Fue una declaración de seis horas la de Mauricio Macri ante el juez federal Norberto Oyarbide, que le imputa el cargo de asociación ilícita, por su participación en escuchas ilegales, entre otros, a su cuñado Néstor Leonardo y a Sergio Burstein, causa por la que ya fueron procesados y están en prisión el ex agente de la Policía Federal y ex asesor del Ministerio de Educación (en tiempos de Mariano Narodowski), Ciro James, y el ex jefe de la Policía Metropolitana, Jorge «el Fino» Palacios».
Nunca antes había tenido enfrente a alguien que lo cuestionara con tanta exhaustividad, con excepción de su propio padre, el empresario Franco Macri. En una conferencia de prensa posterior, afirmó, molesto y serio: «No entiendo por qué fui a declarar», y apuntó a Néstor Kirchner: «Es él quien está detrás de todo, quiere eliminar a cualquiera que pretenda volver a una democracia pluralista». Su estrategia defensiva fue también dirigir las balas al magistrado, a quien acusó de estar sostenido por el kirchnerismo. «Es una causa armada y direccionada por Oyarbide», afirmó.
A los periodistas les entregó un documento con sus declaraciones ante el magistrado, una carta que su padre envió a Oyarbide, en la que lo desliga de culpa y cargo y una nota periodística en la que su progenitor asume la decisión de haber mandado a espiar a Leonardo. Como en la historia de su vida, el hijo volvió a ampararse bajo el ala de su poderoso padre.
Ante Oyarbide, según fuentes fidedignas, Macri también descargó la responsabilidad en el ministro de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro. partir de ahora, su suerte está echada entre los tribunales de Comodoro Py -el juez tiene 10 días para definir su procesamiento- y la Legislatura porteña, donde la oposición debate por estas horas el pedido de juicio político por mal desempeño en la función pública. El antecedente de Aníbal Ibarra, destituido por la misma causal, aterra al macrismo, una de las fuerzas que promovió con más vehemencia la remoción de Ibarra. «Desde el punto de vista penal, no hay aún culpabilidad, ya que la garantía de inocencia exige una condena firme; la Legislatura no puede hacerle juicio político por la causal de delito; sí podría por mal desempeño en sus funciones», afirmó el constitucionalista Daniel Sabsay, crítico del proceso de destitución de Ibarra.
Ante Oyarbide, Macri negó conocer al ex agente de la Policía Federal Ciro James (contratado por el Ministerio de Educación porteño). También rechazó haber mandado a espiar a Leonardo, casado con su hermana Sandra y que sufrió un intento de robo días después de haber denunciado que lo espiaban. Convenientemente, en una entrevista a una revista nacional, Franco Macri, asumió la responsabilidad por las escuchas a Lorenzo; el empresario afirmó haber contratado a la agencia de seguridad americana Ackerman para hacerlo.
CUESTIONES DE FAMILIA
«Son cuestiones familiares, de mujeres, en donde hubo infidelidad y temas comerciales», adujo respecto de las escuchas telefónicas a Burstein y a Leonardo.
En estos días, Macri comenzó a vivir una película de terror, en la que actores secundarios pasaron a primer plano y se constituyeron en protagonistas de la pesadilla que hoy lo desvela. Un padre empresario que constituyó una fortuna al amparo de los distintos gobiernos -democráticos y de facto-; que al margen de la fuerza pública contrató no una sino dos veces los servicios de una seguridad privada americana para que le devuelva a sus hijos Florencia y Mauricio, secuestrados por organizaciones profesionales; que salió indemne de juicios por estafa al fisco, y que no logró encontrar un heredero fiable para manejar su holding empresario. La trama se complica con la aparición impensada de dos actores de reparto que sólo salieron a la luz pública gracias a la investigación de Oyarbide, quien descubrió que James, contratado por Narodowski, había participado de las escuchas ilegales al yerno de Franco Macri, el extravagante parapsicólogo Néstor Leonardo, pareja de Sandra, la segunda hija de Franco, y a quien éste calificó de «cazafortunas». En un confuso episodio, Leonardo sufrió un ataque al día siguiente de declarar ante Oyarbide, como víctima del espía James. La sombra de la mafia sobrevoló todos estos hechos.
Aunque las espías lo pusieron en la mira del juez, Mauricio Macri se refirió a ello como a una travesura de su padre: «¿No mandarían a espiar a alguien así, si fuera su cuñado?», bromeó. Un modus operandi que le parece de lo más normal, aunque haya involucrados jueces que fueron destituidos por mal desempeño.
Macri sigue sin aclarar qué interés tenía este ex agente de la Policía Federal en escuchar al cuñado del jefe de Gobierno, para el que trabajaba. Ante la Legislatura, deberá esclarecer y comprobar fehacientemente lo que sostienen sus espadas más afiladas: que todo fue obra de la casualidad o de la causalidad kirchnerista y que una mala estrella se posó sobre su firmamento. Quizá tenga que recurrir a los oficios de Lorenzo para que lo libere de su infortunio.
Pero, y lo que es más grave para las aspiraciones presidenciales de Macri, lo que deberá explicar a una sociedad que se pierde en la maraña de nombres y hechos opacos, es qué lo diferencia de su padre, a quien ubica en la vereda de enfrente porque «no comparte sus modos». La oposición señala, como el gran defecto de su gestión, una confusión entre lo público y lo privado, entre un gobierno y una empresa, entre empleados y funcionarios.
Lo cierto es que el jefe de Gobierno se ha manejado como el CEO de la compañía Buenos Aires SA. Con contratos o licitaciones que benefician a amigos; con decisiones que se mantienen hasta las últimas consecuencias a pesar de las críticas desde amplios sectores, como el nombramiento de Jorge «el Fino» Palacios, que sólo renunció cuando lo tapó una montaña de denuncias y juicios; o como la privatización de sectores públicos en contra de las normas del Plan Urbano Ambiental, entre otras irregularidades a las que se había acostumbrado.
Fuente Redacción Z
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