No hubo victoria, pero la selección argentina se reencontró con la gente y con el periodismo. Cuando así lo señalamos es que el equipo fue superior a Brasil y mereció ganar el partido.
Faltó algo de suerte -Banega pegó un remate en el poste cuando la Argentina todavía tenía ventaja- aunque hubo demasiadas ausencias de peso. Ni Messi ni Agüero ni Tevez, pero con un Higuain inspirado para abrir juego a los costados, potente y encarador, más un Lavezzi incansable, el equipo fue al frente.
Para establecer diferencia ante un Brasil asustado y sin líderes, la clave estuvo en el vértigo que impuso Di María, de excelente primer tiempo. Banega lució más dinámico y fue su socio ideal. Pero la gran jugada previa al gol que coronó Lavezzi tuvo gusto a poco.
Así lo debe haber entendido Dunga, porque adelantó líneas en el segundo tiempo y en esos quince minutos iniciales se pasó del 2-0 posible a un empate impensado. Brasil volvió a cuidarse más, pero dispuso de varias contras mal resueltas. Neymar fue una sombra y la tarea de la dupla Otamendi-Funes Mori fue sólida y esperanzadora.
El saldo que dejó el empate tuvo gusto a poco por el empate, pero sirvió para demostrar que hay vida más allá de Messi y Agüero. El punto será valorado si se consigue ganar en el insoportable calor de Barranquilla. Incluso un empate dejaría preocupación por la tabla de posiciones inmediata pero si se mantiene el crecimiento en el juego y en una actitud agresiva, tirando la historia albiceleste encima del rival de turno, la clasificación no debería peligrar de ningún modo.
Se cierra el año calendario sin los éxitos que nos imaginamos, pero el aroma a cambio de rumbo o de entrenador tampoco entusiasma a nadie. Ya en marzo próximo la historia será otra. Con Messi, Agüero y Tevez dentro de la cancha.
DZ/nr
Fuente Redacción Z
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