaba ese deseo, esa emoción, esa voluntad que desencadenaría la acción.
Existen muchas organizaciones que trabajan admirablemente, día a día, con la misma perspectiva y con la misma pasión. Muchas no aparecen en los medios de comunicación, y su actividad es desconocida para la mayoría de nosotros. Nuestra cotidianeidad se encuentra plagada de pequeños y grandes milagros que ocurren a diario cuando alguien se acerca a un anciano que duerme en la calle, cuando un grupo de voluntarios recupera a un chico perdido, cuando se crea una reserva natural o se logra que alguien acceda a un hospital y a tratamientos médicos dignos.
Al mismo tiempo, los que trabajamos en el mundo social sabemos que existe una verdadera explosión de solidaridad cuando alguien necesita un trasplante, cuando falta un medicamento, cuando hace frío y hay una persona durmiendo en la calle; o cuando ocurre una catástrofe natural. En cada una de estas situaciones, nuestro pueblo responde y muy bien.
Pero también sabemos que es necesario dar un paso más y seguir comprometiéndonos. Pasar de una idea de solidaridad quizá no tan “emocional”; a una más sostenida en el tiempo, y comprometida.
En nuestro país existen cientos de organizaciones que trabajan en cientos de temáticas donde cada cual puede encontrar el espacio donde sentirse a gusto. Un voluntariado está muy relacionado con una vocación y con lo que cada quien pueda y quiera hacer y hay que ser muy respetuosos de ello.
Ese compromiso social ya existe de alguna manera en todos: incipiente, espontáneo, tímido, o meditado, de largo aliento, rotundo. Todos lo hemos sentido alguna vez. Todos necesitamos de todos. Y es el momento para que ese compromiso se consolide en una transformación social concreta. Ese desafío y esa transformación son posibles, están a nuestro alcance. Nos esperan.
Y sólo depende de nosotros.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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