La Celestina es un personaje literario de la Tragicomedia de Calisto y Melibea (Burgos, 1499). La llamada Celestina suele ser una mujer que hace de intermediaria en asuntos del amor entre un hombre y una mujer que se desean, se buscan, se atraen. Ésa es su función y su ocupación principal. Ése es, ni más ni menos, el oficio de la celestina.
En esta novela del Siglo de Oro, y por ello en la realidad de esa época, la celestina estaba representada en la doncella o servidora personal de una dama aficionada a amores extraconyugales. Las celestinas podían ser por eso intermediarias y, al mismo tiempo, cómplices en los adulterios.
Su influencia era lógica en una sociedad cerrada como aquélla: la servidora era algo más que una empleada doméstica. Vivía permanentemente “codo a codo” con su patrona o ama, compartiendo sus vicisitudes, sus alegrías y sus tristezas.
Si el hombre dueño de casa era celoso y guardián, obligaba a la mujer a un encierro opresivo y permanente. Y así la misma suerte sufría la doncella, con lo que las ansias de libertad eran compartidas entre las dos mujeres; lo mismo en el deseo de vengarse del marido opresor.
En aquellos tiempos, tener un amante, requería de alguien que ayudara a reunirse con la otra persona. Y para eso estaba la celestina, quien se encargaba de preparar la ocasión, el lugar del encuentro y el horario. Y además custodiaba celosamente el secreto.
Es por eso que este oficio o función era conocido también con el nombre de “alcahueta”, término que procedía del árabe al-qahuéd, y que quería decir el conductor o el intermediario.
La alcahueta cumplía las mismas funciones de arreglar encuentros, cubrir, ocultar y facilitar reuniones amorosas, generalmente, ilícitas.
Por supuesto, este oficio fue desempeñado por hombres y mujeres, y hasta por niños. Aunque la imagen de una anciana mayor, o ya entrada en años, se impuso, y es, hasta el presente, la más habitual para estos casos de amores prohibidos.
Cervantes pone en boca de Don Quijote palabras de aprobación sobre las celestinas o alcahuetas: “El oficio de alcahuetas es oficio de discretos y necesarísimos en la república bien ordenada, que no lo debía ejercer sino gente muy bien nacida y aún había de haber veedor y examinador de los tales, como hay en los demás oficios…”.
Durante el Renacimiento, muchas mujeres prostitutas, al envejecer, se dedicaban al muy rentable oficio de celestinas.
Incluso, se acuñó un dicho popular: “Joven ramera, vieja alcahueta”.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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