El acelerón brutal que implicó la derrota del oficialismo y el ascenso de Sergio Massa como figura presidenciable opositora instaló la sensación del “período preelectoral”. Ese clima parece haber cedido paso en las últimas semanas a un escenario político algo mesetario y vacío. Ni el oficialismo disfruta de su vieja capacidad de iniciativa, hacedora, casi imponiéndose por inercia ante el vacío opositor; ni las oposiciones terminan de consolidarse, excepto por lo que tuvo de novedosa la aparición de Unen, o por los muchos rumores y operaciones de idas y venidas que podrían conducir a migraciones no del todo extrañas: Unen con PROPRO , PROPRO con Massa, Gabriela Michetti sugiriendo que podría dejar a Mauricio Macri, y hasta afiches con la firma de Eduardo Duhalde que proponen Massa con Daniel Scioli.
El estado de amesetamiento al que se aludió en realidad es más que relativo. El kirchnerismo produjo una novedad interesante de cara a lo electoral, a la que acaso no se le dio la suficiente importancia. Esa novedad es la respuesta que parece ir encontrando la Presidenta al problema grave de la sucesión kirchnerista. No sólo el problema de la sucesión presidencial, sino el de la continuidad misma del kirchnerismo como espacio político a partir de 2015.
La centralidad enorme que tuvieron siempre Néstor y Cristina Kirchner tuvo un efecto paradójico: una vitalidad política innegable con “capacidad de mando” y a la vez una peligrosa dependencia del kirchnerismo de la suerte que corrieran ambos. Hace no muchos años, la Presidenta hablaba de “institucionalizar” al kirchnerismo. Nunca quedó del todo claro si se refería a la institucionalización del espacio como fuerza política o a la institucionalización de las reformas impulsadas, el “modelo de país”. Si se trató de la institucionalización de una fuerza política, Unidos y Organizados o La Cámpora fueron experiencias interesantes pero acotadas. Si alguna vez se creyó que el kirchnerismo o el Frente para la Victoria, a fuerza de empuje y novedad, dejarían definitivamente marchito al PJ, eso no sucedió.
Regreso al partido
La elección tomada desde la cúpula del oficialismo se puede llamar realista: volver al PJ con mucha fuerza propia kirchnerista (lo que se comprueba en el reparto de cargos), sin dejar de respetar y articular con otros espacios más típicamente peronistas: gobernadores, intendentes, gremialistas. Hay un dato sonoro y evidentísimo: todos, absolutamente todos los precandidatos a presidente del kirchnerismo tienen en el nuevo armado del PJ su lugarcito honorífico. Se supone además que la apuesta, como en los viejos años de la renovación peronista en la década de los 80, contará con el embellecimiento que pueden otorgar las primarias abiertas, en las que se dirimirá finalmente el precandidato ganador. Seguramente ese toque democratizador no sólo ampliará la base de sustentación del presidenciable, sino que le otorgará fuerza y legitimidad.
Hay un dato en el pasado político de Néstor y Cristina Kirchner que explica o pone en contexto histórico la decisión tomada. Cristina más de una vez dijo que en tiempos del menemismo, cuando ya se habían ido del PJ los integrantes del Grupo de los 8, ellos prefirieron pelearla desde adentro. ¿Volver al PJ es un síntoma de realismo conservador? ¿O se trata de un realismo anclado en la lógica democrática de la institucionalización partidaria? Ya hay kirchneristas de paladar negro que entienden como racional y democrática, aunque más no sea por obligada eliminación de objetivos que antes se concebían como superadores, la idea de bancar una eventual presidencia de Daniel Scioli desde un kirchnerismo constituido como espacio interno del PJ.
Se trata de una discusión que esperaba su turno. Recién en los últimos meses comienza a madurar, o a ser pública, en los marcos siempre estrechos en los que el kirchnerismo acostumbra a tomar sus decisiones trascendentes.
Fotos pasajeras
De cara a las elecciones, la apuesta presidencial (y hasta una alusión de Cristina a La Cámpora, que atraviesa su propio proceso de maduración política, como parte del PJ) tiene la misma relevancia política que la emergencia de UNEN o lo que sea que vaya a suceder de convergencia o separación entre distintas fuerzas opositoras. El resto son fotos pasajeras, incluyendo la última y pobre movilización convocada por el moyanismo/barrionuevismo, aun cuando el dominio del transporte le permita a Hugo Moyano detener parte de un país.
En esa tensión entre lo coyuntural y el medio y largo plazo, el Gobierno afronta un escenario económico complejo con anuncios y prácticas que intentan compensar las dificultades. La suba de la Asignación Universal por Hijo, junto a la continuidad de programas como Procrear o Progresar, muestra que el oficialismo no está aplicando un ajuste ortodoxo. A la vez el monto de ese aumento espeja el problema de la inflación, mientras se registra una suba moderada del desempleo y del dólar. Hay quienes creen que habrá una tibia mejoría económica en pocos meses; hay otros que dicen lo contrario, pero según el caso suelen ser expertos en anunciar falsas catástrofes.
Como hacía tiempo que no sucedía, el panorama político nacional está abierto y ninguna fuerza opositora está en condiciones de presentarse como lo nuevo, aquello que va a arrasar. Lo mismo sucede con la economía. Todo transcurre en equilibrio inestable. El kirchnerismo atraviesa un período de grises, abierto, que puede resumirse en las novedades de los últimos días: el caso Milani como retroceso; el de la presentación del Grupo Clarín para adecuarse a la Ley de Servicios Audiovisuales como un avance de la autoridad democratizadora del Estado.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
Pingback: OM Radio | 97.1 » De cara a 2015: Tiempo de reacomodamientos