Domingo por medio cientos de jóvenes se reúnen en Parque Rivadavia a improvisar rimas al ritmo entrecortado del hip hop. Mientras algunos piensan que los jóvenes sólo viven para las computadoras, ellos demuestran que tienen el “don de la palabra”.
Apesar de los trece años de Seo –la mayoría no cruzó los 20–, él mira a su contrincante a los ojos. Lo escucha atento y piensa en la combinación de palabras justas que formarán la rima para atacarlo cuando llegue su turno. El que está rapeando lo critica por ser un recién llegado y le da el pie perfecto. Termina el turno de su competidor. Seo empieza su minuto con la frente en alto y el pecho hinchado de orgullo. Le canta las palabras con las manos: “Hermano yo te rapeo con esencia, mi hip hop va a hacerte romper con toda tu experiencia”.
ASeo se lo escuchó el domingo 5 de abril en El Quinto Escalón, una de las tantas batallas de freestyle que van copando barrios no sólo en Capital sino también muchos puntos del conurbano. Hay una agenda diaria en donde participan cientos de chicos. Muphasa y Alejo organizan El Quinto Escalón en referencia al punto de encuentro: la escalera de la calle Chaco en el Parque Rivadavia. La ventaja de estar en Capital es la facilidad de acceso en tren o colectivo por eso vienen de todo el conurbano.
Se trata de competencias similares a las del contrapunto de los payadores en las que cada competidor debe dar muestras de su ingenio atacando con versos al contrincante en sólo un minuto. La diferencia está en el ritmo. No hay guitarras sino un chico que hace sonidos con la boca. Esa es la base percusiva sobre la cual improvisan los competidores. Puede ser uno contra uno o dos equipos. Cada participante tiene un alias y los equipos, un nombre. La gracia está en la réplica, en tomar lo que dijo el otro y retrucarlo en la improvisación. “Éste es un otario –rapea Felpa–, éste no caminó las calles de mi barrio.” Con su aspecto adolescente sorprende que use un término tan tanguero pero ahí está.
¿Por qué participan en estas competencias? “Es una forma de liberar sentimientos malos que se te pueden llegar a acumular, que te pasan en la vida, es una forma de soltarlo”, dice Marcos de 18 años. Parece que el hip hop es el lenguaje justo para hacerlo. “Es más actitud que música”, asegura Klave. Por más que el jurado lo critique, en la competencia vale todo: cuestiones de sexualidad, drogas o apariencia física. Los ataques son duros pero se termina la contienda, se dan la mano, se abrazan y todo termina ahí.
El don de la palabra
Algunos de los participantes dicen que un buen MC(así se los llama) tiene “el don de la palabra”. Alejo, organizador y jurado de El Quinto Escalón, no cree lo mismo: “Lo importante es la persistencia: practicar y practicar para ser cada vez mejor”. Hay una cuota de constancia y sacrificio para ir a todas las batallas. En cada una suben los videos a internet y los chicos los usan para analizar qué hicieron los otros. Es una de las mayores ventajas del crecimiento de la movida. Se unen los que tienen más experiencia con los nuevos y se genera un proceso de aprendizaje natural.
Muchos empiezan por otras disciplinas de la cultura hip hop como graffiti o breakdance. Otros simplemente viendo videos. Internet y las redes sociales fueron fundamentales para que la competencia haya crecido de los quince chicos que eran hace cuatros años a los cientos que son hoy. También hay algunas chicas aunque son minoría. Muphasa, uno de los organizadores y jurado, marca el camino a seguir: “Hay una faceta técnica, musical y percusiva sobre todo, que es lo que le da riqueza. Si no, son dos tipos atacándose en versito, que no es la idea para nada. Eso está cambiando ya, cada vez hay menos insulto y es más una competencia de tacto y picardía”. El jurado califica no sólo la rima sino la espontaneidad, el ritmo y el contenido de los versos.
“Nosotros sabemos bien lo que se hace, sabemos instruirlos sobre la base, cómo destruirlos en los cuatro compases”, rapea Ajax mientras baja el sol. Se termina otro domingo y el equipo de “Los Inmortales” es coronado como ganador. Los chicos se van, los escalones quedan vacíos y el parque en total silencio.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
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