La primera vez que la Legislatura aprobó la «emergencia edilicia» fue en abril de 2005, por el término de 365 días. Y el texto era drástico, obligaba al Gobierno de la Ciudad a constituir «una comisión técnica y de seguimiento destinada a formular una propuesta para la solución de las fallas estructurales, vicios de construcción, mejoras en infraestructura y saneamiento ambiental del complejo habitacional barrio Comandante Luis Piedrabuena». El acatamiento a la ley se mide porque, desde entonces, la emergencia se fue prorrogando.
Emergencia edilicia, traducido a la vida cotidiana de los 18.000 habitantes del barrio es bastante más que una frase hecha: quiere decir edificios rajados, casi un millar de departamentos sin gas de cañería (se cortó después de una explosión en 2007), sistemática falta de agua, colapso del sistema eléctrico, mamposterías que se caen sobre las cabezas, ascensores viejísimos que no funcionan, escaleras de cemento apuntaladas para que no se derrumben, una de tres pisos que ya se derrumbó, enormes tanques de agua ladeados como la torre de Pisa.
Ubicado entre las avenidas Castañares, Piedrabuena, Eva Perón y General Paz, en el corazón de Villa Lugano, el monstruoso «complejo habitacional» fue diseñado en varias etapas, bajo la Libertadora y bajo la última dictadura militar. Al sur está Piedrabuena Viejo, unas 300 casas bajas construidas a fines de la década del 50. En 1975 se construyó la segunda parte, compuesta por 17 edificios de dos y tres pisos. Y por último, a principios de los 80, se levantó Piedrabuena Nuevo, siete semicírculos con edificios de tres, diez y doce pisos, conectados entre sí. El conjunto ocupa 144.000 m² y cuenta con 164.000 m² de superficie cubierta. En total, 2.100 unidades de vivienda.
Algunos problemas de Piedrabuena son estructurales, vienen desde la inauguración del barrio. Por entonces se explicó que la leve pero perceptible oscilación de los edificios más altos se debía a que eran antisísmicos. Tal vez. Pero el concreto se rajó y los hierros asoman afuera de las paredes no por causa de los terremotos sino porque nunca les terminaron el revoque. «Se han detectado deterioros en las condiciones físicas originados por dos situaciones puntuales: vicios de construcción y falta de mantenimiento de los inmuebles y de sus espacios comunes», dice una resolución de la Defensoría del Pueblo del 3 de junio de 2008 que alerta que más de 800 familias carecen de gas y sobre el peligro de usar gas envasado en los departamentos.
Grietas y hacinamiento
Ubicado en el centro del barrio, justo en el límite entre las moles de cemento y las casitas del sur, está el Club Malvinas Argentinas, al que el gobierno porteño intentó vanamente convertir en una comisaría de la Policía Metropolitana. En la canchita de afuera, unos 300 chicos corren y juegan. Cruzando la calle, los edificios donde viven se deshacen de a poco. Adentro, Diario Z comparte unos mates con algunos delegados del barrio.
«El gobierno porteño no cumplió con ninguna de las pautas fijadas que lo obligaba a dar solución a los problemas edilicios y ambientales. Y la situación empeora día tras día. Las estructuras de las escaleras y los tanques de agua están cediendo. En cualquier momento se vienen abajo», advierte Leonel Giménez, uno de los delegados del barrio. La misma preocupación comparte José «Pepe» Martínez, también delegado y directivo del club: «Somos casi 18 mil personas las que vivimos en un complejo preparado para 11 mil. Conozco un departamento de dos ambientes en el que viven once personas. Acá ya no hay vivienda para nadie», subraya.
Los agujeros y grietas en las paredes de los edificios se notan a la distancia. Parecen ametrallados. Pero justo enfrente del club una parte de la pared está pintada de blanco reluciente. «Dijeron que era una prueba piloto, pero nunca vinieron a pintar el resto. La realidad es que lo hicieron porque en esa unidad vive un delegado que responde al PRO», infiere Leonel.
Excepto algunos arreglos cosméticos de ese tipo, todo está como era entonces. Esto no impide que -a pesar de que la declaración de emergencia suspendió el cobro de impuestos- muchos vecinos reciban puntualmente la factura de ABL y del gas que no tienen hace años. Y la deuda se acumula.
Las obras que el Gobierno realizó a través del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), a juicio de los delegados, «son insuficientes y a muy corto plazo». Pepe da un ejemplo. Como no se consiguen repuestos originales para los ascensores, «los arreglos se hacen con lo que hay, y debido al constante uso, en pocos meses vuelven a romperse». Los que funcionan no paran en todos los pisos y obligan a utilizar las escaleras a personas ancianas, con bebés, con carritos.
Este año, casi siete mil personas pasaron otro invierno sin gas. Se cortó el suministro después de que en noviembre de 2007 voló el local de una librería en planta baja por un escape de gas. «El problema es que toda la instalación está tendida a ras del piso, cuando debería estar a no menos de 30 centímetros bajo tierra. Un informe de Bomberos dice que el barrio es ‘un polvorín’ que puede volar en cualquier momento. Acá hay gente que desde hace cinco años está sin gas» se exaspera Pepe, y pasa el mate.
El abastecimiento del agua del barrio es por cisternas y cada una abastece a cinco edificios. De ahí el agua va a un enorme tanque. Hay días que falta el agua en la mitad del barrio porque las cisternas no tienen capacidad suficiente. El sistema de cloacas y agua potable está colapsado. «Arreglaron las calles, pero no se hicieron los estudios correctamente y ahora se inunda todo», asegura Pepe. Las impresiones de los vecinos son confirmadas por los fríos números del informe de ASAP (véase recuadro).
Olvidos
Otro déficit es en materia educativa. El barrio tiene una escuela primaria de dos turnos, una secundaria en turno noche y un jardín de infantes triple turno, que comparten edificio. No pueden dar abasto con la matrícula ni cuentan con espacio suficiente para la práctica de Educación Física. Debido a la falta de lugar, los chicos deben ir a establecimientos fuera del barrio, o incluso fuera del distrito escolar.
En junio de 2009 el Gobierno cedió un predio de tres hectáreas a la escuela Nuestra Señora de la Paz, un establecimiento privado de enseñanza católica. La protesta de los vecinos no tardó. Es que no sólo se trata de una cesión de terrenos a una escuela privada, sino que en ese predio funciona, desde hace seis años, un centro cultural creado por artistas de Lugano: Piedrabuenarte. Se trata de un galpón en el que se realizan actividades circenses, proyecciones de cine, talleres artísticos y musicales y deportes.
Frente a este reclamo, un grupo de legisladores opositores, encabezados por Martín Hourest (Igualdad Social), presentó un proyecto de ley para crear un Polo Educativo público en ese mismo lugar, que cuente con una establecimiento de tres niveles y un polideportivo. A su vez, en el barrio se creó la Comisión por un Polo Educativo, de la que participan docentes, vecinos, organizaciones sociales y sindicatos.
El proyecto nunca fue tratado en la Comisión de Educación de la Legislatura, y recientemente la Corporación Buenos Aires Sur presentó uno que subdivide el terreno en varias parcelas: una para Piedrabuenarte, otra para construir una escuela pública, otra para Nuestra Señora de la Paz, otra para el ministerio de Desarrollo Social y otra para la Policía Metropolitana. «El proyecto pretende quedar bien con todos, pero nosotros queremos que la construcción de la escuela pública tenga prioridad, y que se establezca un plazo para terminarla», señalan desde la Comisión barrial.
El año pasado, a partir de un fallo del juez Roberto Gallardo, el gobierno porteño puso una salita de primeros auxilios. También se reabrió el Cesac N° 7. Los vecinos dicen que es demasiado chico para tanta gente y que los profesionales a veces se niegan a atenderlos. Mientras tanto, las obras del Hospital de Lugano siguen sin terminarse. Pero si hay algo de lo que los vecinos de Piedrabuena saben es de la distancia que suele haber entre las promesas y la realidad.
DZ/LR
Fuente Redacción Z
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