Cuadros con luz propia. La obra de Alejandro Puente es una trama de articulaciones múltiples: la de sus composiciones complejas a partir de módulos simples; la de su rigor matemático y su sabiduría de artesano a mano alzada; la de la abstracción de los años sesenta como gesto plástico puramente contemporáneo y la búsqueda de la vuelta a los orígenes latinoamericanos y precolombinos. Su obra, mística y metódica, merecía la retrospectiva que el artista no tuvo en vida. Por suerte está Fundación OSDE, que bajo la estudiosa curaduría de Mariana Marchesi nos la ofrece hasta fines de julio. Su nombre no podía ser otro más que Abstracción y tradición americana.
La muestra se desentiende de cronologías obvias para articularse a partir de cinco ejes temáticos que abarcan diversas problemáticas dentro de la obra del artista. En una misma sala conviven entonces sus sistemas cromáticos (grillas coloreadas en las que Puente estudiaba el color como posibilidad de lenguaje) con sus pinturas del período informalista (pinceladas matéricas aplicadas a cuchillo sobre el lienzo, acaso la parte menos conocida de su carrera). La evocación del arte precolombino va emergiendo, como en su propia vida, casi sin querer. Durante su estadía norteamericana, Puente asiste a una muestra de pinturas andinas y advierte que esos diseños se asemejan mucho a sus pinturas. De forma similar a como lo había visto Joaquín Torres García treinta años antes, Puente comienza a ver en la abstracción una posibilidad de establecer raíces con el propio y desoído pasado plástico de Latinoamérica. De ahora en más, signos como la greca, la línea quebrada o la cruz cuadrada escalonada –curiosamente reiterados en diversos pueblos a lo largo de toda la extensión americana– se harán recurrentes en su pintura.
El otro elemento que se mantendrá constante es su tan característica pincelada. Tanta importancia dio Puente al color como elemento de comunicación en sus pinturas, como a la evocación del sentido táctil. Buscando el efecto corrosivo del material sobre las telas, sobre ellas pintaba “en crudo”, sin prepararlas. Utilizó además otros soportes como corcho, madera, arpillera, acaso resabio de su paso por el informalismo. Pero es sin lugar a dudas su pincelada sobre el lienzo, emulando un tramado textil, su huella indiscutida. En la exhibición de OSDE hay piezas que rescatan cada una de estas características. Hay también lugar para sus experiencias en el espacio, y una serie de dibujos pequeños y hermosos, que sí guardan orden cronológico, que trazan de cerca, con la intimidad que el papel y la tinta siempre proveen en el marco de una muestra tan extensa, el derrotero particular de la carrera de este artista siempre pivoteando entre el arte como idea y proceso, y como posibilidad de establecer una identidad sensible y única.
Alejandro Puente. En Fundación OSDE, Suipacha 658 1º piso. Lunes a sábado de 12 a 20. Gratis.
DZ/dp
Fuente Redacción Z
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