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TEMAS DE LA SEMANA

Nomenclatura porteña: Historia de veredas y empedrados

  Son unas dos mil calles y la mayoría homenajea a un militar. Las más cortas recuerdan a artistas. Y los derrotados, como Rosas, no tienen ninguna.

Por Eduardo Diana
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defensa

Los nombres de las ca­lles son parte del ADNde una ciudad. La nom­bran, le dan sentido, la construyen. Son la trama y el re­vés. Lo que incluyen y lo que ol­vidan. Lo que privilegian y lo que minimizan. Las calles de una me­trópoli son un muestrario de su memoria colectiva. Un recorrido –sinuoso, lábil, sesgado– por su historia social, política y cultural.

En Buenos Aires hay más de 2.150, entre calles, pasajes, corta­das, avenidas y autopistas. En el li­bro Las mil y una curiosidades de Buenos Aires, el periodista y guía de turismo Diego Ziggito estable­ce un ranking de las temáticas, profesiones y actividades que pre­dominan. En primer lugar, apare­cen los militares, con 338 calles. Le siguen los abogados (128), po­líticos (83), batallas (75), ciudades argentinas (74) y marinos (71).

En tanto, en una ciudad tan futbolera como Buenos Aires, sólo una calle rinde homenaje a un fut­bolista: Herminio Masantonio, en Parque Patricios, cerca del estadio de Huracán, donde brilló a fuerza de goles y potencia en la década del 30. Un caso similar es el de los boxeadores, con dos calles: Justo Suárez, el “Torito de Mataderos” y Oscar Bonavena, en Pompeya.

En general, las principales llevan nombres de militares, fechas pa­trias, próceres o batallas, mientras que las periféricas o de corta exten­sión suelen evocar a artistas, mú­sicos o escritores. Entre las ausen­cias más notorias hay que anotar a los caudillos federales. La historia la escriben los que ganan, y a la hora de ponerles nombre a las calles de Buenos Aires los unitarios borraron de un plumazo a sus enemigos fe­derales. No hay arterias que recuer­den a Estanislao López, Felipe Va­rela o Chacho Peñaloza. Tampoco a Juan Manuel de Rosas. El histo­riador Pacho O’Donnell propuso en 2003 llamar Rosas a un tramo de la avenida Sarmiento y se generó una gran polémica. El proyecto no fue aprobado. Tampoco tuvo suerte el Che Guevara: en 1992 se vetó una ley que quería darle su nombre a una calle de Flores.

Y pasan los años

La primera etapa de la nomen­clatura de las calles de Buenos Ai­res surge con la fundación de Juan de Garay, en 1580. La mayoría de los nombres alude a santos, veci­nos ilustres y aquellos cuyo apellido –por el lugar de residencia– permi­tía identificar una zona. Después de las invasiones ingleses se intro­ducen nombres alusivos a esa ges­ta y con la Revo­lución de Mayo y la Independencia aparecen en la no­menclatura bata­llas, ciudades y pueblos argentinos y países de América Latina.

Entre 1893 y 1904, cuando Flores y Belgrano se suman al Cen­tro, la trama urbana se regulariza y la ciudad fija buena parte de los nombres de sus calles, según con­signa Vicente Cutolo en Historia de los barrios de Buenos Aires. La po­lítica marca quién debe ser recor­dado y la mayoría de los nombres corresponden a próceres, militares y sacerdotes. Se asignan alrededor del 80 por ciento de los nombres.

La última etapa empieza en 1983 con la vuelta a la democracia, y se caracteriza por retirar de ca­lles y plazas los nombres de repre­sores y funcionarios de gobiernos de facto. Uno de los ejemplos más resonantes fue el de una plaza en Flores, que se llamaba Pedro Euge­nio Aramburu y se le dio el nombre de Ángel Gris, en homenaje al per­sonaje de Crónicas del Ángel Gris, el libro de Alejandro Dolina. Cerca de allí, la calle Ramón Falcón –jefe policial y feroz represor de mani­festaciones obreras a inicios del si­glo XX– sigue uniendo Caballito y Liniers, aunque hubo varios pro­yectos para cambiarle el nombre. Cada tanto, la chapa de Falcón aparece tapada por improvisados carteles de los vecinos que dicen Radowitzky (el anarquista ucrania­no que lo mató en 1909) o Mario Amaya, un militante radical asesi­nado por la dictadura en 1976.

“En los sucesivos cambios de nombres de calles no sólo descubri­remos a la historia, sino a las luchas por la apropiación de la memoria que se juega justo en plena calle”, escribe Liliana Barela, directora de Patrimonio Cultural e Instituto His­tórico del gobierno porteño, en el prólogo del exhaustivo libro Las ca­lles de Buenos Aires. Sus nombres desde la fundación hasta nuestros días, de Alberto Piñeiro.

Mitos urbanos

Las calles de Buenos Aires ate­soran todo tipo de leyendas, mitos y curiosidades. La mayoría están ocultas desde hace décadas. Y otras, acaso, desde hace si­glos. Según Ziggioto, hay dos “verda­des porteñas” que no son más que mi­tos de larga data. “Ri­vadavia no es la ave­nida más lar­ga del mundo, ni siquiera la más larga de Buenos Aires, ya que la supera General Paz (24 kilóme­tros contra 18,5). Y la 9 de Julio tampoco es la avenida más ancha del mundo, lo fue cuando se inauguró, en octubre de 1937”, explica.

La calle más an­gosta de Buenos Aires es Santa Magdalena: está en Barracas y mide un metro de ancho. La más corta, Emilio Petto­ruti, en Recoleta, don­de se unen las avenidas Del Libertador y Figue­roa Alcorta. En diversos barrios, las calles rinden homenaje a una temá­tica específica. En Ver­salles todos los pasajes y cortadas tienen nom­bres indígenas (Cochi­có, Caldén y Cangayé) o gauchescos (El Rancho, La Huella y La Diligencia). Parque Chas evoca a ciudades de Europa: Varsovia, Ham­burgo, Belgrado, Budapest, Ate­nas y Marsella. Y Palermo a los países de Améri­ca Latina: Hon­duras, Paraguay, El Salvador, Nica­ragua, Costa Rica y Guatemala.

La arteria que registra más cam­bios es Defensa. Se llamó Real, Del Fuerte, San Francisco, Mayor, San Martín, Liniers y De la Reconquista. Aunque estén a la vista de todos, algunas curiosidades pasan des­apercibidas. En pleno Centro, cinco calles consecutivas homenajean a presidentes argentinos: Hipólito Yri­goyen, Bernardino Rivadavia, Barto­lomé Mitre, Juan Domingo Perón y Domingo Faustino Sarmiento.

Más curiosidades. Las calles que llevan el nombre más corto son Ohm, en Villa Ortúzar, y las dos Mom, una en Nueva Pompeya y la otra en Belgrano. Las de nom­bre más largo son María Antonia de la Paz y Figueroa, en el barrio Vélez Sarsfield, y Severo García Grande de Zequeira, en Matade­ros, ambas con 28 letras. Otra ra­reza: hay once calles que repiten el apellido García, le siguen López y Martínez con nueve y Álvarez y Rodríguez, con ocho.

Nuevos vecinos

Hasta 1995 en la ciudad sólo había 24 calles que rendían home­naje a las mujeres. Con la inaugura­ción de Puerto Madero, se sumaron otras 20. Entre ellas, Alicia Moreau de Justo (política), Azucena Villaflor (fundadora de Madres de Plaza de Mayo) y Victoria Ocampo (escrito­ra). Entre los escritores, la suma su­pera las 60 calles. Están los más re­conocidos: Julio Cortázar, Roberto Arlt, Macedonio Fernández, José Hernández, Scalabrini Ortiz, Bioy Casares, Leopoldo Lugones y Jor­ge Luis Borges, a quien no le hubie­se gustado que una calle llevara su nombre. En una entrevista había di­cho: “Preferiría que una vez muerto nadie se acordara de mí, sería horri­ble pensar que algún día habrá una calle que se llame Jorge Luis Bor­ges, yo no quiero una calle”. Pero en 1996, el gobierno rebautizó con su nombre el tramo de Serrano que va de Santa Fe a Honduras, donde estaba la casa de su infancia.

Entre las calles que evocan al mundo literario, también hay au­sencias notables. Por ejemplo Oli­verio Girondo, Leónidas Barletta, Ezequiel Martínez Estrada o Elías Castelnuovo. Entre los literatos extranjeros tienen calle Antonio Machado (Parque Centenario), Julio Verne (La Boca) y Lope de Vega, Molière, Víctor Hugo y Dan­te (Villa Luro). Hay más calles con nombres de escritores que hace algunas décadas, es cierto, pero entre todas no llegan a sumar ni siquiera una extensión semejante a la de algunos ignotos militares, como por ejemplo la dedicada a Coronel Díaz. A Arlt le tocó un pa­saje de 50 metros en Palermo, a Cortázar tres cuadras y a Bioy Ca­sares 100 metros. Borges, aunque no lo quería, recibió diez cuadras.

Buenos Aires es también sus calles. Y lo que ellas nombran: la espada y la pólvora, la palabra y el tango, el fútbol y las fechas patrias. Es las avenidas y los pasajes, las au­topistas y las cortadas. Es las que tienen nombre y las que borró la historia oficial. Desde la fundación de Juan de Garay hasta hoy.

Algunas curiosidades

Entre las más de 2.150 calles de la ciudad, muchas tienen nombres curiosos
que aluden a personas o a hechos históricos que suelen ser desconocidos
hasta por quienes viven ahí. Aquí, un listado con el significado de algunas.
• Agaces: homenajea a un grupo aborigen de la provincia del Chaco.
• Coronel Díaz: según el consenso general entre los historiadores, hace
referencia al militar mendocino Pedro José Díaz, nacido el 19 de marzo de 1801,
quien perteneció al Ejército de los Andes y participó en la Guerra del Brasil.
• Chutro: evoca a un cirujano argentino, de nombre Pedro, nacido en
Chascomús en 1880.
• Hubac: la calle rinde homenaje al coronel de origen francés Ángel
Hubac, quien comandó distintas naves argentinas. Murió en 1820, tras ser
herido en la batalla de Colastiné.
• Ohm: alude al físico alemán Georg Ohm, quien descubrió leyes relacionadas
con las corrientes eléctricas.
• Membrillar: por el combate librado en Chile en 1814, donde el ejército
que luchaba por la libertad de ese país venció a los españoles.
• Mom: homenajea a Pedro Mom (1785-1869), capitán de marina de origen
belga que combatió en 1811 en San Nicolás, donde fue tomado prisionero.
• Morlote: evoca al capitán Lorenzo Morlote (1786-1815), quien murió
en la batalla de Sipe-Sipe integrando el ejército auxiliar del Perú.
• Ñandutí: voz guaraní que designa a un tejido que imita a la telaraña, muy
común en América del Sur, especialmente para confeccionar ropa blanca.
• Orma: comerciante que combatió en las invasiones inglesas defendiendo
a la ciudad. Su nombre era Francisco Mariano. También participó en
la Revolución de Mayo de 1810.
Antes Inglaterra, ahora 2 de Abril por decisión vecinal.

 

 

 

DZ/rg

Fuente Redacción Z
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