En esta parte de la ciudad, en el corazón geográfico de Lugano, a mitad de camino entre la General Paz y el Riachuelo, las casas son bajas y el ritmo de vida, sereno. En el cruce de las vías y la calle Larrazabal, no obstante, se escuchan gritos, pelotazos y, de tanto en tanto, algún festejo de gol. Es la música de fondo en este rincón del barrio, opacada sólo cuando pasa el Belgrano Sur.
En esa esquina del 3801 de Larrazabal, se levanta un edificio de impronta fabril. Una escalera sube hasta una puerta vidriada. Es el ingreso al bufet, primer y último sitio que atraviesan los socios y vecinos que visitan el club. Hay una barra de madera con varios trofeos de fondo y algunas mesas desperdigadas con vista a las canchas, la parrilla y el horizonte de Lugano.
Arriba funciona un salón espejado y con piso de madera donde se dictan clases de boxeo recreativo, aeróbicas, taekwondo para grandes y chicos y danza clásica y jazz. Atravesando un pasillo se encuentran las dos canchas de fútbol 5, una de 3 y otra techada, que se usa tanto para paddle como para fútbol-tenis. También hay canchas para practicar tenis y vóley. Se suman al espacio de parrilla y, bien al fondo, la sala de pesas y equipos de musculación.
La popularidad del fútbol se hace sentir. Funciona una escuelita de infantiles y además un equipo propio disputa partidos en la liga CAFI. “Tenemos jugadores entre las categorías 2001 y 2011”, cuenta Julián Vila, actual presidente del Larrazabal.
Cada 15 días juegan de local. Los chicos del barrio lucen la casaca roja con escudo circular blanco del Larrazabal ante el festejo de vecinos y familias de Lugano. En paralelo, hay torneos internos de fútbol-tenis y fútbol 5.
El fútbol femenino complementa la pasión por la redonda. Los domingos se disputa un torneo anual que organiza el club. “Es la repuesta del lugar ante la gran cantidad de mujeres que se suman al entrenamiento”, suma Vila.
Donde también la institución sale a competir es en la liga de vóley. Cuenta con cancha propia y allí al atardecer hay prácticas para hombres y mujeres de todas las edades y niveles. La misma modalidad de entrenamiento se aplica para las clases de tenis.
“Este espacio está desde mediados de los años ochenta. Cambió varias veces la concesión, en 2013 fue la última”, cuenta Vila, referente de la nueva dirección, y concluye: “Luego de pasar por un montón de nombres, el club volvió a su primer nombre; volvimos a las raíces, a trabajar para el barrio”.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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