La Reserva, equiparada por normas internacionales a ecosistemas como el de Mar Chiquita o el de los Esteros del Iberá, no está exenta de la crisis habitacional que golpea los sectores menos pudientes. En su centro mismo, con ingreso a metros de la fuente de Las Nereidas, unas 2.500 familias conforman el asentamiento que le debe su nombre al fallecido cantante cordobés, Rodrigo Bueno.
La mayoría de las casas son de materiales muy precarios y techos de chapa. Allí, a pocos metros, se amontonan vehículos judicializados, secuestrados o abandonados y la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires advirtió que ese depósito de automotores atenta contra la salud de los ocupantes y también, del predio en general Al degradarse, los automotores liberan combustibles, lubricantes, líquidos para freno o refrigerantes que, al igual que los neumáticos, las baterías, los sistemas de aire acondicionado y otras partes del automotor, contaminan el ambiente.
A finales del año pasado, la jueza Elena Liberatore y urbanistas de la UBA recorrieron el lugar. Un fallo de la magistrada podría obligar al Gobierno a urbanizar la zona y, mientras tanto, elevar un petitorio a Mauricio Macri para que no se produzcan desalojos.
Otra amenaza constante son los reiterados incendios que se suceden, al menos una o dos veces al año, dentro de la reserva misma y que generan pérdida de especies y migración de otras por las llamas y el humo. Habitualmente, la culpa de estos siniestros recae en los vecinos de la Rodrigo Bueno, acusados de hacer fogones o lanzar colillas de cigarrillos encendidas. Sin embargo, la teoría pierde sustento cuando estos focos, también los afectan a ellos, que viven en el centro mismo de este hábitat cada vez más amenazado.
Fuente Redacción Z
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