Es el mayor de los cinco hermanos de una de las familias más ricas de la Argentina y este detalle, no menor, siempre le jugó en contra. Creció compitiendo con un padre que cuando pudo le dijo en la cara: «No te quiero en mis empresas» y que remató hace pocos días diciendo: «Estoy convencido de que el proyecto de país es correcto. Me gustaría que todo el mundo pudiera empujarlo y llegar a un equilibrio de intereses y acuerdo». El mejor epitafio que reza – nadie es inocente en esta historia- el principio del fin de la carrera política del que nunca será su legítimo delfín.
Todo fue posible en ese mundo sin ética en el cual creció, siempre descategorizado por un señor poderoso. Los parámetros de su infancia fueron marcados por el método poco ortodoxo de «todo tiene un precio». Y en casa, siempre hubo y habrá una chequera.
Las empresas Macri crecieron durante el gobierno de la dictadura militar. Desde el día del derrocamiento del gobierno de Isabel Perón y hasta fines de la dictadura se vieron beneficiados por distintos negocios y condonaciones de deudas. Domingo Cavallo, a cargo del Banco Central de la Nación en 1982, estatizó en un proceso cuestionado la deuda privada de distintas empresas que se beneficiaron con los militares, pasando así a ser parte sustancial de la deuda externa argentina.
Mauricio -heredero de un patrimonio de casi 500 millones de dólares- anda por la vida liviano de ética y sintiendo que dinero e impunidad son la misma palabra. La ley, por lo tanto, es una reglamentación absurda que no entra en un esquema de pensamiento salvo que sea para ser utilizada en beneficio propio. ¿O acaso es punible ejercer el poder impúdicamente en el mundo del todo vale?
Fuente Redacción Z
0 Comentarios
Sé el primero en dejar un comentario!