Con edificios sustentables, terrazas verdes y paneles térmicos, la industria de las energías renovables se expande lentamente en la Ciudad, al ritmo de la regulación para promoverlas. Según información oficial, sesenta edificios porteños ya cuentan hoy con terrazas jardín; a lo que se suman una decena de proyectos de construcciones sustentables, más paneles térmicos y solares que se instalan no sólo en la Capital sino también en su área metropolitana.
Las terrazas verdes, una tendencia mundial que se inició en ciudades como Tokio o Chicago en los años 60 para combatir al isla de calor que generan los edificios y el cambio climático, llegaron a Buenos Aires hace unos cinco años, y desde entonces mantienen un ritmo de crecimiento lento pero sostenido. En un relevamiento, la Agencia de Protección Ambiental (APrA), dependiente del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad, registró sesenta de estas cubiertas que, construidas entre 2008 y 2013, suman una superficie vegetada superior a los 3000 m2. La mayoría se encuentran en edificios privados, aunque también hay iniciativas públicas como la de la Escuela N°6 “French y Berutti” del barrio de Retiro, de 240 m2, y la de la Facultad de Derecho de la UBA, con una extensión de 400 m2. Incluso a principios de este año la Maternidad del Suterh estrenó su techo verde.
Pablo Rosati, gerente general de GreenRoof Argentina, explicó que hasta el momento llevan 2000 m2 de superficie construida, y que la mayor demanda de estas obras, que rondan entre los 800 y los 1500 pesos el m2, según el sistema que se adopte, proviene de edificios corporativos.
Entre sus principales ventajas se encuentran el ahorro de energía, una mejor impermeabilización y calidad del aire y la reducción de la temperatura general del entorno. En vistas a estos beneficios, la Legislatura porteña sancionó en 2012 la ley 4428, que prevé una reducción de hasta el 20% en los derechos de delineación y construcción para edificios nuevos que incluyan terrazas verdes, y del ABL para aquellos ya existentes que las adopten. Un año después, sin embargo, la ley todavía no se encuentra reglamentada.
“El aporte de los trabajadores de edificios colabora no sólo con la estética de la ciudad sino también con el medio ambiente y la comunidad”, indicó el titular del Suterh, Víctor Santa María.
“El futuro de las terrazas verdes está muy en alza, y si se da la reglamentación se podría aprovechar mejor el momento para avanzar con las tecnologías”, comentó Rosati, mientras adelantó que, como incentivo adicional, se evalúan líneas de crédito para adquirir cubiertas verdes del Banco Ciudad.
Además de las terrazas jardín, una segunda alternativa en Buenos Aires para impulsar el uso racional de la energía son los denominados edificios verdes. Por su construcción, diseño y los materiales que se utilizan tienen un menor impacto en el ambiente ya que permiten una mejor ventilación y aprovechamiento de la luz y del agua, entre otras características.
Según explicó Carlos Grinberg, presidente del Green Building Council, en Argentina hay unos cien proyectos de edificios verdes y, en Buenos Aires, una decena ya cuentan con certificado internacional LEED (liderazgo en energía y diseño ambiental, según sus siglas en inglés). Entre ellos se encuentran el Madero Office, la sede de la compañía de seguros QBE, en el barrio de Núñez, y las oficinas de Google, en Puerto Madero.
En la opinión de Grinberg, lo que lleva a las empresas a sumarse a este nuevo tipo de construcción, más costosa pero ecológicamente sustentable, es que “les permite bajar los costos de operación”, y que “es un motivo de prestigio para quienes lo habitan, por la mejor calidad ambiental, y porque allí trabajar es más confortable”.
Destacó que el primer edificio público en contar con certificación internacional fue la nueva sede del Banco Ciudad en Parque Patricios, al que sumó al nuevo centro de convenciones de la Ciudad, en Libertador y Pueyrredón, que, a pesar de no buscar la certificación, cumple con los requisitos. “Buscamos que el Estado mejore la legislación y vaya obligando a los privados a construir sustentable”, sostuvo Grinberg.
Entre los dispositivos para producir energía limpia y renovable se encuentran, además, los paneles solares, aunque en el caso de Buenos Aires sólo el edificio de Greenpeace cuenta con esta tecnología. Rodrigo Herrera Vegas, uno de los fundadores de la empresa Sustentator, apuntó a la escala como uno de los principales motivos. “Si tengo un edificio de 10 pisos y lo cubro entero con paneles, sólo alimento uno o dos pisos, y además habría partes en las que da sombra”, explicó. No obstante, agregó que las ventas de este dispositivo están comenzando a crecer en campos y countries fuera de la Ciudad. El costo de instalación para una casa con consumo energético promedio asciende a los $150.000.
A los paneles solares se suman los térmicos, que a diferencia de los primeros, que producen energía, sirven para calentar agua. Una iniciativa destacada en la Ciudad fue un panel instalado en el SUM del barrio San Francisco, de Villa Soldati, conformado por unas 170 familias que en 2011 fueron trasladadas desde el Riachuelo. Dicho panel costó $5.000 (contra los 12 o $15.000 de un termotanque convencional) y, además, al ser una energía alternativa al gas, redujo prácticamente a cero los gastos de mantenimiento. Para Gonzalo Mórtola, funcionario del Instituto de la Vivienda de la Ciudad al momento del traslado del asentamiento y a cargo de la obra, “el barrio dejó de ser un desierto olvidado para convertirse en el primero y único de toda la Ciudad con energía sustentable”.
El panorama nacional
Al igual que en la Capital, a nivel nacional las energías limpias avanzan, aunque a paso lento. En 2006, el gobierno nacional se fijó una meta clara para los diez años siguientes: para 2016, el 8% de la generación de energía eléctrica debería provenir de fuentes renovables, según lo dicta el texto de la ley 26.190.
Sin embargo, a la fecha ese objetivo parece una meta lejana. Según surge de un estudio reciente del Cecreda (Centro Estratégico para el Crecimiento y Desarrollo Argentino), las energías renovables en la Argentina contribuyen a menos del 1% de la generación eléctrica total del país –es decir, un total de 553 MW instalados en energías limpias, basado en datos oficiales de 2011.
Este cálculo no incluye a las grandes represas hidroeléctricas, pero sí a los pequeños emprendimientos, de menos de 30 MW, que, en efecto, constituyen la mayor fuente de energía renovable del país y representan el 77% del total del sector. El resto de las fuentes de energía renovable en la Argentina, según informa el estudio de Cecreda, son el viento y la biomasa. Mientras que a finales de 2011 había instalados 18 parques eólicos con una capacidad total de 65 MW, las instalaciones de biomasa eran 3, con una producción total de 58 MW de energía. Por último, la energía solar y la geotermia suman juntas unos 2 MW (menos del 2% del total).
El lento avance de las energías limpias tiene su contracara en el fuerte predominio de los combustibles fósiles en la matriz energética argentina, de los que es dependiente y que la convierten, a su vez, en poco diversificada. Como el mismo informe de Cecreda lo muestra, el 65% de la generación eléctrica total del país depende del petróleo y del gas natural, mientras que un 27% proviene de las grandes represas hidroeléctricas.
En medio de este panorama, y con la reglamentación de la ley, en 2009, se implementaron a nivel nacional dos programas para incentivar las energías limpias. Uno fue el GENREN I, lanzado de manera conjunta entre el gobierno nacional y la empresa pública de energía ENARSA para comprar a emprendimientos privados 895MW de energías renovables. Desde entonces se multiplicaron las iniciativas, como el parque eólico de Rawson, el de mayor capacidad instalada de la Argentina. En 2010 se lanzó, además, el GENREN II, pero las nuevas licitaciones aún se encuentran pendientes.
En tanto, un estudio de la Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader), el Clean Energy Report, publicado a fines de 2011, estimaba que para alcanzar el 8% marcado por la ley 26.190 (más de 3.000 MW), se requeriría un nivel de inversión de más de 5 mil millones de dólares.
Fuente Redacción Z
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