En la Argentina se diagnostican anualmente unos 3.000 casos de cáncer cervicouterino, que causa la muerte de unas 2.000 mujeres por año, cifras que según el Instituto Nacional del Cáncer Argentino (INC) se mantienen constantes desde hace casi 40 años.
El cáncer de útero suele vincularse a infecciones causadas por el VPH y por eso aconsejan que para una pronta detección las mujeres se controlen de forma anual por medio de papanicolaou, colposcopia y test de captura híbrida dos, además de aplicarse la vacuna, incorporada en 2011 al calendario nacional argentino.
La vacuna contra el VPH está disponible en centros de salud y hospitales públicos de todo el país, se aplica de forma gratuita y obligatoria para niñas de 11 años nacidas a partir del año 2000 y para varones de 11 años nacidos desde 2006.
Sin embargo, el cáncer de cuello de útero es el tumor que refleja con máxima crudeza la desigualdad social en salud, afirma una publicación del Ministerio de Salud de la Nación.
“Ocupa el segundo lugar entre los tipos de cáncer más comunes entre mujeres a nivel mundial y es la segunda causa de muerte por cáncer, a pesar de que la enfermedad podría prevenirse casi por completo gracias a los conocimientos y tecnologías actualmente disponibles.
Afecta principalmente a mujeres de bajo nivel socioeconómico, socialmente vulnerables, que no acceden a los servicios de tamizaje. La enfermedad y muerte de estas mujeres tiene consecuencias devastadoras para las condiciones de vida de sus familias, ocasionando la pérdida de trabajo, ingresos, y el ausentismo escolar de los niños del hogar (Arrossi et al. 2007).
De manera que, el cáncer de cuello de útero no sólo afecta a las mujeres más pobres, sino que es a su vez un factor que intensifica la pobreza y la vulnerabilidad social. América Latina es una de las regiones del mundo con más alta incidencia de esta enfermedad.
El relativo fracaso de casi todos los países latinoamericanos para prevenir y controlar el cáncer cérvico-uterino contrasta con la disminución de la incidencia y mortalidad por dicha enfermedad en países como Estados Unidos o Canadá, luego de la introducción de programas de prevención basados en el tamizaje con la citología cervical o test de Papanicolaou. En América Latina, los programas de tamizaje, cuando existen, se han implementado de manera fragmentada, con bajo nivel de organización, sin controles de calidad, y no han podido cumplir sus metas y objetivos (Lazcano-Ponce et al. 1999). Argentina no es una excepción a esta realidad. Cada año se diagnostican alrededor de 3.000 casos nuevos de cáncer de cuello de útero (Ferlay et al. 2004), y alrededor de 1.600 mujeres mueren a causa de la enfermedad. Al mismo tiempo, en los últimos treinta años no ha habido descensos significativos de la mortalidad por esta causa.
El Ministerio de Salud organizó para el 25 de abril el VIII Seminario Internacional de Prevención de Cáncer Cervicouterino: «Implementación del test de VPH. Lecciones y desafíos».
Fuente Diario Z
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