El flamante defensor general de la Ciudad es Doctor en Derecho, por la Universidad de Buenos Aires. Calificación: sobresaliente. Titular de la Cátedra de Finanzas Públicas y Derecho Tributario en la Facultad de Derecho (UBA) y juez de la Sala IIIdela Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo, presidió el Consejo de la Magistratura porteño desde diciembre de 2010. Además es autor de numerosos libros de filosofía, derecho y literatura e integra Justicia Legítima, la agrupación que impulsa reformas del Poder Judicial.
¿Qué función cumple la Defensoría General de la Ciudad?
En el interior del Poder Judicial, hay un Ministerio Público que tiene tres ramas: la Fiscalía General, la Asesoría General Tutelar y el Ministerio Público de la Defensa, que es el nuestro. Asu vez, está organizado a través de los fueros que por el momento tiene la Justicia porteña: el Contencioso Administrativo y Tributario y el Penal, Contravencional y de Faltas. Entonces hay defensores públicos oficiales que accionan ante esos fueros. En el caso Penal, toda persona que no tenga recursos puede acceder a un defensor, que le facilita el Ministerio Público de la Defensa. Es esencial porque la mayoría de las personas tienen un defensor público. Esto garantiza el derecho a la defensa. Luego tenemos el fuero Contencioso, que tiene mucho que ver con la vida cotidiana de la gente. Gran parte de los problemas sociales que tiene la Ciudad, una de las formas en la que se ha manifestado es en la justicia Contenciosa. Y quienes llevan los casos a la Justicia son los defensores oficiales.
Es decir que hay una relación con los problemas cotidianos.
Es muy concreto. Para mucha gente es una institución a través de la cual pueden hacer valer sus derechos. Uno de los ejes centrales de nuestra experiencia es defensa del derecho a la vivienda.
¿Es uno de los temas más judicializados?
Totalmente. El derecho a la vivienda fue relegado por cuestiones ideológicas. No hay comparación posible entre lo que se pensó como el derecho a la propiedad y el derecho a la vivienda. La comparación es interesante porque el derecho a la vivienda justamente es esencial para aquellos que no son propietarios. Y no sólo no son propietarios, sino porque están en emergencia habitacional, en asentamientos, villas, en condiciones de muy poca salubridad, sin servicios, sin cloacas, sin agua potable. Es una problemática muy profunda, que no es actual sino estructural.
¿Cuál es el rol que cumple la Defensoría en relación a las problemáticas sociales?
Hay que pensar que existen problemas estructurales que hacen que las personas no gocen totalmente de ninguno de sus derechos. No es una cuestión puntual de un derecho, sino que es algo que atraviesa a todos y la única manera de pensarlo es a través del derecho a la inclusión social. La Defensoría es un actor más para hacer visible estas situaciones y para colaborar en la reconstrucción de la cultura de la integración social.
¿Qué impronta le gustaría darle a su gestión?
La justicia social. La cuestión es ver cómo se hace operativo, tanto jurídica como culturalmente. Una cosa es la parte judicial y otra la promoción y difusión de los derechos. No es lo mismo que una persona manifieste un problema porque no tiene una casa a que sepa que ése es un derecho que existe que la sociedad no se lo da. La forma subjetiva es diferente: existe el derecho. Hay que ver de qué forma se expresa esto ante una institución tan simbólica como lo es la Justicia. La Justicia habitualmente no escuchó estas problemáticas.
¿La Defensoría es más cercana?
La experiencia en general de la Justicia porteña aporta muchísimo. Es una Justicia nueva, que se creó de cero, mucho más dinámica. La defensa pública fue importante desde el principio. Las personas que defendemos y asistimos son en general pobres, pero que están en los tribunales. Antes ni siquiera entraban. Eso es un cambio cultural para las propias personas, pero también para el Poder Judicial que tiene que salir de su ensimismamiento, su burocracia y protocolo, de todas esas prácticas típicas de la Justicia que están para crear una distancia. Desde lo tradicional, lo arquitectónico, el lenguaje, todo para hacerla poco accesible para las personas comunes. Se supone que si es una resolución que se refiere a la situación de una persona, esa persona lo tiene que entender. También es una función de la Defensa expresarse de una manera simple, llana para que el defendido comprenda. Es otro de los cambios culturales.
¿Cuáles son las principales problemáticas de la Ciudad?
El eje de todo es la cuestión urbana como tal. La problemática es cómo pensamos la Ciudad, qué proyectos hay al respecto. Más allá de lo jurídico, en todo lo demás estamos unidos al conurbano. Somos 15 millones de personas y eso en sí mismo atrae problemas. Es decir, hay problemas en cuanto a la vivienda, al barrio, el acceso a los servicios públicos y los medios de transporte. Eso sucede en conjunción con conglomerados estructurales de exclusión social. En la ciudad se ve claramente en cuanto al norte y al sur, la distinción entre los lugares en los que hay servicios y los que no. Lo más grave es la naturalización: convivimos diariamente con eso y ya no se ve como un producto social sino natural. Una de nuestras obligaciones es demostrar que eso no es natural, que tienen derecho a vivir de otra forma. Todo lo que se pueda hacer judicial y culturalmente, la Defensoría lo va a hacer.
El gobierno porteño relanzó una ofensiva contra trapitos y manteros, ¿qué opinión tiene usted?
Más que colisionar con el gobierno, se trata de reclamar un derecho y discutir judicialmente. Si hubiera otro tipo de políticas públicas, quizá la problemática sería diferente. Creo que las personas buscan honestamente las estrategias para poder trabajar. Si una persona puede tener un lugar formal en la estructura de trabajo, lo va querer. Como la sociedad del trabajo está destruida, hay un desempleo que tiene que ver con que el sistema social no genera, a pesar de todas las transformaciones que tuvo la Argentina desde 2003, un trabajo formal. Entonces esa persona debe buscar estrategias para conseguir algún dinero. Creo que es una cuestión que debe tenerse en cuenta a la hora de pensar en una regulación del espacio público. Como en toda problemática, hay gente que se aprovecha del eslabón más débil. El espacio público es de todos, es el lugar en el cual convivimos y como es un espacio reducido, convivimos con independencia de nuestra condición social. Salvo que existiera un ideal contrautópico de que todos deberíamos ir separados. Una especie de lógica de gueto, entonces cada uno tiene su espacio público. No es así.
¿Dónde se genera el conflicto?
Porque tenemos que ver cómo convivimos todos en ese espacio público común. Cómo convive la persona que sale de su departamento en Caballito con la persona que sale con su caballo del Elefante Blanco para buscar su ingreso. Tenemos que tener cuidado cuando se toman decisiones que involucran a todas las personas.
¿Por qué cree que se extendió la visión punitiva del derecho?
No creo que solucione nada. No hay ningún estudio empírico que demuestre que a través del aumento de las sanciones o creando nuevas sanciones los problemas se solucionan. Es la mitología de los efectos benéficos del derecho penal. Es bastante curioso. A mí me causa mucha extrañeza. Hay irresponsabilidad y también una historia autoritaria en la Argentina. Entonces cuando hay un problema, hay que aumentar la represión. Justamente nuestra historia ha demostrado que eso tiene los resultados que tiene: todas las implicancias y riesgos que existen a la hora de renunciar a las garantías procesales y penales. Hay que repensar mucho, pero en ese camino no se pueden dejar de lado un sinnúmero de garantías que se consiguieron de manera dificultosa que llevan a proteger a la persona frente al accionar del poder punitivo del Estado, la violencia estatal. No me parece racional que se abandone esa racionalización del poder.
¿Lo atribuye a una postura ideológica?
Tal vez hay algo ideológico y cultural que excede a la Argentina. Todo lo que se destruyó del Estado de Bienestar, los Estados lo tienen que compensar con represión penal. Ésa es la gran discusión: o recreamos un Estado de Bienestar luego de que fuese destruido o cómo se construye un Estado cuyo eje sea el orden y la represión penal. Son dos maneras de pensar la sociedad, la convivencia. Dos maneras culturales de vivir la vida social.
El jefe de Gobierno dijo que existe una excesiva judicialización de la política, ¿está de acuerdo?
Es algo que se discutió también en torno a las cautelares de la Ley de Medios. Excede a la Ciudad. Pero hay que distinguir las situaciones que merecen respuestas diferentes. Por ejemplo, si hay una política pública de las mayorías a través del Congreso y es una política basada en la situación mayoritaria, salvo que haya una clara violación a la Constitución, los jueces no pueden perturbar esas políticas públicas. No pueden actuar como si fuesen la continuación de la oposición por otros medios porque ésa no es la función. Ahí hay una acción distorsionada del Poder Judicial. Eso sucede en la Nación, pero también en la Ciudad. Si hay una obra pública que es realizada por el gobierno que eligió la mayoría de la población, eso no puede ser perturbado por los jueces salvo que haya una cuestión de constitucionalidad de magnitud. Otra cuestión es la discusión que tenemos en la Ciudad respecto de los derechos sociales. Hay derechos muy básicos como la salud, la educación y la vivienda que están en una situación de crisis. Entonces la defensa pública no sólo tiene el derecho sino la obligación de accionar para defender a las personas. Y los jueces están obligados a atender estas cuestiones. Ahí no hay una judicialización de la política, sino una defensa de derechos garantizados por la Constitución.
Preguntas de la A a la Z
Edad: 48.
Barrio donde vive: Villa Urquiza.
Estado civil: casado.
Signo: Cáncer.
Religión: católico.
¿Equipo de fútbol? Boca Juniors.
¿Sus hijos van a escuela pública o privada? Mi hijo mayor cursó en el Colegio Nacional de Buenos Aires y en el Nicolás Avellaneda y mis hijas van a la ORT.
Nivel educativo (secundario, terciario, universitario):
Doctor en derecho de la UBA.
¿Cree en la amistad entre el hombre y la mujer? Creo que la amistad es posible entre todos los géneros.
¿Qué vicio le gustaría dejar? Mi mayor vicio es comprar libros y no lo voy a dejar.
¿Hace terapia? Sí, hace un tiempo.
¿Qué está leyendo? Relatos reunidos de Marcelo Cohen. Cohen, Laiseca y Aira son nuestros escritores imbatibles.
¿Cuál es su lugar preferido de la ciudad? Parque Rivadavia, voy desde chico.
Infusión favorita: el mate.
¿Qué quería ser cuando fuera grande? Jugador de Boca.
Dibujito animado preferido: Los Supersónicos.
Una salida nocturna: A cualquier lugar con mi esposa.
Su comida preferida: tallarines con salsa.
Un defecto: Lo dejo a la opinión de los demás.
Una virtud: Lo dejo a la opinión de los demás.
Un personaje preferido: Arturo Belano y Ulises Lima de Los detectives salvajes de R. Bolaño; y siguiendo con Chile, Salvador Allende y su último discurso en la Casa de la Moneda.
Un hecho que le cambio la vida: conocer a mi esposa.
A qué hora se acuesta y se despierta? a las 6.30 para despertar a mis hijas y me acuesto cuando puedo.
Cena en su casa: cuando puedo.
Un programa familiar preferido: ir al bar de la esquina.
Una cábala: no tengo.
¿Cuál fue su primer trabajo? Meritorio en el tribunal Fiscal de la Nación a los 21 años.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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