Es difícil cantarles a las ciudades. Con “Mi Buenos Aires querido”, Carlos Gardel hizo una cosa definitiva. ¿Después de eso a qué le cantás?”, dice Gabriel Soria. Está sentado en una de las salas de la Academia Nacional del Tango. El piso de madera, los ascensores con puerta tijera y algunos objetos, como la guitarra del payador Gabino Ezeiza, traen aires de otra época. Detrás de él, aparecen fotografías de próceres del género: Agustín Bardi, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Astor Piazzolla, Homero Expósito…
En los últimos años, el tango se despertó de un letargo. Comenzaron a surgir nuevos espacios para el género –con el Abasto y Almagro como los barrios con más actividades–, las milongas crecieron de la mano de locales y extranjeros y hay iniciativas inspiradoras, como la de la Orquesta Escuela Emilio Balcarce, con pibes de 20 o 25 años tocando el bandoneón como los dioses.
De todas formas, esa renovación no estuvo acompañada por una gran creación poética. Hay nuevos letristas, pero en muchos casos no encuentran al intérprete ni la difusión adecuados. Y hay otros que siguen escribiendo como si el tango se hubiese detenido en los años 40. “El tango no está contando la ciudad”, dijo hace poco un cantante. Vicepresidente de la Academia Nacional del Tango, historiador del género, productor de espectáculos y conductor de dos programas en la radio La 2×4, Soria cree que la clave es encontrar nuevas temáticas y cantarle a la Buenos Aires de hoy. Repasa cuáles son los barrios más mencionados en el tango y dice: “Yo soy un conservador, pero la nostalgia ya fue”.
¿Hay una crisis de letristas o de difusión?
Todo es como una gran cadena. Cuando uno de los eslabones está débil, todo se debilita. Me parece que éste es un momento muy importante para el tango. Te diría que uno de los mejores en los últimos 30 años. Hubo una época maravillosa de gestación y desenvolvimiento de los tangueros, en cuanto a la música y la danza entre los años 20 y 30. Después llegó lo que muchos llaman la Época Dorada del tango, de la década del 40, que en realidad es una década larga de casi 20 años. Es el momento de la difusión de los grandes estilos orquestales, de los grandes intérpretes y de los grandes poetas. A partir del Golpe del 55, el tango –la música popular por excelencia– pierde difusión y masividad. Y el folclore gana terreno. Te hago toda esta introducción para pintar el panorama de estos años. En los 60 y 70, quedaron grandes maestros que tuvieron que remar contra las condiciones del mercado: Néstor Marconi, Julio Pane y Rodolfo Mederos, por nombrar a algunos. Y tomo a Piazzolla como una isla, un renovador y generador de cosas. Después de finales de los 60 y 70, salvo la aparición de Rubén Juárez y el encuentro Piazzolla-Ferrer, hubo varios años de bache en los que se siguió componiendo pero sin tanta continuidad. El tango siempre funcionó con eslabones muy claros: ser masivo, tener letristas y poetas, intérprete y músicos tocando. Eso generaba una creación popular muy grande, que ahora se perdió.
Mencionaste a Horacio Ferrer, como el padre de una nueva poética en el tango. ¿Cómo contaba él la ciudad y cómo lo hacen ahora los letristas del siglo XXI?
Cuando él hace “Balada para un loco” (1968), el tango vivía una gran crisis a nivel global y también interna, dirimida entre lo tradicional versus Astor Piazzolla, al que muchos acusaban de destruir al tango. Ferrer le canta a la locura del amor y de la libertad. En la misma línea –aunque más conservadora–, Eladia Blázquez tiene una temática constante: Buenos Aires. Le canta a la ciudad como si fuese una persona. A diferencia de Homero Manzi, que cultiva la nostalgia en tangos como “Barrio de tango” o “Sur”, Héctor Negro comienza a hablar de las desigualdades sociales. Recién en la última década del siglo XX y en lo que vamos del XXI, aparecen nuevos letristas a los que les cuesta encontrar intérpretes. Digo esto porque creo que una canción termina siendo una obra cuando es interpretada. Por eso hay canciones unidas a un intérprete, como “Sur”, por Edmundo Rivero, o “Se dice de mí”, por Tita Merello. A principio de los 90, Alejandro Szwarcman compuso “Pompeya no olvida”, que habla de los desaparecidos y sigue en una temática que habla de ese y de otros temas más actuales. Y encuentra en Patricia Barone a una intérprete. También hicieron su aporte Acho Estol con La Chicana y la Orquesta Fernández Fierro. Pese a eso, no sé si el tango está contando hoy la ciudad. Siempre es difícil cantarle a las ciudades. Gardel, con “Mi Buenos Aires querido”, hizo una cosa definitiva. Después de eso, ¿qué más le podés cantar a la ciudad?
¿Cuál es el barrio más retratado por el tango?
Pompeya. No te podría decir que es el más mencionado, pero sí escenario de dos tangos emblemáticos como “Barrio de tango” y “Sur”. Son canciones tan fuertes que meten al tango en el medio de ese barrio. Además, Manzi vivió ahí y de alguna forma reemplazó esa zona por su Añatuya natal; era urbano y rural al mismo tiempo. Quizá lo más retratado del tango no fue un barrio, sino una avenida: Corrientes. Aparece desde los años 20, desde la zona del Luna Park hasta Chacarita. Eso unió al tango con muchas temáticas, como el cabaret, el café y los personajes de la calle.
Durante muchos años, el lunfardo fue el argot por excelencia del tango. ¿Cómo definirías al lenguaje actual del género? ¿Es un desafío encontrar una nueva forma de escribir?
¡Es el gran desafío de los nuevos letristas! Encontrar una nueva forma de escribir. Los grandes poetas, como Discépolo, Manzi, Ferrer y Cátulo Castillo, han creado una forma de escribir y una poética. Fijate en “Te llaman Malevo”, de Homero Expósito. El escribe: “Nació en un barrio con malvón y luna por donde el hambre suele hacer gambetas y desde pibe fue poniendo el hombro y anchó a trabajo su sonrisa buena”. El verbo ‘anchar’ no existe y seguramente él lo tomó del habla popular de esos años. Hoy falta moldear un estilo. Creo que en la Buenos Aires de hoy se está escribiendo muy bien, pero prefabricado.
¿A qué te referís con prefabricado?
Se quiere hacer una letrística nueva forzando las palabras. O usando algunas que se creen modernas, como ‘Internet’, ‘mouse’ y otras de la tecnología.
¿Y a qué se le escribe hoy?
Se le sigue escribiendo mucho a la ciudad. Y al describirla caés en la cosa romántica y melancólica. Ahí aparecen la Buenos Aires que pasó y los edificios que ya no están. Escribirle a la ciudad es quizá lo más conservador.
¿Qué sería, en ese sentido, de avanzada?
(Se ríe y se echa atrás en el respaldo) ¡Me metí yo solo en un problema! Pienso que escribirle a la ciudad de otra manera y no desde las cosas convencionales. Si ponés: “Estoy sentado tomando un café y miro a Buenos Aires…”, estás siendo conservador. Sería de avanzada pensar qué le pasa al hombre y a la mujer que viven en esta ciudad, que no es la de los años 40.
¿Entonces, la melancolía ya fue?
No sé si está agotado el tema, pero caés indefectiblemente en esos poetas que ya lo hicieron muy bien. La ciudad condicionó mucho a sus habitantes y viceversa. El tango no está contando eso. Hoy, muchos tangos dicen: “Qué lástima que no existe más un café como El Nacional, donde se podían escuchar orquestas en vivo”. Tenemos que ir adelante. No podemos quedarnos en el lamento de lo que no existe porque no se puede volver el tiempo atrás. Te lo digo yo, que soy un conservador del tango y un coleccionista apasionado por las orquestas de las décadas del 20 y 30. Pero creo que lo que está bien hecho, ya está y no hay que seguir dándole vueltas al tema. La nostalgia ya está contada.
¿Almagro es el nuevo barrio del tango?
Almagro y Abasto. Es el circuito en donde están Almagro Tango Club, Sanata Bar, el Club Fernández Fierro y La Casa del Tango. Hay una gran concentración de músicos y se generó una movida muy interesante. Los músicos hoy están autogestionados y motorizaron festivales independientes en muchos barrios. ¡Eso es fantástico y no existía en la Buenos Aires de los 40! Antes, estaban los clubes de barrio y eso te daba una pertenencia. Estos pibes están recobrando esa pertenencia al barrio. Eso es ir para adelante y no quedarse en la nostalgia.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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