Más allá de tener un lindo recuerdo de mis Navidades en general, la que más me emociona es la del año pasado: fue la primera vez que Mateo, mi hijo mayor, conoció a Papa Noel.
En ese momento Mateo tenía sólo dos años ¡y se le iluminó la cara! Yo ya estaba embarazada de mi segundo hijo y estaba particularmente sensible. Tengo un recuerdo familiar hermoso de ese momento. ¡Mateo no lo podía creer!
Un primo mío se disfrazó y apareció a la medianoche, entró por el garaje tocando una campana. Estábamos en la casa de mi abuela, de la bisabuela de Mateo.
Ahora él tiene cuatro años, y se acuerda muy bien de lo que ocurrió en ese momento. Cada Navidad, espera ansiosamente a Papá Noel. El 8 de diciembre, armamos el arbolito juntos y él le escribe su carta.
También hablamos del nacimiento del Niño Dios. Para nosotros, además de un encuentro familiar, la Navidad guarda un sentido religioso muy profundo.
Tal vez este año sea el turno de Juan, que es mi hijo más chico.
Si tenemos suerte, alguien se va a disfrazar de Papá Noel para darles una sorpresa a los dos hermanitos.
Mi mejor Navidad fue la última, junto a mis hijos Mateo (4 años) y Juan (de un añito), acompañado por mi esposa Carolina.
El Niño Dios pasó a ser «Papá Noel» para nosotros, pero mantiene su ancestral encanto, y la ficción armada por los mayores para ilusionar a los chicos sigue teniendo intensidad emocional en cualquier tiempo y lugar.
El año pasado pude ver y disfrutar esa emoción en el rostro de mi hijo Mateo, casi desencajado de alegría y asombro al ver a ese hombre de traje rojo, barba blanca y panza simulada que llegaba con una bolsa cargada de obsequios.
El corazón de Mateo, el de Carolina y el mío palpitaban al unísono, parecían tres tambores.
Ahí comprendí la bendición que significa ser padre, esa función que no se estudia en ninguna universidad y sólo se aprende viviendo la experiencia. Seguramente, el placer de este ritual se repetirá con Juan, apenas tenga la edad para sentir la fascinación que genera Papá Noel, el Niño Dios o como quieran llamarlo.
Y volveremos a emocionarnos.
Y volveremos a ser niños por un rato.
DZ/km
Fuente Especial para Diario Z
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