A lo largo de la entrevista, hay un gesto que parece estallar en el rostro de Gerardo Otero, una sonrisa de esas que nacen de todo el cuerpo. Y es que al hablar de lo que vive cotidianamente como coprotagonista de la obra Red junto a Julio Chávez, parece volverse inevitable expresar un estado de satisfacción por estar viviendo un presente profesional, que incluye una participación en la serie televisiva Guapas, donde la alegría notoria se le mezcla con un sentido de la responsabilidad que mencionará más de una vez. Y es que para el actor, que a sus 32 años ya actuara en obras independientes dirigido por pesos pesados del under como los ex miembros de El Periférico de Objetos, Emilio García Wehbi o Alejandro Tantanian, trabajar a nivel de coprotagónico junto a Chávez, uno de los actores de mayor prestigio profesional de los últimos años, ha operado en él un afianzamiento de su compromiso con el arte teatral. En la obra, dirigida por Daniel Barone, Otero juega con el rol de un joven pintor, cuyo trabajo junto a un temperamental pintor y grabador Mark Rothko (Marcus Rothkowitz, Letonia 1903-Nueva York 1970). El vínculo se convertirá en un viaje iniciático, de maduración artística, pero más humana.
¿Cómo resumirías los temas de la obra?
Habla de cambios generacionales, también del lugar del artista, de los vínculos humanos, del final de las cosas, del comienzo de otras. También del ser consecuente con lo que uno cree, piensa y es. Eso es maravilloso. Uno puede imaginarse que como se habla de arte y de pintores, por más que no sepas de un pintor, se comprende lo que les pasa a los personajes. Y eso es lo que llega a la gente.
Esos tópicos, ¿hablan de tu propia historia como actor?
Sí, porque habla de ser consecuente, de apostar, de creer en algo e ir ahí. La del actor es una carrera muy difícil. Y para mí el compromiso es ser coherente. Yo trabajo con el mismo disfrute y la misma entrega siempre. Y el deseo que tenía al empezar está intacto. Yo quería esto, trabajé durante mucho tiempo para lograrlo y estoy agradecido, porque vivir de mi profesión es lo que más me hace feliz. Además, encontrar lo que a uno lo hace feliz y que eso sea mi trabajo es una combinación que me hace mirar todo con ojos de nene sorprendido.
¿Cuánto de lo que pasa con los personajes pasó entre Chávez y vos?
En la obra mi personaje está absorbiendo todo lo que vive con el personaje de Julio, compartiendo su mirada frente al arte o discutiéndole. Con él es todo aprendizaje, estás al lado de una bestia de la actuación, que me deja todo servido. Lo ves trabajar y estás aprendiendo. Además, me enseña en su hacer cotidiano. Pero eso porque estoy atento a todo. Hay algo de su pasión y capacidad de trabajo, que es genial. Y eso se ve en todo, hasta si vamos a comer, porque seguimos siendo las mismas personas. Y algo de eso sigue estando.
¿Qué cambia con la exposición mayor que tenés ahora?
Cambia lo que veo en los demás. En el afuera se juega algo que a mí no me pasa. Porque en el escenario sigo sintiendo la misma plenitud de cuando era chico. No cambió mi hacer en cuanto al juego, porque siempre tuve la misma pasión y el mismo nivel de entrega. Es el lugar desde donde me planteo el trabajo. Y que sea placentero para mí es todo. Además, hasta ahora no tuve propuestas que no quisiera hacer, me han gustado los temas, los directores, los actores. Si me toca algo que me guste menos veré cómo hacerlo placentero. Igual, vengo haciendo trabajos en las cuales comparto la mirada, lo que te hace ponerte la camiseta de la obra.
La obra, justamente, plantea el arte como búsqueda pasional. Y también espiritual.
En el caso del arte, la búsqueda espiritual o de realización está muy ligada al trabajo. Uno lo puede hacer más de oficio o dejar que el arte te atraviese, para hacer que la obra te haga exponer cosas tuyas. En un artista esa búsqueda es constante. Y yo ahora tengo la responsabilidad de estar en un escenario junto a un actor como Julio, algo que no traté nunca de pensar mucho.
¿Qué dirías hoy que es ser actor?
Es el disfrute más grande. Pienso en tener que venir a una función y se me ilumina la cara. Lo siento así. Creo que tiene que ver con que es un deseo desde muy chico, que no se me hizo fácil cumplirlo, tuve muchos años de formación. Y que suceda de repente, hace que el sabor se disfrute. Disfruto lo que me pasa ahora. Sigo jugando, tal vez con un poco más de responsabilidad que en otros momentos.
Se te nota contento.
Sí. Salgo pleno del teatro, recibir el aplauso del público, con tanta gente conmovida, es muy emocionante. Es algo muy intenso.
“Red”. Paseo La Plaza, Corrientes 1660, miércoles, jueves y domingos a las 20.30, viernes a las 21 y sábados a las 20 y a las 22.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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