Hay una diferencia importante entre un hombre y una mujer relativa al deseo sexual. Para un hombre, muchas veces, se convierte en una obsesión el hecho de tener relaciones sexuales. Hay un pensamiento predominante: el genital. Se piensa con el genital, aunque suene un poco exagerado.
Una mujer, en relación al deseo sexual, suele proceder en contrario. Para ella, el entorno romántico –con todo lo que ello implica– es fundamental. Contexto, insinuaciones, poesía, suavidad y ternura, muy alejados al principio de la genitalidad, son fundamentales para producir excitaciones eróticas, que finalmente lleven a la penetración y el orgasmo.
Esta diferencia fundamental debería formar parte de la educación sexual para ambos sexos. Su ignorancia, lleva a desarrollar conflictos y peleas en las parejas, cuyo resultado puede conducir a separaciones dolorosas.
Deseo decir que el principal problema a investigar suele ser el aspecto hormonal de quienes acudan a este tipo de consultas. Sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos, una exploración minuciosa de las hormonas, no demuestra ni logra hallar alteración alguna.
Es decisivo considerar lo señalado anteriormente; los hombres sienten y piensan lo sexual como un elemento intermediario para llegar al afecto. En las mujeres, es lo contrario, es el afecto, precisamente, el que facilita el camino a lo sexual.
Existen –y es un problema a considerar– lugares que ofrecen productos de todo origen y composición, vendidos y promocionados, como “estimulantes” o “energizantes”, que se aplican para los trastornos del deseo sexual. No caben dudas de que son un negocio muy rendidor en las ventas, pero que, lamentablemente, dan escaso resultado.
Algunos eventos normales en la vida de una pareja pueden ser el origen de estos problemas del deseo sexual. Es así que el embarazo, el parto y el puerperio suelen ser los antecedentes más comunes de las mujeres que padecen de falta de deseo sexual. Igual cosa en los eventos sociales dolorosos o traumáticos en los hombres, como cesantías en sus trabajos, o falencias económicas.
Una consulta a tiempo a ginecólogos, psiquiatras o sexólogos clínicos puede determinar las causas y reponer, en poco tiempo, el deseo sexual.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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