Píldoras sobre una rosa, sobre una cuchara, sobre una lengua. Seguramente lo primero que viene a nuestras cabezas, cuando escuchamos el nombre de Alejandro Kuropatwa, sean aquellas fotografías –imágenes ascéticas de colores saturados y una prolijidad obsesiva– de los primeros cócteles de drogas para combatir el VIH. Acaso podamos conectarlo con esos retratos bien ochentosos de Charly García, Fito Páez, Fernando Noy y el resto de las figuras que poblaron el under porteño posapertura democrática. Difícilmente pensemos en las obras que hoy integran Fuera de foco, la muestra de este artista que se presenta en el marco del Festival de la Luz.
En esta hermosa serie de fotografías sencillas, Kuropatwa le da a la desenfadada alegría que identificó los ochenta otra vuelta de tuerca. Imágenes en blanco y negro cuya característica principal –técnica y estética– es un total y absoluto fuera de foco. Tal como señala Valeria González en el texto de sala que acompaña la muestra, nada tiene que ver la “borrosidad radical” de estas fotografías con aquel “recurso elegante, tan aceptado como insípido” que significó el desenfoque leve –o “soft focus”– que otorgó a cientos de fotografías un, digamos, sutil aire melancólico. No. En las fotografías de Kuropatwa el fuera de foco es absoluto y, como la niebla, lo abarca todo. Atrás de esa bruma quedan los rostros y cuerpos de sus modelos –y el suyo propio– donde la única certeza es la luz.
No deja de ser una paradoja que ésta sea una de las primeras series de un artista que pocos años después realizaría fotografías de la nitidez y precisión de un relojero. Tampoco que la Parsons School of Desing de Nueva York, donde un joven Alejandro realizaba una maestría en bellas artes con especialización en fotografía, haya rechazado la serie, justamente por estar fuera de foco. Como si forzar las herramientas técnicas de las que el arte se nutre para hacerlas decir lo que uno necesita expresar fuera un error técnico y no una decisión estética deliberada. Si lo que diferencia a un fotógrafo –en este caso de un artista– es la búsqueda constante de la ruptura creativa, las obras que hoy se exponen en Vasari son para el caso de Kuropatwa y otra vez en palabras de González, “una obra iniciática, el testimonio artístico de una experiencia decisiva”.
Algo en el orden de la tristeza y de lo espectral se juega en la atmósfera que suscitan estas fotos. El contrapunto perfecto del resto de su producción: el vacío después de la fiesta. O la alegría corroída por el tiempo.
Fuera de foco en Galería Vasari, Esmeralda 1357. Lunes a viernes de 11 a 20. Hasta el 8 de septiembre. Entrada gratuita.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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