Pasan los años pero hay algo que no cambia en el trabajo de Norman Briski. La innovación, la provocación siempre están presentes en su obra teatral y ahora en su producción literaria (el año pasado publicó su primera novela, Nagasaki de memoria). Briski tampoco se priva de experimentar en televisión. Actualmente protagoniza Babylon, un programa en clave de policial negro con ribetes de comedia que fue seleccionado en los concursos para la Televisión Digital Abierta y produce Gastón Portal para Canal 9. Cada episodio presenta un caso policial diferente, y Briski interpreta a uno de los policías que integran el equipo de investigadores.
En «El barro se subleva», obra que el actor, director y dramaturgo estrenó recientemente en su propio teatro, El Calibán, hay mucho de todo eso. Planteado como un unipersonal en el que el actor Eduardo Misch interpreta a varios hombres, la obra es crítica del sistema capitalista y propone una «nueva subjetividad revolucionaria». Como condición necesaria para sentirse pleno, Briski no se priva de la experimentación. Así conviven en las distintas escenas bananas volando en helicóptero, un reno navideño que vende postales y escenografías móviles que hacen de la obra una de las grandes producciones del teatro independiente de la temporada.
Terminada la función, muchos espectadores opinan que El barro se subleva es una obra de teatro absurdo. ¿Qué piensa de esa etiqueta?
Todo lo que no entendemos muy bien se lo adjudicamos al absurdo. Personalmente no catalogo a mis obras porque en general tienen varios planos y ningún género puede atraparlos a todos, sería muy difícil. Ésta, por ejemplo, en algún punto es una tragedia, vista desde otro lugar es un drama y también puede decirse que tiene ciertos rasgos de humor. Eso pasa porque busco la potencia de las escenas sin la necesidad de querer narrar o contar un cuento determinado. Me interesa crear escenas potentes en un mismo cuerpo y por eso la obra está fraccionada. Por la estructura podría compararse con un poemario que está lleno de fragmentos que el espectador tiene que asociar y coser entre sí según sus propios reflejos. Así, esta obra se corresponde con una estética que empecé a experimentar hace varios años.
Usted la definió como «la historia de aquellos que piensan que puede haber un cambio social revolucionario». ¿Es en algún punto autobiográfica?
No hay ninguna escena de la obra que no haya sido vista o vivida por mí, sin duda hay lugares biográficos. Pero otros que no lo son para nada, son nada más que sensaciones de lo que me parece que podría pasarle a un personaje así. Él vivió cosas que lo impactaron muchísimo y por las cuales resuelve emanciparse de la estructura familiar, de la estructura partidaria. Muchas de esas cosas suyas hacen que me sienta identificado, pero muchas otras veces no.
Dijo en una entrevista que cualquier método que dure más de un minuto ya no sirve. Su teatro, El Calibán, cumple 25 años. ¿Cómo hace para no caer en eso que critica cuando da clases?
Sucede sin que me lo proponga. Aparece mi experiencia que me brinda la capacidad de interpretar la realidad. Para mí la potencia a un grupo se la da trabajar con un sistema asambleario en el que todos tienen la capacidad de decir qué ven frente a una escena. Juego de esa manera porque no se me ocurre otra y es en esas distintas versiones de cada uno que aparecen conceptualizaciones interesantes sobre lo que se hizo, y también sobre lo que se puede hacer a partir de eso.
¿Qué le atrajo de Babylon?
Me parece que es una propuesta desafiante con respecto a lo que es la televisión. La producción de Gastón Portal nos permite a los actores sentir que podemos inventar algo sin que esté inventado. Mi desafío es justamente ése, no hacer el teatro del teatro, el cine del cine ni la televisión de la televisión, sino hacer algo nuevo. Además, a la televisión yo la uso para ejercitar mi práctica dramática, que es un juego que necesita practicarse constantemente para no perder la ductilidad. Y además me permite seguir experimentando de manera intensa. En mi caso juego mucho con la improvisación, soy conocido por nunca decir lo que está escrito en el guión. Esa libertad depende mucho de la producción. Hay otra televisión en la que el sistema es tan exigente que no hay posibilidad de nada, tenés que hacer la novela e irte a tu casa. Por suerte no es el caso.
En pocas palabras:
• Nació en 1938.
• Debutó en 1955.
• Amenazado por Triple A, regresó del exilio en 1983.
• Participó en más de 70 películas.
DZ/LR
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