Aunque estos días fluyen relativamente mansos, hubo en las últimas semanas conductas sociales, declaraciones públicas de políticos y coberturas de medios que parecieron transportarnos veinte o cuarenta años hacia atrás, y hasta siglos. Un mes atrás: los linchamientos y sus justificaciones presuntas. Y en una misma semana, declaraciones asombrosas. Por un lado, la de Pablo Moyano augurando que si no se solucionaba el conflicto por la recolección de la basura en Quilmes iba a haber “uno, dos y tres muertos”. Por el otro, el secretario de Seguridad de Daniel Scioli, Alejandro Granados, exponiéndose felizmente a un horroroso off-side, cuando propuso (un poco como lo hizo y aplicó en su provincia Julio Cobos) el retorno del servicio militar obligatorio como respuesta a la inseguridad o modo de contención de los pibes en riesgo de delinquir.
Daniel Scioli debió poner distancia de la declaración de un funcionario en el que se supone que confía. Ala hora de escribir estas líneas el gobernador, que sabe ser tribunero, anuncia que los custodios de la Casa de Gobierno platense saldrán a patrullar las calles, como si eso pudiera ser significativo.
“Uno, dos, tres muertos.” No hubo las muertes auguradas por Pablo Moyano y, tal como sucedió en otros distritos donde la empresa Covelia –presuntamente vinculada a Hugo Moyano– dejó de sacar tajada, en Quilmes hubo un acuerdo de municipalización que permitió no sólo la normalización del servicio con conservación de más de 400 empleos sino una reducción sustancial del costo de la recolección.
Queda sin embargo boyando la declaración, así como merecería ser mejor analizada la propuesta de Alejandro Granados, todo un modo de ignorar la memoria histórica de lo que significó en la Argentina la colimba como espacio sistemático de prácticas autoritarias y humillatorias, hasta la muerte del soldado Carrasco que llevó a Carlos Menem a adoptar una de sus escasas medidas queribles: el fin de la conscripción.
Ruido de encuestas y mediciones
La presentación de Faunen, se dijo en una columna anterior, produjo un ruido interesante de cara al escenario electoral. Así como el país mediático, desde la derrota del oficialismo en las últimas elecciones, se sumergió vertiginosamente en “período electoral”, con el mismo vértigo comienzan a registrarse peleas entre encuestadores. La razón: un trabajo de una encuestadora con fama de seria, la de Julio Aurelio, según la cual en la escala nacional Daniel Scioli le saca un puntito de ventaja a Sergio Massa, quien, según otros consultores, le sigue ganando al gobernador bonaerense con claridad. De cara a estos párrafos los puntitos de la foto inmediata importan poco, porque irán modificándose y quizá asentándose, aunque con pronóstico inestable.
Lo único que parece cierto en el panorama actual es que ninguna fuerza política está en condiciones de imponerse en primera vuelta. El kirchnerismo sigue con sólo su viejo candidato fuerte: Scioli. Los otros están por verse, aunque podrán condimentar la cosa y con suerte algo más. Massa tiene el mismo desafío que Mauricio Macri, con quien compite: construir un armado nacional en un país donde cada provincia es un mundo en sí mismo y en donde cada gobernador o intendente no se regala fácil a ningún candidato a presidente, por novedoso que sea.
El PROde Macri está tan estancado como siempre en Capital, más Miguel del Sel en Santa Fe gracias a su popularidad como cómico opinable, más alguna fuerza en Córdoba y urdimbres localizadas aquí y allá en municipios, a menudo con espacios del radicalismo. Faunen debe aún consolidar su perfil y saldar una discusión interna complicada: aliarse o no con el macrismo; apostar acaso a una alianza en segunda vuelta. Esa discusión parece haberse acelerado tras la aparición de la carta pública firmada por Pino Solanas “sobre un hipotético acercamiento con el PRO”. La carta fue también firmada por los senadores Luis Juez y Norma Morandini, Rubén Giustiniani (socialista de Santa Fe), Jaime Linares (GEN-Buenos Aires) y Nito Artaza, además del apoyo de las diputadas Alcira Argumedo y Victoria Donda y el referente de Libres de Sur, Humberto Tumini. En síntesis, el planteo de los firmantes es que la propuesta presunta de Faunen (que según ellos se basa en un “perfil progresista y de centro izquierda”) “conlleva contradicciones insalvables con el acervo ideológico y la experiencia de gobierno del sector político liderado por Macri”.
Cada cual con su cruz
Esos ruidos y dificultades deben atravesar las fuerzas opositoras y al kirchnerismo le podría ir mejor con una recuperación económica que estaba prevista para el tercer trimestre de este año. Sin embargo, la inflación no sólo pone en riesgo esa remontada sino que amenaza, en un efecto conocido, con comerse la devaluación, lo que podría llevar a nuevas presiones para que el dólar suba aún más.
Políticamente, el impacto inflacionario asomó su feo rostro en el nuevo ocultamiento o postergación de la presentación de información oficial sobre las tasas de pobreza que el jefe de Gabinete explicó por cuestiones técnicas, por la incompatibilidad de los sistemas de seguimiento estadísticos nuevos y viejos. Se sabe: la pérdida de credibilidad de la palabra oficial tras la intervención del Indec fue nefasta para el propio gobierno y es lo que permitió que cualquier consultora chanta con un folleto de supermercado hiciera mediciones más que aventuradas. Las mediciones más sensatas claramente hablan de enormes mejoras en la reducción de la pobreza y de reducción de la inequidad en el ciclo largo kirchnerista. Pero si se trata de la foto de los últimos meses y el escenario posdevaluatorio, las cosas se ponen menos gratas.
En ese punto, la misteriosa foto del presente sobre los niveles de pobreza habla también del Gobierno disparando sobre sus propios pies.
DZ/rg
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