El vestuario es idéntico y el parecido físico impresiona. Cuidan su imagen a tal punto que, a veces, llegan a confundirse e involucrarse con detalles imperceptibles de sus referentes. Imitan movimientos, poses, modismos, voces y tonos. Se meten de lleno en un personaje de tal forma que han logrado que alguien en el público ría, llore o cante como si estuviera viendo al auténtico. Ellos son los “dobles de riesgo” de la música. O “tributeros”, como prefieren llamarse. Semana tras semana les rinden homenaje a los artistas eternos: Joaquín Sabina, Elvis Presley, Los Beatles, Soda Stereo, Sandro y Arjona son los de mayor impacto, pero también hay imitadores de Calamaro, Charly García, Luis Miguel y Shakira. Cuando Mariano Albergoli se enteró de que Gustavo Cerati había fallecido se largó a llorar frente al televisor, desconsolado. De chico, decidió dedicarse a la música inspirado por él. En 2005, luego de ver un show de The Beats, la banda tributo a Los Beatles, pensó que sería una buena idea hacer algo similar con Soda Stereo. Junto a sus amigos Ezequiel Pérez Casas y Pablo Gillari formaron Sobredosis de Soda.
“La propuesta del show es una reproducción sonora y estética de Soda Stereo. Contamos con vestuarios de las distintas épocas de Soda. Y en el escenario interpretamos cada uno su rol, que incluye movimientos escénicos”, cuenta Albergoli, líder de la banda. Parados frente al escenario –revive Mariano– lograron lágrimas, risas y que todos canten a la par de ellos. Dice que el público “es exigente pero muy ameno”. En esas dos horas de show, los músicos y los espectadores comparten un sentimiento que se entrelaza a cada acorde: el fanatismo por Soda. “Compartimos con ellos el amor por una banda que nos marcó a todos”, analiza.
Rubén Abruzese se paró sobre un escenario hace diez años y se puso a cantar canciones de Joaquín Sabina. “Lo hacía en mi casa para jugar. De a poco, en un show empecé a meter alguna canción de él, y me di cuenta de que tenía mucho éxito, me pedían canciones de él. Y se generó un espacio de gente que venía a escuchar las canciones de Sabina”, recuerda Abruzese. Impacta por la voz. Cuando se pone en personaje, la diferencia la notan sólo los fanáticos.
“Lo fui a ver y canté con él hace varios años. Al principio había gente a la que no le cerraba lo que hacía, pero él dijo que le gustaba mucho ese tipo de homenajes. Canté en el Gran Rex con él”, cuenta con alegría a Diario Z. Aunque es bromista, asegura que no tiene la gracia y el carisma del músico español. “Yo no hago que soy Joaquín Sabina; no me pongo disfraz. La gente busca la voz, la chispa”, agrega, y suma que en ocasiones los más fanáticos le piden canciones “que ni el propio Sabina recuerda”. Cada tanto, Rubén se junta con Germán Bermúdez, un tributero que homenajea a Joan Manuel Serrat, y llevan adelante la réplica del show “Dos pájaros de un tiro”, que Sabina y Serrat trajeron a la Argentina en dos ocasiones.
Cuando John McInerny canta, la diferencia con Elvis Presley es imperceptible. John, un arquitecto de La Plata, fue el protagonista del film El último Elvis (2011). En principio, su tarea en la película era entrenar al protagonista, que hubiera sido Ricardo Darín. Pero cuando lo pararon frente a la cámara, afirma, decidieron proponerle el papel a él. Desde hace una década lidera la banda Elvis Vive. “Mi viejo era coleccionista de la música americana y ahí estaba metido Elvis, así fue como de chico nació la admiración por Presley. Siempre tuve bandas, siempre me gustó la música”, comenta. Aunque aclara que es un fanático, no lo idealiza.
Tras el éxito de la película, logró dedicarse de lleno a la música y lleva su tributo a Presley a todas las provincias, Uruguay y Chile. “No imaginaba que tendría tanto éxito después de la película. Iba por la gloria, que es lo que tengo hoy; o por el fracaso, que era seguir con mi vida de siempre”, remata el Elvis argentino.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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