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TEMAS DE LA SEMANA

Mudanzas al calor de los subsidios

En Parque Patricios ya se instalaron 158 empresas que generan 10 mil puestos de trabajo. No pagan Ingresos Brutos ni ABL. El gobierno también promueve la construcción de edificios de oficinas y viviendas.

Por Diego Sasturain
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 Cualquier vecino de Bue­nos Aires relaciona Par­que Patricios con el club Huracán, casas bajas, galpones, tránsito de camiones y hospitales públicos. Es un barrio que, sin estar lejos del centro, se mantuvo al margen de la tendencia modernizadora que modificó drás­ticamente otras partes de la Ciu­dad. Como es habitual en el sur, hay baja densidad de población y gran­des espacios dedicados a la indus­tria o abandonados. “Se prohibie­ron los frigoríficos y curtiembres y la zona quedó despoblada, entonces se instalaron los depósitos de mer­caderías –comenta Manuel Vila, in­geniero civil y vecino histórico del barrio–. Así desapareció la fuente de trabajo y se fueron degradando las viviendas por los camiones. Des­apareció la grilla residencial y de Us­pallata hacia el sur era un desierto. El Distrito Tecnológico ha ido recu­perando espacios.”

El Distrito Tecnológico se creó en 2008 mediante la Ley 2.972 y comprende todo Parque Patricios y parte de Pompeya, Boedo y Ba­rracas. La ley otorga importantes ventajas impositivas a todas las ac­tividades relacionadas con las in­dustrias de la Tecnología y la in­formación –las TICS– dentro de su perímetro (ver mapa). Las em­presas establecidas allí no pagan ABL ni Ingresos Brutos durante 10 años. En el caso de las firmas loca­les o Pyme, el plazo se extiende a 15. Además, están exentas del im­puesto de sellos y tienen beneficios para construir. Recorriendo el ba­rrio se pueden ver edificios nuevos y andamios. Estos edificios tienen paneles luminosos con un núme­ro que señalan a las 158 empresas que funcionan en Parque Patricios y estás inscriptas en el RET (Regis­tro de Empresas TIC). La idea del distrito es que las empresas estén cerca unas de otras para que apro­vechen servicios comunes, inter­cambien recursos y el barrio se de­sarrolle con población nueva que trabaje en la industria.

El subte H y el Metrobus del sur son claves para mejorar el acceso al Distrito y se espera que un aumen­to de la actividad comercial y de la construcción estimulen la llegada de nueva población. El modelo está tomado de la experiencia de 22@, que se desarrolló en el barrio de Poblenou, en Barcelona. “Fue un éxito. El gobierno catalán –señala Fabio Quetglas, especialista en de­sarrollo local– llevó a varias univer­sidades que se alojaron ahí y puso mucha plata en calificación urbana. Con la gente que iba a trabajar apa­recieron los barcitos, las librerías… Le llevan diez años de ventaja al dis­trito tecnológico y consideran que aún no han terminado. Para ellos, la medida del éxito es que el tipo que trabaja ahí se termine comprando una casa a un kilómetro de la em­presa. Entonces se cambia la pobla­ción. Yo creo que hay como una simplificación del modelo. Conoz­co el equipo que trabajó en el 22@ y había mucha reflexión sobre eda­des, modelos de consumo, mode­los de acceso a la vivienda.”

El Distrito es parte de un plan de desarrollo más amplio del sur. En los últimos años se inauguraron el Distrito de las Artes y la Usina del Arte, en la Boca, el Centro Metro­politano de Diseño y el Distrito de Diseño, en Barracas, el estadio de tenis en Parque Roca; está en cons­trucción la nueva sede del Banco Ciudad en Parque Patricios. A estas obras hay que sumar el centro de logística para camiones en Parque Roca, el inmenso predio para reci­tales Buenos Aires Rock, donde es­taba el Parque de la Ciudad y la villa para los Juegos Olímpicos Juveniles 2018. Recientemente, el Gobierno retrocedió en su intención de cons­truir el Centro Cívico en los terrenos del Hospital Borda. Según fuentes oficiales, hasta el momento los pri­vados han invertido en el distrito 250 millones de dólares y el Banco Ciudad entregó créditos a las em­presas por 166 millones. Una enor­me cantidad de recursos.

Megajugadores

A no ser que existan beneficios especiales, los grandes suelen te­ner más ventajas que los chicos a la hora de hacer negocios y apro­vechar las oportunidades. Muchas empresas decididamente grandes ya se instalaron: en 2010, abrie­ron las oficinas de la multinacional de origen indio Tata, donde traba­jan 1.200 personas, recientemente se instaló TGestiona, la división de Telefónica dedicada a la logística y servicios para empresas. La Com­pañía de Medios Digitales, que es la parte de desarrollos digitales del Grupo Clarín, también está en la zona, lo mismo que Iron Mountain, una multinacional especializada en la protección de datos y adminis­tración de información. Ninguna paga Ingresos Brutos ni ABL.

A fines del año pasado llegó Despegar.com, que emplea 450 personas en sus oficinas de la ave­nida Jujuy al 2000. “Fue muy po­sitivo. Nosotros tenemos oficinas históricas en Corrientes y Florida –señala Federico Tiscornia, direc­tor de recursos humanos– y acá estamos mucho más cómodos. Planificamos las oficinas de cero, con más luz. La gente también está más cómoda. Podés estacio­nar el auto y no hay piquetes ni congestiones”.

Respecto de esta cuestión, Quetglas señala: “El 80 por ciento de las empresas de software son chicas, el 10 medianas y el 5 gran­des. Yo habría hecho la distinción. Si les das las mismas condiciones a las dos uno se muda y listo. Qui­zás hubiera que hacer mucha pro­moción en el pequeño y poco en las grandes. Pero igual a todos les convienen los subsidios, por­que los pequeños, por lo general, son proveedores de las medianas y las grandes. Que le vaya bien a la grande les viene bien”.

Claudio Magrini, arquitecto y desarrollador inmobiliario, corro­bora: “Los clientes son siempre empresas tecnológicas. Es que conviene muchísimo. Están cons­truyendo prácticamente gratis al estar exentos de Ingresos Brutos. En un año, con lo que se ahorran de impuestos se pagan el edificio propio.”

Las ventajas alcanzan a los em­pleados de esas empresas que se muden al barrio, que también es­tarán exentos de pagar ABL duran­te el mismo período y tienen crédi­tos disponibles del Banco Ciudad a las tasas preferenciales que rigen para toda la zona sur. Sin embar­go, por ahora, la mudanza no es masiva. Hay otros criterios, incluso desde la perspectiva industrial. José María Louzao, presidente de la Cá­mara de Empresas de Software y Servicios Informáticos, señala: “Las empresas no se mueven exclusiva­mente por lo económico. Hay que generar un ecosistema sustentable, de innovación. El éxito de un DT se va a poder medir el día que haya un centro de servicios compartidos, un nodo central que reúna emprende­dores, un auditorio para presentar los productos al mundo, estén ins­taladas las universidades. El DT lo necesita para funcionar mejor”.

 

La pata educativa

La cadena de valor en la indus­tria del software es corta, ya que los insumos que necesita son míni­mos, y en muchos casos ven­den sus productos al extran­jero. Por eso, la capacitación y formación de los programa­dores es fundamental. ”Lo que conviene acá –asegu­ra Fabio Quetglas– es que la UTN, por poner un ejemplo, se traslade y forme profesio­nales. Es más importante la promoción de talento que la promoción fiscal. En una cosa donde hay mucha mano de obra intensiva, los beneficios fiscales son grandes. En este tipo de actividades no incide tanto”. La ley ofrece benefi­cios impositivos a las univer­sidades que se establezcan y, en otro apartado, señala que se estimulará la especializa­ción en informática en la en­señanza media. Hasta ahora, ninguna universidad pública se radicó, pero hay dos pri­vadas que respondieron al guiño: el Instituto Tecnológico Buenos Ai­res y la Universidad del Salvador ya están construyendo. Delia Bisutti, presidenta de la Comisión de De­sarrollo Económico de la Legislatura cuando se votó la ley, afirma: “Un capítulo habla de un plan educati­vo. Hasta ahora no vimos nada. Si se ven institutos universitarios, nos hubiera gustado que fueran cen­tros complementarios de la UBA y otras universidades públicas, y que los chicos de la zona tuvieran oferta educativa pública para estas espe­cialidades. Pero está más pensado para que se instale un instituto pri­vado más que público. No hemos visto ninguna iniciativa en la zona.”

Desarrollo parcial

“En un principio hicimos edifi­cios mixtos, de vivienda apto pro­fesional, pero ahora que está más consolidado el distrito se hacen ofi­cinas”. Oscar Puebla, dueño de la inmobiliaria que lleva su nombre, está muy contento con el curso que están tomando los acontecimientos en la zona. “Modificaron la mayo­ría de las zonificaciones, que eran residenciales, donde no se permite el uso de oficinas. Le agregaron esta posibilidad. Y en los galpones, donde antes no se podía fabricar, ahora sí. Como son industrias limpias no tienen casi impacto am­biental.” Dice que la rentabi­lidad es muy alta, y da ejem­plos: “Por un departamento de un ambiente, por ejem­plo, una persona paga 2.000 pesos como mucho. Una empresa paga 4.800 pesos IVA incluido. Esto es porque se juntan, el edificio es apto profesional y tiene fibra óp­tica.” Sobre los ahorros a la hora de construir, señala: “Si sos una empresa del distri­to no pagás los derechos de construcción ni los residuos áridos y es un ahorro impor­tante. En una obra de 3.000 metros son aproximadamen­te 600.000 pesos.”

“Nosotros por ahora construi­mos un solo edificio –dice Ma­ría Filgueira de Primac Develo­pers–; los que compraron las usan para vivienda, pero se pueden po­ner oficinas. Son doce unidades. El metro cuadrado cuesta 2100 dó­lares.” La construcción se financió con un crédito del Banco Ciudad, al igual que la compra de los nue­vos dueños. De todos modos, que­dan cinco sin vender.

“La vivienda queda para más adelante, cuando haya más em­pleados y demanda”, señala Gui­llermo Rodríguez, de Setsa Cons­trucciones; tiene un optimismo moderado. “Apuntamos a un seg­mento pyme, una empresa con cien o cincuenta empleados que mude una parte al distrito. Para empresas grandes como Tata o Te­lefónica hay otro tipo de desarro­llos. Nosotros comenzamos con obra a riesgo.” Construyen edifi­cios para vender a empresas que ocupan un piso o un departamen­to. “Los amenities, como salas de reuniones para las compañías, es lo que suma valor agregado.” Queda claro cuál es el negocio: “El contexto inflacionario y la posible crisis económica hacen que no se decidan. De todos modos, el nicho tecnológico la sufre menos, y cual­quiera que se mude gana plata. La única razón para que las empresas se muden es el beneficio económi­co. Mientras siga, las empresas se continuarán mudando.”

Estos fenómenos de creci­miento tienen una contracara me­nos amable: aumento del precio de la propiedad –con el consiguien­te desplazamiento de los habitan­tes de menores recursos–, negocios inmobiliarios de muy alta rentabili­dad, basados en comprar barato, desarrollar y vender caro. El creci­miento conlleva un reemplazo de una población por otra de mayor poder económico, que se conoce normalmente como gentrificación. Palermo es el ejemplo más claro. San Telmo, con el aumento del tu­rismo durante la última década, es otro caso. Sin embargo, hay una di­ferencia fundamental. En el caso de Palermo el crecimiento fue es­pontáneo y, al mismo tiempo que los bares y galerías de arte, apare­cieron los supermercados, los kios­cos y otros comercios que trabajan con la población de la zona. En el caso de Parque Patricios, no que­da claro si el desarrollo basado so­lamente en estímulos económicos pueda generar un barrio armónico y que sea capaz de contener a sus vecinos históricos junto con los re­cién llegados siguiendo el estímulo económico. La mudanza, por aho­ra, es despareja: “Lo más degrada­do es entre José C. Paz y Amancio Alcorta, donde hay más depósitos. Ahí casi no se radicaron empresas. En la zona entre Caseros y Brasil no hay mucha diferencia. Las indus­trias que había, imprentas, se re­convirtieron a estas nuevas moda­lidades”, señala Vila.

De momento, sólo la rentabilidad de las empresas parece estar asegurada.

DZ/rg

Fuente Redacción Z
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