Desde hace años es la única bebida alcohólica que parece poder disputarle al fernet el cetro de la más consumida a nivel nacional y que, dentro de la ciudad de Buenos Aires, es la verdadera Reina del Plata. Ese rubio objeto de deseo, su majestad, la cerveza.
Según los especialistas, esta bebida, nacida hace miles de años (3.500 a. C. según los historiadores) en tierras hoy pertenecientes a Irán, es un brebaje que adquiere día tras día mayor cantidad de degustadores, o que, en resumen, ha logrado que cada vez más gente la beba con conocimiento de causa. Y más allá de que localidades como Villa General Belgrano en Córdoba o las ciudades de Santa Fe y Rosario surjan velozmente como sitios de referencia, la Capital Federal parece ser, hoy en día, el lugar en el que los someliers y los fans han ganado territorio para hacer de esta bebida espumosa la favorita, a la vez que un renovado símbolo de la porteñidad.
Cada día son más los bares y restaurantes que ofrecen distintas variedades y no se limitan a «la rubia de tres cuartos». Una marcas como Stella Artois (de origen belga pero fabricada por Quilmes en el país), por ejemplo, ha ganado mercado hasta el punto en que las pizzerías más reconocidas de la Ciudad la tienen como favorita y primera opción del menú. También como la más cara, eso sí; una botella de litro de esta marca cotiza entre 20 y 29 pesos en cualquier local gastronómico, al tiempo que se consigue en supermercados a unos 6 pesos promedio (frente a los $ 4,50 de la Quilmes).
Dentro del rango de precios observable en locales de venta minorista, a la Stella la acompaña en calidad y valor la holandesa Heineken, también con fieles seguidores (fabricada en la Argentina por la local Cicsa), aunque en este caso y para consumirla en comercios a la calle, se debe acudir a los ubicados en barrios turísticos como San Telmo o Palermo, donde, claro, se deberá oblar poco menos de diez dólares si la idea es compartir «una de litro».
Etiquetas más exclusivas, como la irlandesa y negrísima Guinness, en tanto, se consiguen sólo en lugares especializados. Y ni hablar de marcas que sólo llegan a través de importación específica, o de aquellas elaboradas artesanalmente. Para probar nombres como Guillón, Kunstman, la santafesina Mackeprang, Neffer o la casi de culto Indian Pale Ale hay que recorrer más.
La ciudad de Buenos Aires, como nueva cuna de degustación de cerveza se ha transformado en una pequeña capital nacional en la que los especialistas encuentran lo mejor de cada región. Marcas como Antares (a no perderse su variedad de stout), nacida en Mar del Plata y que hoy se consigue en locales especializados e hipermercados, ha instalado incluso un local en Palermo Soho, donde se ofrecen las distintas versiones a precios variopintos.
¿Pero hay un gusto que se esté refinando? ¿Existe un consumidor avezado que se está haciendo masivo?
El mexicano Enrique Rubio, llegado desde el norte del continente para atender el mencionado comercio palermitano, sostiene que sí, que «de a poco el porteño está aprendiendo» a degustar cerveza. Sin embargo, también destaca que la menos elaborada y la que menos paladar requiere, la rubia, sigue siendo la más pedida. Otras opciones, como la stout, o la negra, van ganando mercado con el tiempo, principalmente por el impulso que una marca masiva como Quilmes le da a fuerza de publicidad gráfica, televisiva y radial. En este caso, podría decirse, el efecto dominó beneficia al mercado y, con el tiempo, al consumidor y a quien busca especializarse.
Fuente Redacción Z
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