Nació como parte del Parque 3 de Febrero y lo inauguró en 1875 Domingo Faustino Sarmiento. Para octubre de 1888 el Zoológico ya había pasado a la gestión municipal y desde entonces las enormes puertas de hierro que dan a la Plaza Italia fueron una romería de niños, globos, carruajes, vendedores ambulantes, familias.
Pero en junio de 2016 el gobierno de Buenos Aires tomó una decisión radical con respecto a la administración del Zoo, sus edificios de alto valor patrimonial, su predio de 18 hectáreas y más de mil ejemplares entre fauna autóctona y exótica. Las denuncias de abandono animal fueron la explicación para que las autoridades rescindieran el contrato con la concesión privada y pasaran a gestionar directamente el zoo.
Unos días más tarde el anunció llegó con bombos y platillos: el predio ubicado frente a Plaza Italia se reconvertiría en un Ecoparque Interactivo, sin animales para la exhibición. Casi un año y medio más tarde, el proyecto oscila todavía entre obras y concesiones cuestionadas y la crítica feroz de las organizaciones sociales y gran parte de los trabajadores.
Para las autoridades del Ecoparque no hay medias tintas, aunque los avances en el proyecto no sean visibles –y menos ahora que el predio está cerrado al público en general- la situación de los animales, los recintos y los empleados es ciento por ciento mejor de lo que era antes. “Ya hicimos más de cuarenta obras, mejoramos los recintos, mejoramos las condiciones de seguridad de los animales, cambiamos los sustratos de las jirafas, el rinoceronte, las cebras, los tapires, las llamas”, aseguraron desde el Ecoparque, mientras seguían con la enumeración.
La novedad de la nueva gestión es que la primera zona a inaugurar del parque estará lista a mediados de 2019, con entrada libre y gratuita. El espacio, próximo a Plaza Italia, será una representación de una laguna pampeana, para la cual se vació, limpió y transformó el Lago Darwin que había en el zoo. En ese proceso murieron varios peces carpa. Según el gobierno fueron once, pero las organizaciones protectoras del derecho animal, que siguen de cerca el proyecto, contabilizaron una treintena y lo adjudicaron a la mala oxigenación y cambios de temperatura a las que fueron sometidos estos ejemplares durante el vaciado y rellenado del lago.
La primera inauguración incluiría también la apertura al público de los edificios conocidos como la Casa Bagley, la felinera, la leonera y el reptilario. Todos transformados en una nueva propuesta, algunos incluso reconvertidos en espacios gastronómicos o de entretenimiento familiar. Esto último hizo que las ONGs pusieran el grito en el cielo: la mayoría de los edificios están catalogados como patrimonio histórico y funcionan todavía como recintos de esos animales. ¿Qué harían con esos ejemplares? ¿Quién controlaría la conservación patrimonial?
“Están revoleando a los animales”
“Mintieron cuando dijeron que el zoológico no iba a existir más. Van a reducir el número de animales pero seguirá siendo un zoo. El Ecoparque continúa con la exhibición, la reproducción y habilita el traslado a otros zoológicos, ¿cuál es la diferencia?”, se pregunta Malala Fontán, activista de SinZoo, una de las organizaciones que brega por el fin de los zoológicos y que más visibilidad le dio al conflicto en el predio porteño.
Para la activista vegana, el verdadero objetivo del Gobierno siempre fue hacer un gran negocio dentro de aquel pulmón verde, donde no se escucha ni una sola bocina a pesar de estar rodeado de ruidosas avenidas. Según Fontán, esto último se hizo evidente en diciembre pasado cuando el oficialismo intentó aprobar un proyecto en la Legislatura para concesionar los 21 edificios que tiene el zoológico por un plazo de 30 años. “Esos edificios son patrimonio histórico, son obras de arte, tienen esculturas hechas por Lola Mora, Carlos Thays, y en la mitad de ellos todavía hay animales. Hay unos mil ejemplares que tienen que trasladar sí o sí porque molestan. Tienen que vaciar el zoo y los van a mandar a cualquier lado. Están revoleando a los animales”, criticó la titular de SinZoo.
Desde el Ecoparque justificaron la necesidad de concesionar los edificios a 30 años porque el estado de los inmuebles, consecuencia de años de abandono, requiere de una gran inversión y por ende debe ser redituable para los privados. El enojo de las organizaciones –que publicaron un comunicado en conjunto repudiando la medida- lo adjudicaron a un error de comunicación. “¿Cómo vamos a concesionar los edificios con los animales adentro? Fue nuestro error no haber aclarado que todos los animales se iban a trasladar previamente”, se justificaron.
Pero no. La queja de las ONGs iba más allá. Abrirle la puerta a emprendimientos gastronómicos y empresas de entretenimiento familiar, como pretende el Ejecutivo, transformaría el predio en un “shopping-patio de comidas al aire libre” y se alejaría aún más de los estándares internacionales para el manejo de fauna silvestre. El comunicado fue firmado por organizaciones como FARN, Vida Silvestre, AZARA, Aves Argentinas, Wildlife, Conservación Society y Fundación Temaikén, entre otras.
“Además de los edificios las concesiones van a incluir los caminos linderos, para que la gente haga fila para poder entrar a cada lugar. Habrá camiones con mercadería y otros para retirar la basura, sumado al ruido que pueda generar la cantidad de público entrando y saliendo de cada local… ¿Dónde van a quedar los animales? No tienen dónde meterlos”, remarcó Fontán, que difundió un mapa del zoo con la ubicación de cada edificio y la distribución de los recintos. Los 300 animales, que el propio Gobierno reconoce que deberán quedar en el Ecoparque, estarían inmersos entre todos esos emprendimientos.
Desde SinZoo enumeraron como uno de sus logros haber podido frenar el traslado de diez lobos marinos, dos de ellos gerontes y ciegos, al Aquarium de Mar del Plata. “Para lo único que te pueden aceptar este tipo de animales es para que hagan shows y eso está prohibido”, dijeron. Sin embargo, tuvieron que lamentar la muerte de ocho ciervos. “La única defensa de los ciervos es la velocidad. Para hacerles los estudios previos al traslado, les tiraron dardos para dormirlos. Los ciervos salieron disparados del miedo y algunos se estamparon contra las rejas. Ocho murieron por politraumatismos”, contó Fontán.
La cuestión animal fue lo primero que sensibilizó a los porteños. El estado de la orangutana Sandra –convertida en un caso inédito en el mundo al ser declarada “persona no humana” por la Justicia- o la salud de Mara, la elefanta que había sido rescatada del circo Rodas pero que luego en el encierro del zoológico sufrió un trastorno psicológico, fueron algunos de los casos que más conmovieron a los vecinos.
Pero la situación no cambió tanto para el resto de los animales. “Están desguazando el zoológico”, “La situación de los animales no mejoró y continúa el declive”, “Venden a puro marketing el traslado de los animales y después te enterás de que se murieron”, fueron algunos de los comentarios de los trabajadores del zoo que cuidan a los animales pero que prefirieron no dar sus nombres por miedo a represalias. Entre los cuidadores hay una especie de desilusión, muchos creyeron que pasar al Estado iba a significar una mejora radical para ellos y los animales. Pero no, muchos terminaron renunciando porque las condiciones de contratación eran peores o igual de malas que las anteriores y la promesa de bienestar animal tampoco se cumplió.
De ejemplo pusieron la situación de los guacamayos que al estar en la antigua monera, un recinto chico y cerrado, no tienen la posibilidad de volar. Esos ejemplares necesitarían un espacio grande y en altura. Según los trabajadores, “comen desde el piso y conviven con ratas”, denunciaron. “Los guacamayos tuvieron crías y quisieron tirar los huevos porque decían que estaba prohibida la reproducción. Son aves en peligro de extinción y querían descartar las crías”, denunciaron los trabajadores, aunque desde el Ecoparque lo desmintieron rotundamente.
A falta de plan…
A las críticas por el estado de los animales y los edificios históricos, se sumaron las que apuntan al nivel de improvisación en las decisiones tomadas por el Gobierno durante este tiempo. Primero fue un anuncio, luego un concurso de ideas, después un proyecto de ley y en el medio la derivación de algunos animales. Esta falta de planificación hizo que el museólogo y especialista en conservación animal Claudio Bertonatti bautizara el proyecto como un Ecodisparate.
Para Bertonatti hay buenas y malas noticias. “La buena es a casi dos años de haber tomado la institución recién ahora tienen un borrador de máster plan. La mala, todo lo que hicieron hasta ahora como las derivaciones de animales sin mucho criterio”, fue categórico el especialista, que tuvo acceso al plan y que junto a un grupo de ONG elaboró críticas y correcciones. La principal crítica que hicieron las organizaciones es que todavía sigue sin estar claro el objetivo de la institución.
“En el fondo no les interesa los animales ni la conservación de la naturaleza sólo les interesa generar espacios que sea rentables”, aclaró Bertonatti, que señaló que en un primer momento las autoridades “dijeron lo que la gente quería escuchar”, en referencia al cierre del zoológico como el final de los lugares de encierro. “Pero los especialistas y ONGs les dijeron que no podían cerrar así como así un zoológico cuando hay una crisis de conservación y entonces empezaron a manejar un discurso ambivalente para quedar bien con todos”, explicó y agregó: “Sobre la marcha se dieron cuenta de que la transformación del zoo tiene un presupuesto más elevado que el cierre, algo más simple para un Gobierno con poco interés en la conservación”.
Una crítica similar hicieron desde la Defensoría del Pueblo, encargada también del control del nuevo Ecoparque. “Resulta indispensable tener precisiones a corto, mediano y largo plazo. Sin embargo, a casi dos años de cumplirse el anuncio de la transformación todavía no se conoce el Master Plan”, criticó Gabriel Fuks, representante del área de Seguridad y Medio Ambiente de la Defensoría. El legislador mandato cumplido contó que pidió recorrer el predio para constatar el estado de los animales y las obras, pero su visita fue cancelada dos veces.
Desde SinZoo aseguran que el activismo es la única vía para despertar conciencia y ponerle un límite a los intentos de perpetuar el zoo. Para otras ONGs, en cambio, el Gobierno todavía está a tiempo de escuchar las críticas y encaminar el proyecto. Mientras tanto, los porteños deberán esperar varios meses más para descubrir qué pasa finalmente con el zoológico.
Fuente Diario Z
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