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Las películas sobre los años de plomo

Desde Los chicos de la guerra (1984) hasta El secreto de sus ojos (2009), el cine ha arreglado cuentas con una veintena de películas sobre el terrorismo de Estado y la guerra de Malvinas.

Por Juan Pablo Csipka
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Con la caída de la dictadura, también sucumbió la censura, que se había ensañado con la cultura en general, y particularmente con el cine. Cuando en febrero de 1984 se disolvió el Ente de Calificación Cinematográfica (en rigor, una creación de la dictadura de Juan Carlos Onganía), se abolió la censura cinematográfica y se dio rienda suelta a la imaginación de los cineastas. Así germinó el cine que salió a competir con éxito en los festivales internacionales en los 80. Y también, a la par, el cine que ajustó cuentas con el pasado dictatorial.

“Esta película fue posible gracias a la vigencia del Estado de derecho en la Argentina”, se lee en la pantalla al comienzo de Los chicos de la guerra, de Bebé Kamín. Estrenada en plena primavera democrática de 1984, tocó la cuestión de Malvinas en un año de reverdecer cultural y éxito masivo del cine nacional en la taquilla (fue el año de Camila). En esos meses, llegó a las pantallas En retirada, un policial de Juan Carlos Desanzo, escrito por José Pablo Feinmann, con Rodolfo Ranni en la piel de un represor que busca amoldarse al fin de  los años de plomo (no por nada, son los tiempos de la “mano de obra desocupada”, que del secuestro político pasó al extorsivo).

Los films sobre la dictadura fueron poblando la cartelera, llegando al éxito de La historia oficial, pergeñada poco antes del fin del régimen y que se centró en el lado más atroz de la represión ilegal: el robo de bebés nacidos en cautiverio.  El éxito en el Festival de Cannes llevó al film de Luis Puenzo a Hollywood: obtuvo el Oscar a mejor film extranjero el 24 de marzo de 1986, exactos años después del golpe.

El exilio fue retratado en obras como El exilio de Gardel y Sur de Pino Solanas y Mirta, de Liniers a Estambul, de Jorge Coscia, hasta culminar la década con La amiga, de Jeanine Meerapfel, con Cipe Lincovsky y Liv Ullmann. Entre medio, el exilio interno de un maestro rural en Jujuy que se encariña con un chico que habrá de morir en el hundimiento del crucero General Belgrano: La deuda interna, de Miguel Pereyra.

El film que acaso sintetiza las llagas de la dictadura es Los días de junio, de Alberto Fischerman, estrenado en 1985. Su tema es el regreso de un actor exiliado (Norman Briski) y el reencuentro con sus amigos, en las horas finales del conflicto del Atlántico Sur. Treinta años después aun impacta ver sobre el final el desentierro de los libros enterrados por miedo. En primerísimos planos se aprecian títulos prohibidos por la dictadura: Operación Masacre de Rodolfo Wlash; Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa; Estudios sobre los orígenes del peronismo de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero; El frasquito de Luis Gusmán; La Patagonia rebelde de Osvaldo Bayer.

Otra película clave, desde el registro documental, fue Juan, como si nada hubiera sucedido, de Carlos Echeverría. Cuenta la historia de Juan Herman, el único desaparecido por la dictadura en Bariloche y cómo impactó su secuestro en la ciudad.

En los 90 el panorama cambió. Se habían producido los indultos, pero la distancia respecto de los 70 permitió un enfoque más profundo, como en Un muro de silencio, de Lita Stantic, que plantea crudamente el “todos sabían lo que pasaba”; Buenos Aires Viceversa, de Alejandro Agresti, con las heridas de la dictadura alcanzando a la nueva generación; y la impactante Garage Olimpo, de Marco Bechis (él mismo un sobreviviente), que radiografío un centro clandestino de detención por dentro, como haría en 2006 Adrián Caetano en Crónica de una fuga, sobre la Mansión Seré.

Eso ya sería en los años del kirchnerismo, más propicios para volver a poner en foco los 70, como en Los rubios, de Albertina Carri, que se detiene en la historia de los padres desaparecidos de la directora; y Malvinas, con Iluminados por el fuego (Tristán Bauer, 2005), centrada en el drama de los suicidas veteranos de Malvinas, y con una formidable puesta en escena de los campos de batalla. Más el prólogo de la dictadura, con la Triple A como telón de fondo del drama policial de El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, que le valió al cine argentino su segundo Oscar, en 2009.

El cine es capaz de convertirse en un gran vehículo y ha dado en la Argentina un notable corpus sobre la dictadura. Tal vez el momento que mejor resuma desde la pantalla grande la tragedia del Proceso esté en un pasaje de Los días de junio, cuando Arturo Maly encara a sus tres amigos y se desahoga, terminando de decir, entre lágrimas, su propio drama, que describe el impacto de la dictadura sobre el cuerpo social:  “Yo también me borré y me quedé donde estaba. Nadie me echó. Nadie me persiguió. Simplemente me ignoraron y me quedé. Me quedé para oír cómo se llevaban a compañeros míos. Yo lo sabía, lo sabía. Vos tuviste miedo porque te persiguieron. Y vos tuviste miedo porque te torturaron. Y vos, ni hablar, porque te pusieron una bomba. Yo tuve miedo sin que nadie me hiciera nada. Nunca nadie me hizo nada”.

DZ/JPC

Fuente Redacción Z
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